Tres jóvenes amigos se
dirigían a la ciudad por el camino real. De pronto, divisaron una senda.
-¿Y si tomáramos este
atajo? -preguntó uno.
-Seamos prudentes.
Informémonos primero -dijo Renato, el más reflexivo.
En esto apareció un
anciano y, tras escuchar a los jóvenes, aconsejó:
-Seguid por el camino
real. El atajo es más corto, pero se llega antes por aquí.
Raúl y Héctor se echaron
a reír. ¿Cómo se iba a llegar antes por el camino más largo?
Y se fueron por el atajo
mientras Renato continuó junto al anciano para seguir el camino real.
Al llegara una
bifurcación Raúl y Héctor empezaron a discutir. No sabían si seguir por la
derecha o por la izquierda. Al fin se decidieron por el camino de la derecha
y, tras mucho andar, vieron que terminaba sobre un precipicio y tuvieron que
retroceder.
Mientras tanto, el
anciano y Renato, en amable compañía, llegaron por el camino real a un puente.
-¡Qué raro! ¡Mis
compañeros no han llegado todavía! -se extrañó el joven. ¿No podíamos
esperarles?
El anciano accedió y
pasado bastante tiempo, Héctor y Raúl aparecieron a lo lejos.
-Si cruzamos el río por
el vado, sin dar la vuelta hasta el puente -dijo Héctor, llegaremos antes.
Y se arrojaron al agua,
pero el vado era engañoso y les arrastró la corriente. Empezaron a pedir
auxilio y Renato tuvo que acudir en socorro de sus compañeros.
Cuando estuvieron todos
reunidos, el anciano dijo:
-Espero que esto os
sirva de lección, muchachos. El camino más seguro es el más transitado y conocido,
aunque sea el más largo. Si Renato hubiera sido tan imprudente como vosotros,
quizás los tres hubierais perecido ahogados en el río.
999. Anonimo,
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