Durante un caluroso día de verano,
quiso la casualidad que un lobo y un cordero fueran a beber al mismo arroyo; el
primero, en la parte de abajo y el último en la de arriba.
-Oye tú -dijo el lobo- ten más
cuidado, que me enturbias el agua.
-Señor lobo, eso es imposible.
Todavía no he empezado a beber. No quería molestarle.
-Bueno, corderito, en realidad
siempre me has molestado. Me han dicho que hace seis meses hablabas muy mal de
mí.
-¡Imposible, señor lobo! Hace seis
meses yo no había nacido todavía.
-Puede ser. Pero si no fuiste tú
serían tus padres. Y ya que ellos no están aquí, tú me las vas a pagar.
Y cuando ya el lobo se disponía a
devorar al inocente corderillo, llegaron cazadores con su perro. El lobo huyó a
todo correr.
-¡Bee...! ¡Beee...! -gritaba el
corderillo, dando así las gracias a quienes le habían salvado de una muerte
cierta.
999. Anonimo,
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