Terminaba casi el plazo de vida que
el astrólogo había profetizado a Lin Yen y el joven salió de mañana con su
carcaj bien provisto de flechas. Pronto cobró una hermosa pieza, pero la fatiga
le vencía y se tumbó a descansar al pie de un frondoso árbol. Se quedó dormido
y, al despertar era ya entrada la tarde. Un rumor de voces llegaba hasta él y
distinguió dos figuras sentadas al pie de otro árbol. Eran un joven, con una
larga coleta, y un anciano con cabellos muy blancos y barbas del mismo color.
Tenían entre ellos un tablero de ajedrez y de vez en cuando cada uno movía una
ficha, no sin antes mirar hacia el cielo y pronunciar una cifra.
El joven lo miraba todo algo
asustado bajo la amarillenta luz del atardecer. Comprendió de pronto que aquellos
jugadores eran seres extraordinarios que fijaban la existencia de los hombres
mediante aquel tablero. Y entonces se le escurrió una flecha que fue a golpear
contra una piedra.
-¿Quién eres, muchacho? -preguntó
el anciano. Sólo los seres privilegiados pueden llegar hasta aquí.
-Mi nombre es Lin Yen -respondió el
joven. Vengo a cazar a esta montaña pues un astrólogo leyó en el Libro del
Destino que debo morir pronto. Mientras cazo distraigo mi preocupación. ¡Si
ustedes pudieran ayudarme!
Los dos hombres le miraron con
estupor.
999. Anonimo,
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