Éste
que era un viejo que tenía una herrería, pero era tan pobre que
todo cuanto encontraba llevaba a su herrería para cuando le fuera
útil. Como era tan juntador de cachivaches se le denominaba Herrero
Miseria.
Un
día Nuestro Señor salió a conquistar almas acompañado de San
Pedro. Iban acompañados en un burro. De repente éste pierde la
herradura. Entonces San Pedro le dice a Nuestro Señor:
-Ahí
hay una herrería, vamos a pedirle al herrero que le coloque la
herradura al burro para poder continuar viaje. Llegaron y cuál no
fue el asombro de los dos viajeros cuando pasaron a la herrería.
Todo era miseria. El viejo herró al burro y cuando terminó los
viajeros le pidieron precio, a lo que el viejo respondió que no
valía nada.
-Bueno
-le dijo Nuestro Señor, para retribuir su generosidá le concederé
tres gracias. Pidamé lo que quiera.
Entonces
San Pedro corrió procurando colocarse detrás de Nuestro Señor,
para hacerle seña al herrero que pida el cielo. El viejo no le hacía
caso y pidió lo que a él le pareció mejor.
La
primera gracia: «Que todo el que se siente en la silla de su casa no
se levante más sin su permiso».
-Concedida
-dijo Jesús.
Un
buen día llegó a la casa de Miseria el diablo mayor a llevarseló.
El dueño de casa estaba muy ocupado y por eso le dijo al visitante
que se sentara hasta que termine el trabajito. Pasó un rato y el
diablo cansado de esperar quiso pararse para irse y no pudo; estaba
pegado a la silla. Entonces Miseria le dijo:
Después
vinieron otros diablos a quererlo llevar a la fuerza, pero Miseria
tranquilamente les dijo que era necesario llevar provisión y les
dijo que fueran al nogal a juntar nueces. En el acto obedecieron y se
pusieron a comer nueces. Una vez hartos quisieron bajar y no
pudieron, pues estaban pegados. Entonces el herrero les hizo prometer
que se irían de inmediato para dejarlos bajar. Así lo prome-tieron
y se fueron.
Cuando
Miseria murió y se fue a golpear la puerta del cielo, sale San
Pedro. Reconoció en seguida al herrero y dice:
Fue
a consultar al libro de las obras buenas y aprovechando que la puerta
del cielo quedó abierta, el viejo Herrero entró y se sentó rápido
en la silla de San Pedro.
Cuando
San Pedro volvió a decirle a Miseria que no estaba anotado, lo
encontró muy sentado en su silla...
Disjustado
fue a darle parte a Dios, y Nuestro Señor le dice:
-¿Y
qué, no recuerdas la tercera gracia que pidió Miseria? Ahora,
Pedro, si Miseria se sentó, no hay quien lo haga levantar...
Antonia
Ercilia Páez. Alto Bayo. General Roca. La Rioja, 1950.
La
narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la
comarca.
Cuento
943. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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