Al ver al dragón, el niño,
aterrado, se arrojó a los pies de la princesa suplicándole protección. Incluso
le contó su escapada al palacete donde un gigante vigilaba a los niños
holgazanes.
Solymar, generosa, lanzó un rayo
sobre el dragón, que quedó carbonizado. Luego pudo disfrutar durante muchos
días de la magnífica mansión de las sirenas en compañía de su querida princesa
Solymar. Hasta que empezó a sentir nostalgia de sus padres.
-Mañana estarás con los tuyos,
amiguito -le dijo la princesa.
Un cálido día de verano, el niño
fue hallado dormido, en la playa...
Pero antes de despedirse de
Solymar, ella le había entregado una medalla de oro en la que se leía la
siguiente inscripción:
"Cumple siempre con tu deber,
pase lo que pase. Si me necesitas, llámame."
Y firmaba: "El Hada del Buen
Amor."
999. Anonimo,
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