Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Blanca flor .878

Éste era un joven, que tuvo cierto trato con el demonio, y le dijo el diablo que tenía que ir a la casa de él, a tal fecha, más u menos. Pasaron los años. Un trato corto, ¿no? Entonce dice:
-Bueno, me tengo que ir a la casa del diablo. ¡Qué voy hacer!
Charquió un animal. Bien salada la carne, bien preparado el charque. Porque tendría que andar mucho. Sabía algo. Más o menos el nombre le dijo, más o menos donde vivía. Se preparó y se fue con un bastimento para mucho tiempo. Llevaba de todo un poco, ¿no? Llega una tarde a una casa de una señora.
-Decidasé pa donde va yendo -le dice.
-No puede saber si yo no l'hi dicho.
-No, si yo sé. Usté va yendo a la casa 'el diablo.
-Sí, ¿quién li ha dicho?
-No, si yo soy adivina.
-No puede ser.
-Sí, ¡cómo no!, yo se lu hi dicho. Vaya a la casa de él. Basta que vaya allá, le va a dar una niña pa que se case.
-¡Es cierto que sabe! -que dice. Así es. ¿Y cómo si hace pa llegar allá?
-¡Oh!, es muy difícil. Porque acá cerca di adonde yo vivo, hay un arroyo. Tiene que pasalo a ése. Y nu hay quien pase esi arroyo. Tiene que pasalo a ése. Y nu hay quien lo pase.
Son trabas que pone el diablo como para que no lleguen allá. Pero hay una facilidá. Áhi vienen las hijas del diablo. Son tres. Y las tres vienen hechas palomas. Y pasan para este lado. Y áhi se desvisten y se van y se ponen a bañarse en la oría del río aquel. Después que si han bañau, levantan vuelo y se van otra vez. Usté va y las espera. Saque la ropa de la más chiquita de las palomas. Ésa es la Blanca Flor, ¿no? Le escuende un zapato pa que se quede buscando el zapato, y entonce puede hablar con la niña ésta, sola. Y le pide que lu ayude, ¿ve? Le conviersa que li han ofrecíu una niña para casarse y le ruega a ella que lu ayude. Ella lo va ayudar. Ella es capaz di ayudar, las otras no. Las otras son diablas, no más.
Lu hizo así. Todas las semanas tenían un día que se venían a bañar las niñas. El día indicau se jue. Se dejó 'star tapau con basura por áhi, con yuyo. 'Taba bien escondido. Vio ande se sacaban la ropa una y otra. Entonce salieron del baño, se vistieron y se jueron, ¿no? Y dijo que li había ido bien. Había visto ande se sacaba la ropa la palomita más chica, ¿no? Y había indicau que tenían que volver otra vez las aves a bañarse. Ese día 'taba posesionau cerca, ande s'iba a vestir la palomita. Entonce, cuando 'tán bañandosé, estiró la mano y le robó un zapatito, ¿no? Y se dejó 'star tapau con los yuyos, ¿no?
Entró a buscar los zapatos, ella. Se vistió y le faltaba uno, y buscaba, y las otras se fueron. Entonce cuando se fueron las otras dos, le dice:
-Mire, aquí 'stá el zapato. Yo se lu hi escondido. Y quiero que usté mi ayude porque tengo un trato con su padre, que basta que yo llegue a la casa de él, él me da una niña para que me case.
Dice:
-Bueno, yo lo voy ayudar. Si la cosa es así, yo me voy a casar con usté.
Le pidió un anío, la niña, porque en la casa del diablo no había ninguno, ¿no?
Entós la niña le dijo:
-Mire, mi padre le va dar tres trabajos. Lo que le va dar que haga por primera vez, es que le va dar una espiga de maíz pa que se vaya, la desgrane y la siembre. Y al otro día, a la mañana a las doce, le tiene que traer choclos. Se va y la desgrana como le dije. Le va dar herramientas y la espiga nada más.
Entonce llegó.
-Pero, ¡caramba! ¡Así qui ha llegau mi amigo, a mi casa! -le dice el diablo.
-Sí.
-Me parecía que yo no más era diablo. El primer hombre que llega aquí, a mi casa.
-En cumplimiento de lo que me dijo, que me iba a dar una niña para que me casara, basta que llegara a su casa.
-Sí, amigo, así es. Pero usté me tiene que hacer tres trabajos.
Eran como le dijo la niña.
Se jue pa adentro y vino con una espiga de maíz.
-Tome. Usté la lleva a esa espiga de maíz y la va a sembrar en tal parte, en una vertiente que había, nada lejos de ahí -le dio una azada. Y mañana, a las doce usté me va a traer choclos de este maíz mío.
-Bueno, señor.
Se jue. Y entró a cavar despacito, con pocas ganas, un surquito. Y entonce le cae la Blanca Flor.
-¿Ya ha sembrau el maíz?
-No, voy despacito.
-Pero, apuresé. Haga rápido los surcos. Ya vengo yo a sembrar el maíz. Al ratito ya había preparado dos o tres surcos cortos, ¿no?
Y dele agua. Y dele riego a cada rato. Lo riega, y le corta l'agua y lo vuelve a regar.
Nació en seguida no más el maíz. Comenzó a crecer y a crecer. Esa noche no durmió nada, dele regar no más el maíz. Así que para las doce ya había granau, ¿ve? Cuando ya fueron bien las doce, echaron unas espigas hermosas. Cortó una buena brazada de choclos y le trajo. Llegó a las doce.
-Acá 'tán los choclos, señor -le dice muy contento.
-Sí, propiamente son de mi maíz estos choclos -dice el diablo.
L'hizo dar de comer.
-Mañana va a tener que hacer otro trabajo -dice. Se va ir sesenta leguas di acá, le voy a dar un poco de trigo. Lo va a sembrar y va a traer pan, de la cosecha ésa.
-Muy bien, señor.
Ya li había dicho la niña que dijiera bueno, no más.
No le replicó nada, nada.
¡Distancia sesenta legua! ¡Cuándo llegaba el hombre! Le dio un atadito 'e trigo, ¿no?, y al otro día, tempranito, la azada y una bolsa pa que trajiera el pan.
Y siguió viaje el joven. Al poco rato llegó la Blanca Flor hecha una paloma. Y lo levantó a él. En un momento 'tuvo allá.
-Bueno. Rápido cave tierra, mueva tierra. Yo vuá sembrá el trigo.
Movió tierra y sembró el trigo.
-Usté no me vaya a fallar con l'agua. Dele riego y riego y riego. Mañana temprano voy a venir.
Se fue la niña.
-Ya lo va a tener al trigo, y apuresé, y dele, dele.
Viene al otro día temprano la niña. Ya 'taba el trigo para recoger. Rápido marcó un horno la niña.
-¡Y junte leña acá!
Y en seguida a cortar el trigo. Y en un momento lo refregaba la misma niña y él. Y sacó unos pocos granos. Les rendía muchísimo, ¿no? Y formó una conana y una mano. Y así que ahí lo conaron. Y sacó un poco de harina, bastante, en un momento, y ya lu amasó también la niña. El otro brasió el horno y echó una hornada de pan, chiquita, una hornadita poca, unos tres o cuatro pancitos, ¿no? Y en seguida 'stuvieron asaus, ya.
-Éstos los tiene que comer.
-No, qué voy a comer tanto pan.
-No, es que tiene que comer. Comaló.
-Pero si ya hi comíu.
Y la niña dele echar más pan al horno, en un momento.
Y siguió corriendo. Y ya se va acabar todo.
-Bueno, ahora 'tamos bien -dice.
Y en seguida sacaron una hornada de pan que había que echarlo en la bolsa, ¿no?
-Levante su asado.
Y lo levantó rápido, no más. Y se fue. Y alcanzó a llegar un ratito antes de las doce, allá. (¿Y cómo hacía la niña pa salvarse de las otras, que no la viera ninguna? Cómo sería de viva, ¿no?)
Bueno, ya llegaban las doce.
-Esta vuelta ya la erró mi amigo -dice el diablo. Nu ha de ser nada casado con mi hija -dice. ¡Ah! ¡Pucha! ¿Y qué nu es aquel que viene allá? -ya lo miró. ¡La gran siete! ¿Y cómu hace éste? Me parecía que yo solamente era diablo. Pero se ve que hay otro más diablo que yo.
No sabía que la niña lu ayudaba.
Lo probaba al pan.
-Si -dice el diablo-. Este pan es de mi trigo. Muy buen pan.
Pasó. Lo atendieron muy bien. Le dieron de comer.
-Falta otro, mi amigo.
-Sí, pero usté no me dijo que había que hacer estos trabajos. Me dijo que basta que pasara nada más, me daba una hija.
-Ah, no, pero son tres trabajos que me tiene que hacer. Mañana le voy a decir qué es lo que tiene que hacer. Entós le dice al otro día:
-Va tener que ir a tal punto -dice- a la costa del mar. Allá hay una vuelta grande, unas piedras grandes. En esa vuelta, una vez 'tábamos sentados con mi suegra y se le escapó el anío de la mano. Quiero que me traiga ese anío. Y cuando venga ya le voy a dar una niña que se case.
Y él no lu había podido sacar, con ser diablo. Si no que se lo daba a este otro pobre que lo sacara. Tomó bien las noticias adónde era, más u menos. Y siguió viaje. Al tranco sigue. En seguida llega la paloma. Venía hecha paloma la niña. Y lo levantó y jue y lu asienta arriba de las piedras mismas.
-Acá, usté tiene que degollame. Junta las patas, el cogote y las alitas, todo, y degollada, me tira de pedrada pa adentro 'e l'agua. Mañana a las doce, voy a salir acá, con el anío en el pico.
No se animaba casi a degollarla.
-No, no, y ¡ligero! No tiene más qui hacer. Pero no me deje saltar una chispa de sangre.
Con tanta lástima que la degollaba, saltó no más una chispa grande de sangre, ¿no? Pero la mató, como le dijo ella. Cuando 'tuvo muerta la tiró de pedrada a l'agua, ¿no? Anduvo un poco arriba y se bajó para adentro la paloma. ¡Que quedó más triste!
-¡Ahora no tengo quien me ayude! Y ahora si hace matar ella misma -dice.
Bueno... Justamente al otro día, a las doce, sale del agua la palomita y en el pico con un anío. Ése era el anío. Lu agarró más contento.
-¡Suba rápido! -dice, y lu alzó sobre las alas d'ella y voló.
Así que para las doce justas, 'taba esperandoló el diablo:
-¡Hum! ¡Lu erró mi amigo! ¡Es muy difícil!
No lu hi sacau yo, con ser diablo, al anío, qué lo va a sacar él.
Cuando acuerda, ya llegó no más.
-¿Cómo le fue, mi amigo?
-Bien, señor.
-¡Cómo! ¿Sacó el anío?
-Sí, lo saqué.
Se lo presienta. ¡Las iniciales de la suegra!
-¡Y éste es el anío! ¡Éste es!
-Puede llevarlo.
Y va. Lo miran bien y ése era el anío.
Le dijo la niña que lo qu'iba hacer el diablo, era aujeriar la puerta, una puerta de la casa. Y iba a sacar, que cupiera un dedo. Y el diablo iba hacer que cada niña saque un dedo, ahí, para que él elija para casarse. Y lo qui agarró la paloma, cuando la mató, esa gota de sangre, era di un dedo, del dedo mayor de la niña. Entós, la niña iba a sacar ese dedo, y al tocarse, tenía un tajito ahí en el dedo. Para que no escapara, ¿no?, y la elija a ella. Entonce, claro, era la seña que llevaba ella.
Ya el diablo hizo así. Y las tres niñas sacaron el dedo por el aujero de la puerta para que él elija.
El jue, anduvo mirando para un lado y para otro, miraba él. Entonce dice:
-Con la dueña d'este dedo me quiero casar yo.
-¡Bien me parecía! -dice el diablo. 'Tá bien. ¡Cómo no! ¿Cómo se llama esta niña?
-La Blanca Flor -dice. Bueno, con la dueña de este dedo me quiero casar.
Bueno, abrieron la puerta.
Se casaron. Ese día mismo se casaron.
Luego que s'hizo la noche le dice Blanca Flor:
-Mire, vea. Mi madre tiene muy mala intención. Tal vez me va matar. Los vamos a ir.
La vieja 'taba enojada. Y el diablo le decía:
-Pero, qué tanto embromar. Dejalos, si ellos bastante si han mortificau, los pobres. Y a más, que yo l'hi ofrecido eso.
-Que no puede haber matrimonio en mi casa -decía la vieja. ¡Y no puede ser!
Blanca Flor le dice al joven:
-Andate rápido y traete el caballo más flaco que haiga en el corral. Ése es Pensamiento. Una vez que estamos a caballo, ande queramos ir áhi vamos a 'tar al momento.
Fue apurado, y llegó, y le puso el bozal y salió. Por una necesidá justificada, lo volvió al caballo.
-¡Y pa dónde vamos a ir en este esqueleto! -dice.
Agarró un caballo gordo qui había ahí. Y se vino. Ya la niña 'taba lista. Llevó un poquito de ropa, poco no más. Y echó en cada esquina de la casa una escupida, ¿no?
-¡Y la chinita se va! -'taba diciendo la vieja a cada rato.
-Pero, ¡para dónde querís que se vaya, mujer! -le decía el diablo.
Haber sabido igual que se iba, ¿no?
-No, la chinita se me va. ¡Blanca Flor! -pegó el grito.
-¡Mamita! -le gritaba una escupida.
-¿Que nu hais visto qui áhi 'tá? ¡Qué tanto embromar!
-¡Blanca Flor!
-¡Mamita! -le volvía a contestar otra escupida.
-¿Hais visto? ¡La chinita va lejos! -dice.
-Pero, ¡qué tanto embromar! ¿No vis que 'tá áhi? -decía el diablo.
A la cuarta vez que la llamó, contestó despacito la otra escupida.
-¿Hais visto? ¡La chinita va lejos! -y ya se enderezó también y fue a ver. ¿Halo visto que no 'tá? Si ha ido.
-Bueno, dejala que se vaya, ¿no? Demasiado si ha mortificado ese pobre hombre -dice.
-No, porque yo no paso por eso -dice.
Claro, la niña y el mozo disparaban bárbaramente. Pero que le dijo la niña al tiempo de salir:
-Vamos a andar mal, porque no hizo lo que yo le dije. Pero di alguna manera voy a ver si puedo arreglar ya. Vamos andar con muy muchos trompiezos. Si hubiéramos venido en el caballo que yo le dije, esta hora 'tábamos en su casa y mi vieja nu hubiera tenido nada qui hacer ya. La vieja los va a seguir.
Y la vieja ya agarró el freno y se va pal corral.
-¡Rápido! Usté se va hacer un pajarito blanco y yo voy a formar todo. Usté va ir arriba 'el árbol. Tres días lo va apedriar la vieja. Usté no se vaya dejar pegar. Siempre pongasé detrás de un palo. Va permanecer, la vieja, apedriandoló día y noche. Yo me voy hacer una rana, y el apero lo voy hacer una laguna di agua y el caballo lo voy hacer un árbol.
Rápido quedó hecho todo. Y él, hecho un pajarito blanco se subió arriba 'el árbol.
Ya llegó también la vieja. Nu alcanzó a sacarse la ropa y guardala, la niña. Y la había agarrau la vieja la ropa por su cuenta. Y la rana quedó en l'agua abajo de las ráices del árbol. Y la vieja no podía pisar ni con un pie la laguna aquella, ¿no? Daba güelta alrededor, di allá lejos, dele palo y palo, y piedra con el pajarito y no le podía pegar, ¿no? 'Tuvo los tres días como le dijo la niña, exacto. A los tres días si aburrió la vieja y se fue. Entonce le dijo:
-Bueno, el consuelo que me queda es que el primero que lu abrace a tu marido, cuando llegue a su casa, te va olvidar a vos.
Y se jue, la vieja. Cuando ya vido que nu había quedau ninguno, abrió las ramas y quedó convertido como era, el caballo, el apero, y el hombre, todo. Y ella le dice:
-¿Me vais olvidar, vos?
-¡No, no l'olvido nunca!
-Porque mi madre dejó una maldición en contra mía, que cuando ti abrace alguno, al llegar, a tu casa, me vas olvidar.
-No, no me dejo abrazar con nadie.
-Ahora vas a tener que irme a buscar la ropa -había quedau desnuda la niña.
Ya se fue a buscar ropa, el hombre. Cuando llegó allá no se dejó abrazar con nadie. En eso lu ha conocíu un cuzco d'él, y viene corriendo y li abraza una pierna di atrás. ¡Sonó la niña! Como si nunca hubiera tenido nada. La niña 'tá sabiendo lo que pasa ya. Bueno, entonce ya se quedó sola la niña, allá. Como tenía todo poder ella ha buscau ropa, la niña, si ha agenciau ropa con las proporciones de ella y las facilidades que tenía. Se vistió y se vino al pueblo la niña. Buscó la casa di una viejita sola qui había. Le dio hospedaje la viejita. Muy útil esta niña. No salía por ningún lau. A la viejita no le faltaba ninguna cosa. Ya la vistió bien. Le dio el dinero que necesitaba.
Y el joven comenzó a andar por áhi, parando bailes. Y ya movió también por otro lado. Ya comenzó a ser muy próximo el noviajo. Y al año más u menos, se decidió a casarse. Entonce dice la niña:
-Mire, mamá, vamos a ir a esos novios.
-Vaya a saber si nos van aceptar, si no nos han convidau.
-No, sí nos van aceptar muy bien -dice. Vamos a ser muy bien recibidos.
Se preparó la vieja y también se preparó la niña.
Los novios andaban casandosé por ahí.
Ya han llegau a la casa. Las recibieron muy bien. Cuando vinieron los novios pasaron a la primera mesa, la viejita aquella y la niña. Muy desconocida la niña y muy bonita, ¿no? Fue muy bien aceptada.
El joven como si nunca la había visto, como si jamás la hubiera conocido. Olvidado de todo. 'Taba la novia todavía.
Después que 'tán en la mesa, dice la niña:
-Miren, si mi hacen el favor, me juntan todos los güesitos qui haiga de las aves. Les voy hacer una prueba aquí, en presencia de todos.
-¡Bueno! ¡Cómo no!
Todos interesados comenzaron a juntar los güesos, y se los entregaron a ella. Ya cuando terminaron de comer, agarró los güesitos y los apartaba de un lado para otro, y cuando movía las manos se levantó una gallina chiquita y un gaíto, ¿no?, arriba 'e la mesa. La gainita conversaba:
-Gaíto -dice que le dice, ¿ti has olvidau tanto? ¿No ti acordás de tal y tal pasaje? -exacto como era el cuento, como 'toy conversando yo, le decía la gainita al gaíto.
El gallito le contestaba que no. Le volvía a referir lo que decía el cuento que había hecho. El gallito volvía a decir:
-¡Cococó que no me acuerdo!
-¿Pero será posible gallito que no te vas a acordar?
Y la gainita se apuraba y le volvía a decir las cosas del cuento y el gaíto decía:
-¡Cococó que no me acuerdo!
-¿Pero será posible gallito? ¿No te acordás que mi mamá los perseguía, los buscaba para matarlos?
-¡Cocococó... estoy como acordandomé!
-¿Será posible gallito? ¿No te acordás cuando estuviste hecho un pajarito blanco, tres días arriba del árbol, y la vieja estaba apedre-andoté?
-¡Cocococó... que estoy como acordandomé! -decía el gallo.
-Pero, sí gallito -decía, y le decía todo el cuento. ¿Pero, que no te vas a acordar que el caballo estaba hecho un árbol? Y el apero que se había hecho un agua. Y yo estaba hecha una rana abajo de las ráices del árbol. Y yo todavía te estoy esperando. Te juiste a traerme ropa. ¿Te acordás que te dije que no te dejaras abrazar? Y te abrazó un cuzco de la pierna.
-¡Cococó... que ya me acordé también!
Cuando ya se acordó, ya se cayó el gaíto hecho un montoncito de huesos.
Entonces el mozo dijo:
-Entonces, miren, van a disculpar porque yo he sido casado. Soy casado. Y se me había olvidado. Todo lo que ha conversado la gainita ha sido mi pasado y es ésta mi señora.
Así que la recibió a la señora. Y la novia que dijo entonces:
-¡Ha sido casado!
Y ya quedó en nada el fandango ése. Y marchó con la señora y se fue a la casa de la viejita ande estaba. Y entonce la viejita le dijo:
-Lo que es yo, de mi hija no me separo más. ¿Lo acepta?
Le dice al marido:
-¡Cómo no, señora!
-Y yo tampoco no me separo, porque ha sido más madre esta señora que la misma propia madre mía que me ha buscado siempre para matarme. Así que quedó casado con aquella niña Blanca Flor.
La otra quedó en suspenso.

Delfín Prado, 75 años. Cortaderas. Chacabuco. San Luis, 1968.

Viejo campesino originario de la región. Muy buen narrador.

Cuento 878. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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