El Príncipe tenía una gata con quien jugaba todo el día, y se podía decir
que era su mejor amiga. Tanto, que la gata una vez le dijo a su Hada Madrina:
‑Yo sería la mujer del Príncipe.
¡Conviérteme en muchacha y le haré muy feliz!
El hada lo hizo, y los dos jóvenes se casaron.
Pero pasó el tiempo y el hada se dijo un día:
‑Quiero ver si mereció el favor que le hice.
Fue a Palacio y soltó en el salón un ratón; rápidamente la mujer del
Príncipe corrió detrás para cazarle, pues sus instintos de gata aún seguían en
su corazón.
‑¡Volverás a ser gata, pues es lo que mereces! ‑dijo el hada muy enfadada
con la joven, pero ella se lamentó:
‑¡No me castigues, por favor! ¡Es cierto que me he portado mal, pero si me
vuelves gata otra vez, el Príncipe pagaría mi mala educación, pues se moriría
de pena sin mí!
El hada reconoció que tenía razón, y en premio al amor que tenía a su
esposo, la perdonó, con tal de que no volviera nunca a correr detrás de los
ratones.
999. Anonimo,
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