Un campesino incauto fue a la
ciudad y compró para su familia un queso de bola tan redondo y rojo que daba
gusto verlo. No sabiendo dónde meterlo, lo puso dentro del paraguas que llevaba
colgado al brazo.
Las nubes, que durante todo el día
amenazaron lluvia, dejaron caer las primeras gotas y el campesino se refugió en
el portal de un molino abandonado y dejó el paraguas en un rincón. Y, al olor
del queso, los ratones se colaron dentro.
Pasado el chaparrón, el campesino
emprendió el camino de regreso. Al llegar a su casa, fue a sacar el queso y con
los restos salieron los ratones y...
-¿Qué es ésto? ¡Vaya banquete que
se han dado! -sonrió ante su mujer para hacerse perdonar y añadió: Bueno, pero
si los pobrecillos tenían hambre… Que se coman lo que queda.
Dijo el incauto campesino para
consolarse.
999. Anonimo,
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