Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El cazador .858

Éste era un cazador, güen cazador y valiente, que salió a cazar. En una laguna encontró una paloma asentada en l'agua. Le tira, y se convierte la paloma en una niña bonita, y le dice al cazador:
-Cazador, soy una niña encantada, si sos valiente y bueno y me querís desencantar, tenís que ir a buscar las Altas Murallas. Yo no sé dónde quedan, pero sé que es muy difícil llegar hasta allá -y desapareció la niña.
Quedó triste y pensando, el cazador, y dijo, ¡iré!, y se fue caminando. Caminó, caminó, y vio tres hombres que venían. Se escondió por no tener que verselás con ellos y descuidar el pedido de la niña, pero éstos lo habían visto y se allegaron. Y el cazador se aprontó para tirar, pero éstos le hablaron pidiendolé que los arreglara, que ellos tenían una herencia y no podían ponerse de acuerdo para repartirselá entre los tres, de modo que quedaron de acuerdo. El hombre cazador no quería, pero ellos que eran hermanos, le pidieron por favor, y al fin el cazador los arregló. Se despidieron, tomando cada cual para su lado, pero los hermanos se acordaron que habían sido desatentos con aquel cazador al no pagarle o darle algo por la gauchada y el bien que les había hecho, y se volvieron adonde estaba el cazador y le hablaron que los disculpara porque no le habían pagado el servicio que les había hecho. El cazador les dijo que no cobraba nada y que no se acordaran de eso, pero uno de los hermanos le quiso hecerle un regalo para recuerdo, y le dio un sombrero diciendolé:
-Este sombrero, cuando se lo ponga, no puede verlo nadie.
El otro le regaló unas botas que cuando se las pusiera correría más ligero que el viento, y el otro le dio una piedrita de virtud, que cuando necesitara para cazar, un galgo más ligero que una gama, o un halcón más ligero que una paloma, dijiera: ¡A ver, galgo! ¡A ver, el gavilán!
Se fueron, pero áhi no más se acordó que no les había preguntado dónde quedaban las Altas Murallas, y los llamó y les preguntó. Éstos le dijieron que habían sentido hablar de ese lugar, pero que no sabían para dónde quedaba.
Entonce le dijieron que siguiera no más, que más allá encontraría una viejita al lado del fuego. Que tenía un hijo la viejita muy andariego y que él les podría dar noticias de las Altas Murallas.
Caminó y caminó y encontró el ranchito. Llamó, y la viejita le dijo que se acercara para poderle escuchar. Le dijo el cazador a qué venía, y entonce la viejita le dijo que ella tenía un hijo que sabría, que lo esperara. Y lo hizo sentar diciendolé que no tardaría en llegar el hijo en forma de viento, que no tuviera miedo. Que remolineaba y hacía volar chispas y la hacía quemar, porque era muy malo.
No tardó en divisarse gran polvareda, y dijo la viejita:
-Ya viene.
El hombre se colocó el sombrero que le habían regalado y esperó. En eso llega el viento, entra en el ranchito levantando el fuejo y ceniza y chispas, y la madre le pedía que se calmara, diciéndole que había llegado un hombre que necesitaba hablarlo para pedirle que le dijiera dónde era las Altas Murallas. Quitándose el sombrero que lo hacía invisible, el hombre lo saludó, y el viento le dijo:
-Amigo, las Altas Murallas yo sé donde quedan, pero es muy lejos y muy difícil llegar, porque hay un gigante muy malo y que todo lo tiene escondido, pero yo lo voy a llevar si usted se anima a seguirme. Entonce le contestó el cazador:
-¡Bueno! ¡Vamos!
Se colocó las botas y se fueron. El cazador disparaba más ligero que el viento, y lo esperaba. Hasta que llegaron a un lugar de donde venía otro viento, y que el que lo acompañaba no podía pasar, y le dijo:
-Hasta aquí cazador. Yo no puedo seguir más adelante, pero usted siga y pronto dará con la casa del gigante donde están las Altas Murallas.
Se despidieron y se fue el cazador. Y caminó, y divisó el palacio del gigante. Llegó y vio en una ventana a una niña que tenía cerca una jaula con un hermoso canario, y la saludó. La niña, atenta, le escuchó a lo que venía, y le dijo que sí, que sabía que su padre, el gigante, que era muy malo, pero que no era malo con ella, tenía en sus propiedades las Altas Murallas, pero que ella no las conocía. Que ella lo iba hablar preguntandolé, pero que él tenía que esconderse bien para que sintiera lo que su padre le dijiera. Y así lo hizo el cazador.
Llega el gigante y siempre desconfiado le dijo a la hija que quién había venido. No quería mentir la niña y le  contestó que un hombre, pero que se fue. El gigante pidió que le trajiera una botella de una bebida muy fuerte. Se tomó la botella y buscó al hombre, pero el hombre tenía el sombrero puesto y no lo encontró. Entonces el gigante le dice a la niña:
-Las Altas Murallas están allá, en mis montañas, áhi 'tá mi vida, porque allá hay un árbol, y dentro del árbol una gama, y dentro de la gama una paloma, y dentro de la paloma, un huevo que es mi corazón. Ese árbol sólo lo puede hachar una hacha que yo guardo abajo de mi cama.
El canario hermoso, era la niña encantada que le pidió al cazador que la salvara. El canario, queriendolé ayudar al hombre, le dijo que esperara a que se fuera a dormir el gigante, porque tenía la puerta con llave, y esa llave la tenía sólo él. Y que al abrir la puerta se entrara y sacara el hacha. Así lo hizo, y cuando abrió la puerta áhi no más, entró, sacó la hacha y salió. Caminó muchos días y llegó a las Altas Murallas siempre con el sombrero puesto que no fuera a venir el gigante. Y por fin encontró el árbol, le pegó un hachazo, y saltó una astilla. Vio a la gama, pero si pegaba otro hachazo se le podía escapar. ¿Qué hacer? Con todo cuidado pegó otra vez, y saltó otra astilla, y áhi no más se le escapaba la gama. Se acordó de la piedrita y de las palabras, y dijo: ¡A ver el galgo!, y salió un galgo, más ligero que la gama, y cerquita la tapó, y la mató el cazador. Ahora, para abrirla y poder agarrar la paloma, le corta la panza abriendolé despacito, y con mucho cuidado, pero cuando tira el manotón, se le escapa la paloma. ¡A ver el gavilán!, dice, y sale el gavilán que consigue cazarla a la paloma, y se la trae al cazador... Ya había desaparecido el galgo, y ahora desaparece la paloma, ya muerta, y tiene el güevo adentro. Y abre la paloma y ahí 'tá lo que buscaba, el güevo. Saca el güevo y se le cae al suelo, se rompe, y justo el gigante muere. Corre al palacio el joven, y áhi 'tá la niña que encontró en la laguna. Áhi 'tá también la hija del gigante con su novio. El cazador y la niña encantada, que con el valor y sacrificio del cazador había desencantado, se enamoran los dos. La hija del gigante y el novio se casan y siguen viviendo felices en el palacio. El cazador lleva a la niña encantada al palacio del padre, que era un rey, y, después de unos días también se casan y viven felices.

Domingo Livayza, 60 años. El Lince. La Capital. San Luis, 1950.

El cuento ofrece fusión con motivos del cuento Los tres picos de amor.

Cuento 858. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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