Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

lunes, 2 de febrero de 2015

El chiquillo .932

Éste era que había una vieja que le pedía a Dios que le diera un hijo. Y siempre le rogaba esta gracia.
Un día sintió la vieja que se le estaba hinchando un tobillo. Y esta hinchazón iba cada vez más grande, hasta qui un día se le abrió l'hinchazón y saltó un muchachito con sombrero. A los pocos días no más ya era como un grande y hablaba de todo. La acompañaba a la viejita y li ayudaba en todo.
Un día, le pidió a la viejita que le comprara dos cabritos. A un cabrito lo carnió y lo cuerió, y con el cuero hizo un lazo. Al otro cabrito lo amansó como caballo, para andar. Y andaba en el cabrito que era su caballito, que le servía para montar.
Un día le pidió la bendición a la madre, que era la viejita, y le pidió permiso pa salir a rodar tierra.
La viejita se puso a llorar muy triste, pero le dejó, al fin, salir a rodar tierra.
Se jue el muchachito y anduvo mucho. Andando y andando llegó a la casa de un hombre que era muy rico y le pidió que le diera trabajo. Al verlo, el hombre, le dijo que era muy chico y que no podía servir para nada. Entonce el chico le dijo que lo ocupe siquiera para alcanzarle juego a los piones. Entonce el hombre rico decidió ocuparlo.
Un buen día, ningún pión pudo voltiar unos árboles muy grandes, y entonces el chico pidió el hacha y los derrumbó a los árboles en un momento. Los piones le empezaron a tener envidia, y le dijieron al patrón que lo mande para el cerco en donde estaba el toro astas de oro, que comía la gente, porque ya se vía que ese niño no era alma de esta vida. Y así lo hizo, para que lo coma al chico el toro.
El niño jue ande 'taba el toro. Tenía que silbar tres veces para que aparezca el toro. El chico silbó tres veces. Entonce vino el toro de astas di oro y al verlo al chico se enfureció. El chico si arrimó y lu enlazó con el lazo de cabrito. Y el toro se quedó como amansao, y el chico lo llevó a la casa de la madre.
Cuando lo vio llegar al chico con el toro asta de oro, la viejita si asustó mucho. El chico lo voltió al toro, lo carnió y le cortó las astas di oro. Y áhi le tiró las astas a la viejita pa que le sirvan de taza. Y así ha tenío la viejita dos tazas di oro.
Ya se le cumplió el plazo que tenía que irse para el otro mundo porque era un ángel, y le dijo a la madre que se iba a trabajar. La madre no quería que se vaya y lloraba sin consuelo, pero no podía quedarse. Pasaban tres pasajeros por frente de la casa y se acompañó con ellos que iban en busca de trabajo. Eran tres jóvenes y se jueron muy contentos con el Chiquillo. Ellos le empezaron a llamar así, Chiquillo.
Después de andar mucho, llegaron a la casa de una vieja que era bruja y que tenía la costumbre de comer a la gente que se alojaba en su casa. Llegaron y pidieron para apiarse allí. La vieja los recibió muy contenta y les dio alojamiento con mucho gusto.
En la noche, les puso cama a los tres jóvenes y les dijo que iban a dormir con las hijas de ella, porque tenía poca comodidá. Al Chiquillo, como era chico, le dijo que podía acomodarse por áhi en su apero.
El Chiquillo se quedó en la cocina, a la orilla del juego y los jóvenes y las hijas de la vieja se jueron a dormir. Cuando se durmieron, jue la vieja despacito y les puso unos bonetes blancos a los jóvenes pa degollarlos. El Chiquillo, como era ángel, conocía las intenciones de la vieja.
Al rato, le dijo a la vieja que se iba a ir a acostar, y que le preste un poncho porque tenía frío y un peine, pa peinarse. La vieja no lu atendía, pero después de fregonarla un rato se lo dio.
El Chiquillo tendió su aperito y si acostó, pero no se durmió. En cuanto se durmió la vieja, el Chiquillo se levantó despacito, les sacó los bonetes a los jóvenes y se los puso a las niñas.
A la media noche se levantó la vieja y jue y tocó a los que tenían bonete y crendo que eran los paleros, las degolló a las hijas.
Al rato el Chiquillo jue, los despertó, les contó lo que pasaba, y entonce ensillaron y salieron rápido.
Al día siguiente la vieja se levantó muy tempranito y se jue a decir a las hijas que se levantaran a hacer hervir l'agua para cocinar la carne humana que tenían para hacer un banquete. Las llamó varias veces, y viendo que no contestaban y no se levantaban, se arrimó a verlas y las encontró degolladas. Entonces se puso furiosa y se dio cuenta que el Chiquillo era el que la había descubierto y había salvado a los viajeros.
La vieja ensilló una chancha que tenía, más ligera que el viento, y salió a perseguirlos a los jóvenes. Pronto no más ya los iba alcanzando. Y cuando lo iba pillando al Chiquillo, el Chiquillo le tiró el poncho y se formó un mar. Áhi se quedó la vieja, pero empezó a procurar pasar. Le costó pasar y en ese tiempo adelantaron camino los viajeros. Pero al rato ya los iba alcanzando otra vez. Entonces el Chiquillo le tiró el peine y se formó un pencal que le costó pasar, pero al fin pasó. Al rato ya los iba alcanzando otra vez. Entonce no tuvieron más tiempo que subirse en un árbol. Llega la vieja y no podía verlos. Por fin los devisa y empieza a husmear el aire. Y empieza a decir.
-¡Pus, pus, olor a carne humana!
Y entonce la vieja se había puesto abajo del árbol y había abierto un bolsón, y decía:
-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!
-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!
Y uno de los pasajeros miró para abajo y cayó adentro de la bolsa. El Chiquillo les había dicha que no miraran para abajo, pero no pudieron resistir. Entonce la vieja vuelve a decir:
-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!
-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!
El Chiquillo les dice que no miren, pero otro miró y cayó adentro de la bolsa.
Y vuelve a decir la vieja:
-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!
Miró el último y cayó también adentro de la bolsa.
Entonce se bajó el Chiquillo, le quitó la bolsa a la vieja, los sacó a los compañeros y la metió a la vieja en la bolsa. Ya agarró a la bolsa y la puso encima de la chancha. La cosió y la largó a la chancha. Salió disparando la chancha con la vieja bruja encerrada en la bolsa.
Después de salvar a los pasajeros, el Chiquillo se hizo una palomita y se voló pal cielo.

Entré por un zapato roto,
y que usté cuente otro.

Celia Arévalo, 18 años. Guayamba. El Alto. Catamarca, 1951.

Cuento 932. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

No hay comentarios:

Publicar un comentario