La sortija del zar estaba en poder
de tres servidores de palacio que la habían encontrado y pensaban venderla y
repartirse el dinero.
Cuando los ladrones supieron que
había llegado un adivino al palacio, decidieron espiarlo en su torre.
Al llegar la noche, el lacayo se
dedicó a espiar. A medianoche cantó el gallo y el mujik dijo en voz alta:
-Llegó uno... Sólo faltan dos...
El lacayo creyó que el adivino se
refería a él y fue en busca de sus cómplices. El cochero decidió espiar por sí
mismo. Hacia las dos de la madrugada volvió a cantar el gallo y el mujik gritó
desde la torre:
-Ya son dos... ¡Falta uno!
El cochero, aterrado, corrió a
comunicárselo a los otros.
-Ahora me toca espiar a mí -dijo el
tercer ladrón, que era el cocinero-. Si también me reconoce, tendremos que
darle la sortija.
Hacia las tres de la madrugada
cantó el gallo de nuevo y el mujik gritó, creyendo llegada la hora de su
liberación:
-¡Ya los tengo a los tres!
Y se dirigió a la puerta para
escapar, pero tropezó con los ladrones.
999. Anonimo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario