En la aldea de Evren, cerca de la
escuela, había un jardín sembrado únicamente de cardos.
-¡Qué feo es! -comentaban los
niños.
-Y si al menos los cardos no
pincharan, podríamos jugar en él.
El viejo Helvor, que tantas cosas
sabía, escuchó a los niños. Luego, sentándose sobre un poyo, explicó:
-Ese jardín, en tiempos, fue
maravilloso. Pertenecía al conde de Evren y dicen que en él crecían las más
hermosas flores. Pero su hijo era cruel y gozaba arrancándolas y destruyéndolas
y las flores se vengaron: al lanzar su bárbaro puño sobre ellas, se
convirtieron en cardos y el heredero del conde gritó de dolor y las insultó. Y
los cardos con sus agudos pinchos siguen creciendo hasta hoy:
Una niñita que solía permanecer
callada, comentó:
-Si las flores se convirtieron en
cardos porque no eran queridas quizás si los cardos fueran tratados con cariño
se convertirían en flores.
Y todos los niños de la escuela
aceptaron la sugerencia y el jardín de cardos fue regado y cuidado con amor. Un
día de primavera, todos quedaron sorprendidos, pues el jardín se había
convertido en una sinfonía de color, belleza, aromas... Rosas, lirios,
tulipanes, gardenias en profusión, se agitaban alegres como agradeciendo el
trato que recibían. Y todos gritaron alegres, porque el feo jardín de los
cardos se había transformado en un florido y fragante jardín, gracias al amor.
999. Anonimo,
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