El rey Francisco de Alemania estaba
cierto día esperando a que empezara una lucha entre bestias en el circo.
Alrededor de la pista congregábanse las damas de la alta aristocracia y los
nobles de la corte.
A una señal del rey, se abrieron
las puertas de las jaulas, y salieron un león, un tigre y varios leopardos. Los
espectadores esperaban con emoción el comienzo de la lucha, cuando de repente,
desde uno de los palcos, cayó un delicado guante blanco sobre la arena, entre
el león y el tigre.
El guante era de una hermosa dama,
que dirigiéndose a un caballero que la cortejaba, dijo:
Si el amor que sentís por mí es tan
profundo como me aseguráis, hacedme el favor de ir a buscar mi guante.
El caballero miró a su bella; saltó
del palco a la arena, y rápido como un relámpago, recogió el guante.
Las fieras saltaron sobre él, pero
ya estaba a salvo el caballero, que trepaba ágilmente hacia su palco.
De todos los pechos brotó un grito
de alegría, agolpándose los nobles alrededor del caballero, para felicitarle.
Todos pensaban que la dama no
podría menos de ofrecer su mano. El caballero inclinóse profundamente y, al
mismo tiempo que le presentaba el guante, dijo:
-Si por un capricho me habéis
expuesto a tan grave peligro, no estimo ni quiero vuestro amor.
Y dicho esto, echóle el guante
sobre la falda y alejóse de ella para siempre.
999. Anonimo,
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