Días después, una terrible
tempestad sorprendió en el mar al joven pescador y su vieja y frágil barca
zozobró.
-¡Socorro! ¡Socorro! -gritó el
muchacho, viéndose a merced de las olas.
Cuando ya creía que nadie iba a
acudir en su ayuda, alguien llegó y lo apresó; era un pulpo gigante que,
contento con su presa fue a llevársela a Neptuno, rey del mar.
El poderoso monarca ya iba a
atravesar al pescador con su enorme tridente cuando, a los gritos del muchacho,
acudieron las sirenas.
"Ojos de Esmeralda" le
reconoció al instante y, juntas las manos, suplicó a Neptuno:
-Mi rey y señor; perdonad a este
pescador que fue bueno conmigo y me rescató del río trayéndome aquí...
Pero el pulpo dijo:
-No debes librarle, pues mata a mis
hermanos.
Pero como todas las sirenas
lloraban, Neptuno perdonó al joven pescador para no atraerse el enojo de las
lindas sirenas.
"Ojos de Esmeralda" le
regaló un cestillo de brillantes perlas, y el pescador nadó hasta la orilla.
Y vendió las perlas, y se compró la
barca que siempre deseó, y aún le sobró mucho dinero.
999. Anonimo,
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