Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El muchacho de la burra .850

Ésta era una viejita muy pobre. Todo el capital que tenía era una burra. Un día le dieron a la viejita un niño chiquito. Ella no tenía qué darle al chico, ni de dónde sacar leche. Lo que hizo la viejita, le quitó un burrito que tenía la burra, y lo comenzó a criar al niñito con leche de burra. El niño se crio hasta el tiempo que tuvo que ir a la escuela. Cuando fue a la escuela todos los chicos de la escuela le decían al chico el muchacho de la burra. Él no decía nada, hasta que un día se incomodó y cuando vino de la escuela le preguntó a la madre -él no conocía más madre que la viejita- que si era cierto que él era hijo de una burra. La madre le dijo que no, que era hijo de ella propio, y que no les hiciera juicio a los niños de la escuela. Y todos los chicos le decían:
-¿Qué decís muchacho 'e la burra?
Él les dijo que no le dijieran más así, porque él los iba a embromar. El chico era muy fortacho y gordo. Bué... Un día le avisó al maestro que él no quería que le dijieran el muchacho de la burra. El maestro se reía y le dijo también que no les hiciera juicio. Los niños de la escuela por hacerlo enojar, más le decían el muchacho de la burra. Se enojó un día con uno de los chicos y le pegó una trompada el muchacho de la burra -al otro chico- y lo mató. Al grito de todos los chicos, salió el maestro corriendo y les dijo que qué pasaba. Fue a ver adonde estaba el muchacho de la burra y le dijo que qué había hecho. El muchacho de la burra le contestó que lo había muerto porque ya lo tenían cansado diciendolé el muchacho de la burra. Entonce el maestro se enojó y le dijo que porque si le había dicho el muchacho de la burra, él iba hacer un crimen. Él le dijo que no dijiera dos veces, porque también lo iba a matar a él. Entonces el maestro le volvió a decir, y él lo mató también. Subió a caballo en su burro y trató de darse a la fuga. Fue por una herrería y le dijo al herrero que le hiciera una espada que pesara un quintal. Bué... Al otro día temprano, el herrero se fue a la casa del muchacho de la burra y le llevó la espada que había pedido. Salió el muchacho de la burra y le recibió la espada. El muchacho de la burra la manejaba a la espada como manejaba un tenedor. Bué... Le dijo a la madre que él se iba a ir porque iba a ser perseguido de la policía. Ensilló su burra y tomó viaje. A los tres días que anduvo que encontró un hombre que estaba sentado en un tronco muy grande y le preguntó, que si no había por ahí un pueblo ande trabajar. El hombre se levantó, y le pegó una patada al tronco ande estaba sentado y lo sacó de raíz. Y le dijo que para el lado que se ladió el tronco, había trabajo. El muchacho de la burra le llamó mucho la atención que era un hombre tan fortacho y le dijo, que si no quería que fueran a rodar tierra juntos. Bué... El que estaba sentado en el tronco le dijo qu'él, era con él, con el único que se juntaría, porque había visto en los diarios qu'él era fortacho y que era el muchacho de la burra. El muchacho de la burra le dijo que no dijiera eso dos veces porque lo mataba.
-Güeno -le dijo.
S'hicieron amigos y se jueron juntos. Siguieron los dos. A los seis días encontraron un hombre que estaba arando con unos bueyes, y llegaron y le dijieron que si no sabía adónde había trabajo. El muchacho de la burra le llamó la  atención y lo convidó que jueran juntos. El hombre contestó que con el único que se juntaría era con él porque sabía que era el muchacho de la burra. Él le dijo que no dijiera dos veces porque lo iba a matar. Le dijo que bueno, que él no sabía porque se ofendía. Se fueron los tres. Al otro día temprano encontraron un hombre que venía a toda furia y cayó adónde ellos estaban y les dijo que venía corriendo con el viento.
-Y ya le gani también -dijo y áhi era la raya.
El muchacho de la burra lo convidó a rodar tierra con ellos, y se juieron. Llegaron a la casa de un Rey adonde les habían dicho que áhi ocupaba gente el Rey, pero que estaba de guerra. Llegaron los cuatro a pedir trabajo. El Rey les dijo que si querían entrar en la guerra que él tenía, que les podía pagar cien pesos por día para que pelearan contra los moros que en esos días antes le habían llevado al Rey tres hijas que tenía. El muchacho de la burra, el del tronco y el de los bueyes, aceptaron, y aquel hombre ligerón dijo que no, porque no se encontraba capaz. Entonce le dijo el muchacho de la burra al Rey que si no tenía él algún hombre que fuera ligero, que podían hacer una carrera. Entonce le dijo el Rey que tenía una negra que era muy ligera, que hicieran una carrera. Entonce hicieron la carrera. Jugaron todo lo que tenían. El Rey mandó la negra y al hombre pión del muchacho de la burra. El hombre ligero era un pión del muchacho de la burra. La carrera era de ir a la mar y traer una copa con agua. La negra era bruja. Bué... Salieron corriendo la carrera. El pión del muchacho de la burra la dejó muy lejos para atrás, áhi cerca no más, cuando salieron de la raya. Fue ligero, alzó el agua y pegó la vuelta. Cuando venía a mitad del camino recién la encontró a la negra que iba. Cuando vino a las casas el ligero, la negra tuavía no había llegado. Le ganó muy lejos la carrera.
El muchacho de la burra y el de los bueyes y el del tronco, se ganaron muchos pesos. Bué... El ligero no quiso entrar en la guerra y se fue ya con sus pesos. El muchacho de la burra le pidió al Rey dos espadas como la que él tenía, que pesaran un quintal. Una era para el de los bueyes y otra para el del tronco. Al otro día el Rey los hizo llevar al campo de batalla. El muchacho de la burra y los dos compañeros se pusieron de acuerdo que cuando empezaran a pelear, se pusieran retirados uno de otro, porque las espadas eran muy grandes y podían pelearse entre ellos. Y ya entraron a pelear y a golpear moros todo el día. Esa tarde ya habían quedado poquitos. Dejaron de pelear y dijieron entre ellos que al otro día, antes de las diez, terminaban. Al otro día cuando fueron otra vez al campo de batalla encontraron miles sobre miles. Y así pasó una semana entera. El día sábado, en la noche, el del tronco y el de los bueyes se acostaron a dormir muy cansados y el muchacho de la burra se sentó a pensar que no debían ser tanto los moros, y se puso a mirar para el lado del campo de batalla, y devisó una lucesita que andaba en el campo. Alzó su espada, calladito, y se fue a ver qué era esa luz. Cuando fue allá encontró una viejita con un cuernito en las manos, que se lo pasaba por todas las heridas a los muertos y que así se levantaban vivos los moros. Bué... Llegó él y ya se habían parado muchos moros, y los volvió a matar a todos. Y la agarró a la viejita y la hizo hincar y le preguntó quién era ella y ella le dijo que era la madre de los diablos y le pedía por favor que no la fuera a matar. Él le dijo que le confesara adónde estaban las hijas del Rey. La viejita le dijo que estaban en un galpón que se vía en un bajo, que ahí estaba lleno de cueros de vaca y que había un pozo de balde muy hondo. El muchacho de la burra le preguntó cómo podía hacer para llegar adonde estaban las niñas. La vieja le dijo que tenía que hacer un lazo de todos los cueros de vaca que había en el galpón y un noque, y largarse con una rondana. Cuando le confesó todo eso le quitó él el cuernito de la mano a la vieja y la mató. Al otro día vinieron los tres a ese mismo lugar y había todavía tres o cuatro moros vivos y los terminaron  y se fueron a ver en el galpón. Encontraron los cueros de vaca y el pozo 'e balde. Se pusieron entre los tres a trenzar el lazo y hacer el noque. Echaron dos meses. Tuvieron todo listo y se largó en el noque el del tronco, y dijo el del tronco que cuando él cimbrara la soga, que lo sacaran para arriba porque había peligro. A la mañana temprano lo largaron al del tronco y áhi como a las doce, cimbró la soga de abajo, y los otros lo sacaron arriba. Y les dijo que había ido para abajo hasta donde estaban dos liones peliando, y no se animó a seguir más. Al otro día se fue el de los bueyes a la misma hora. Cimbró la soga otra vez para que lo sacaran y lo sacaron arriba y les dijo cuando se juntó con ellos, que había ido hasta donde estaban dos piedras chocandosé. Al otro día se fue el muchacho de la burra. Llegó ande estaban los liones, les pegó una patada y los mató. Pasó y jue ande estaban las piedras, les pegó una patada y las despachó abajo. Llegó al fondo del piso, ande se terminaba el piso, y llegó a una casa que pa'ande miraba había oro. Abrió una puerta. Áhi estaba la hija mayor del Rey. La niña le dijo que se retirara por favor que él era perdido, que a ella la tenían los diablos y que la cuidaba un chancho muy malo, que tenía una cruz negra en la paleta. A todo eso, el muchacho de la burra sintió unos ruidos como si arrastraran cadenas, y eran los dientes del chancho. Y ya entró a la pieza y se agarraron a peliar. Pelió como una hora hasta que lo mató. Agarró la niña, vino ande 'staba el noque, y la despachó para arriba. Cimbró la soga, y la sacaron. Fue a otra pieza. Encontró la otra niña. A ésta la cuidaba una serpiente con siete cabezas. Siguió peliando. Le cortaba una cabeza a la serpiente y en el aire se volvía a juntar. Pero como Dios le ayudó logró matar a la serpiente. Vino ande 'staba el noque que lo habían vuelto a bajar, y la despachó también. Descansó un rato y siguió buscando la otra niña, que era la menor. Había una pieza muy segura que no la podía abrir. Rompió la puerta y entró. A esa niña la cuidaba el diablo más malo. Cuando entró el muchacho de la burra se agarraron a peliar a cuchillo. Peliaron como una hora adentro y salieron para ajuera, muy cansados los dos. El diablo viejo amagó retroceder para el lado de una laguna de agua que tenía allá, en el otro mundo. Tocando siquiera con un pie el diablo el agua, quedaba muy descansado como si no hubiera peliado. Entonce la niña, le gritó al muchacho de la burra que no lo dejara llegar al agua. Entonce el muchacho de la burra lo comenzó a atajar de aquel lado, hasta que por áhi le cortó un pedazo de oreja y se lo manotió en el aire y se lo metió al bolsillo. El diablo comenzó a ir a menos hasta que se rindió. El muchacho agarró una cadena y lo ató, y se puso a descansar. El diablo le pedía por favor que le entregara el pedazo de oreja. Él no lo atendía. Se jue y habló con la niña y le dijo que la iba a sacar en el noque. La niña era bruja, y le dijo que los compañeros d'él que estaban arriba lo iban a traicionar, que cuando ella saliera en el noque y lo mandaran al noque de vuelta para que subiera él, cuando fuera a la mitada del pozo, l'iban a cortar la soga pa que se matara de un golpe, que no subiera nada en el noque, que para que viera que era cierto, que en vez de subir él que echara una piedra pesada. Que ella le iba a dar una virtú, que en tres palabras que hablara, él iba a subir arriba. La niña le dio un anillo y dijo, que dijiera:
-«Anillo 'e la virtú, por la virtú que Dios me dio, que me saque siete estados para arriba».
La niña la mandó en el noque, y él guardó el anillo. El noque vino de vuelta y él, en vez de subir, echó una piedra pesada, y se puso a escuchar. Al rato no más sintió un ruido. Era la soga que la habían cortado, y la piedra que caiba. Los compañeros habían cortau la soga, como dijo la niña. Llegó la piedra al suelo y se enterró como diez metros para abajo. Él sacó el anillo y tuvo la poca suerte cuando dijo:
-«Anillo 'e la virtú, por la virtú que Dios me dio, que me lleve siete estados para abajo».
Se jue ande estaban unos hombres muy chiquititos, que eran enanos. A él le decían Dios y lo miraban para arriba cuando le querían ver la cara. Ahí anduvo unos ochos días, muy triste. Y el diablo viejo lo iba a buscar siempre; no lo dejaba de molestar para que le entregara el pedazo de oreja. El muchacho de la burra le hizo un trato al diablo viejo. Le dijo que le iba a entregar el pedazo de oreja, si lo sacaba arriba adonde estaban los galpones con cuero de vaca. El diablo viejo le dijo que como no. Qu'él lo iba a llevar. Lo alzó en el hombro, y lo llevó volando, y lo asentó allá. El muchacho de la burra sacó el pedazo de oreja y se lo entregó. Se jue para la casa del Rey. Los otros ya 'staban allá y habían dicho que ellos habían hecho las hazañas. Entonce la hija menor salió llorando y lo encontró, y lo trajo del brazo adonde 'staba el Rey y le dijo al Rey que ése era el hombre que había salvado la vida a las tres niñas. Entonce el Rey lo hizo casar con la niña menor, y a los otros les pagó el dinero que habían ganado por día y los despachó. Yo 'stuve en ese casamiento, había zapallo asado y mate en jarro. Zapatito roto que usté me cuente otro.

José Chaves, 26 años. San Martín. San Luis, 1939.

Buen narrador. Aprendió el cuento de viejos de su comarca.

Cuento 850. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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