Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Cairé .914

Que había un hombre que tenía tres hijos.
Y un día los hijos se jueron a rodar tierra. Y el padre cuando los despidió les dio un consejo:
-No despreciar lo viejo por lo mozo, ni lo cierto por lo dudoso.
Llegaron a un lugar ande se dividían dos caminos, uno era viejo, y el otro nuevo.
-Yo voy a tomar por el camino viejo -dijo el menor.
-Nosotros vamos a tomar el camino nuevo; el viejo ha d'estar lleno de pozos -dijieron los mayores.
Entonces dijieron los tres:
-En tal fecha los vamos a juntar en este mismo punto, los vaya como los vaya.
El menor llegó a una estancia y trabajó muy bien.
El mayor llegó en la noche a una tapera. Hizo juego y 'taba áhi cuando del techo le dijieron:
-¿Cairé?
Y áhi no más salió disparando.
Al otro día llegó el del medio, al mismo lugar. Hizo juego y 'taba áhi cuando del techo dijieron:
-¿Cairé?
Salió disparando, muerto 'e mido.
Llegó el mayor a una estancia muy grande y si ocupó. El patrón le dijo que le pagaba toda la plata que quisiera si no s'enojaba. Que si s'enojaba le pegaba una paliza y no le pagaba nada. Y que si el que s'enojaba era el patrón, qu'el le podía pegar la paliza y se llevaba la plata.
Este patrón le dio unos trabajos muy malos y el pión s'enojó. Le dio la paliza y lo despachó.
Al hermano del medio le pasó todo lo mismo.
Cuando se cumplió el plazo se juntaron. Y ya se contaron cómo les había ido. Entonce el menor les dice:
-¿Han visto? Eso les pasa por no seguir el consejo de mi padre. Yo voy a ir ahora para hacerles pagar lo que los han aporriau a ustedes.
Y se jue. Ya llegó a la casa abandonada. Y hizo juego y puso un asau. Entonces le dicen del techo:
-¿Cairé?
-¡Cai! -le dice el joven.
Cayó una pierna de cristiano.
Al rato vuelven a decir:
-¿Cairé?
-¡Cai! -le dice el muchacho.
Cayó otra pierna de cristiano.
Al rato vuelta a decir:
-¿Cairé?
-¡Cai! -dijo el joven.
Cayó el resto del cuerpo di un cristiano, y li hablaron los restos.
-Yo soy un hombre riquísimo qui ando penando. Y agora qu'hi teníu la dicha de dar con un hombre corajudo le voy a entregar mi fortuna.
Y ya le dijo ande tenía unos cántaros con oro y plata. Y le dice:
-Saque los cántaros. Y mandemé a decir tres misas. Por eso ando penando. Y lo demás es para usté. Si me cumple, yo lo voy a ayudar en todo lo que usté haga.
Al día siguiente este joven cumplió con lo que le había dicho el finado. Sacó plata para las misas y dejó lo demás enterrado. Y se jue.
Llegó a la misma estancia que los hermanos y el patrón l'hizo la misma propuesta. Y ya quedaron di acuerdo: el que se enojara, ése iba a perder todo y iba a recibir una paliza. Al día siguiente le dice el patrón:
-Áhi 'tán esos güeyes. Atelós a ese castillo. Que el castillo era una carreta grande. Y va trair leña. Y va con esa perra. Ande se revuelque la perra, áhi se va hacer una montaña, y áhi va a cargar el castillo con leña, y se güelve.
El joven se puso a afilar su hacha. La dejó que cortaba un pelo en el aire. Se jueron. Llegaron a un punto y áhi se revolcó la perra y s'hizo una montaña. Y él comenzó a hachar árboles y llenó el carro y se volvió pa las casas. No le dieron casi ni de comer, en la noche. Le dijo el patrón que al otro día tenía qui hacer lo mismo. Casi si había muerto del sol qui hacía y del trabajo, y encima no le deban de comer.
Al día siguiente ató los güeyes al castillo y se jue. La perra iba adelante. Y como había un bordo, áhi cerca, en cuanto lo traslomó y bajó a una cañadita, le dice a la perra:
-¡Vení, chey, para acá!
Entonce la perra le contestó que no s'iba a volver nada. Y áhi se bajó y la amenazó que l'iba a partir con l'hacha, y la mandó que se revolcara. Y ya se volvió la perra y se revolcó. Y mientra la perra se revolcaba, él ya mató un güey y lo carnió y se puso a hacer un asau. Hachó leña y cargó el carro. Comió y agarró y ató a la perra en lugar del güey. Y agarró a guascazos a la perra y l'obligó a tirar el carro. Y le decía:
-¡Tirá, caráfita! ¡Tirá, caráfita! -y le pegaba por todos lados.
Y, ¡claro!, llegó tempranito a las casas. Cuando vido la perra atada y maltratada en esa forma, que le dice el patrón:
-Pero, ¿pórque mi hais atau la perra? ¿Y pórque la maltratáis así? ¿Y pórque mi hais matau el güey?
-¿Si ha enojau, patrón? -le dice.
-No m'hi enojau, pero no me gusta -les contestó el patrón.
-A mí tampoco mi ha gustau -que le dice el mozo.
Que esta perra era la mujer del patrón, que si hacía perra, y que el patrón le dice:
-¡Cómo hais hecho esto!
-Pero s'hi dau con un hombre malísimo. Mirá en el estau que mi ha dejau. Yo no voy más... -dijo la perra.
Entonce el patrón le cambió el trabajo al pión y le dice:
-Mañana va a ir a sacar leche de las vacas que 'stán en aquél corral. Me va a trair un cántaro lleno de leche.
Que va el joven al otro día. Que las vacas eran malísimas. Y lo mandaban pa que lo mataran. Ya en cuanto entró se le vinieron encima, qu'eran vacas muy bravas. Entonce él se puso con l'hacha. A la vaca que si allegaba le pegaba con l'ojo 'e l'hacha y la tiraba al suelo. Cuando voltió la tercera no más, las otras se pusieron mansitas. Y les sacó leche y trajo el cántaro lleno 'e leche. Y ya cayó a las casas.
-¡Chey! -que le dice la mujer al patrón- ¡no lu han muerto las vacas! Áhi viene. ¿Quién será esti hombre con ese poder?
Al día siguiente lo manda el patrón a domar, y que le dice:
-Güeno. Vayasé a aquel corral a domar aquellas mulas. Entonce se jue al corral. Entonce se le vino encima un macho moro malísimo, a atropellarlo y a cociarlo. Y áhi no más le pegó con el ojo 'el hacha y lo mandó al suelo. Lo dejó morimundo. Al rato lo sacó ajuera del corral, lo ensilló y lo montó. Y el macho salió corriendo derechito, para botarse en una barranca muy profunda qui había. Y entonce él se bajó rápido, li arrancó una oreja y lo largó al macho a la barranca.
Y entonce vino al corral y encontró que todas las mulas 'taban con miedo y las amansó a todas. Y al último, agarró una mulita que 'taba áhi y la sacó al trote p'al campo. Entonce jue a quebrantarla, a lastimarla en la boca, como hacen los domadores cuando los animales son chúcaros y muy malos, y ella le dice:
-No me quebrantís. Yo soy una niña que me tienen encantada los diablos. Tu patrón es un diablo, y la perra que jue con vos es la mujer d'él. El macho moro era el mismo patrón. Los hijos si hacen animales para matarte. Llevame cuando te vas, porque ya los 'stás venciendo a todos.
Ya llegó a la casa y que le dice la mujer al patrón.
-¡Chey, allá viene, no lu han muerto nada las mulas! ¿Y qué hacimos con esti hombre?
-Y... ¡lo tenimos que matar!
-¡Pero, hombre -le dice el patrón- porque me maltratás así los animales! Casi los has muerto a todos.
-¿Si ha enojau, patrón?
-No, pero no me gusta.
-Tampoco me gusta a mí -le dice el joven.
Al día siguiente el patrón lo mandó con una tropa 'e mulas gordas, cargadas con trigo y le dijo que juera a un molino a hacer moler el trigo. Encontró áhi otra tropa de mulas flaquísimas y mal aperadas, que venían con harina. Entonce que le dijo al que venía con la tropa:
-¿Quiere qui hagamos un trato? Yo le doy mi tropa de mulas gordas con trigo y usté me da su tropa flaca con l'harina.
-¡Cómo no! -que le dice el hombre.
Y... ¡qué más quería! Y áhi no más hicieron el trato y él se volvió con las otras mulas.
Cuando el patrón lo vido llegar se puso muy enojau y le dijo que de ánde traiba esas mulas tan flacas y esos aperos tan pobres.
Él le dijo que las había cambiado.
-¿Si ha enojau, patrón?
-No m'hi enojau, pero no mi ha gustau.
-A mí tampoco mi ha gustau.
-Güeno -que le dice- me vas a cernir esta harina. Aquí me vas a echar el afrecho.
Y el mozo en cuanto vido que si acostó el patrón empezó a cernir l'harina por todas partes, por el patio, por los techos. Y al afrecho sí, lu echó como li había señalau el patrón.
Al día siguiente se levanta el patrón y ve esto, y áhi no más dice:
-Pero, hombre, ¡cómo hais hecho esto!
-Y... ¿si ha enojau, patrón?
-No m'hi enojau, pero no mi ha gustau.
-Güeno -le dice, mañana vamos a ir los dos al campo. Tempranito recordame con agua caliente.
El diablo lo iba a sacar para matarlo en el campo. El joven ya si había dau cuenta.
El joven se quedó en la cocina esa noche. Con un poquito di harina que tenía hizo una sopaipilla y tomó mate. A la media noche puso unos tachos con agua al juego. A la madrugada jue y le zampó l'agua hirviendo al diablo y a la diabla, y los despertó, y los asó vivos. Y se enderezó también, furioso el patrón, y insultandoló.
Y que el joven le dice:
-¿Si ha enojau, patrón?
-¡Claro! ¡Cómo no me voy a enojar, si me estoy muriendo, y mi mujer también, quemados vivos!
Y áhi no más lo sacó y lo ató a un árbol, y le dio una biaba que le dejó por muerto.
Y jue y largó todos los animales que tenía encantados el diablo, y él sacó la mulita del corral. Áhi no más s'hizo una niña lindísima, y se jue con ella. Y sacó las bolsas de plata que li había ganau al diablo y los cántaros que li había dau el dijunto. Y así se jue a su casa con una tropa de cargas de plata y oro. Y salvó a la gente di aquellos diablos malísimos. Y todo era porque lo ayudaba l'alma del dijunto que salvó.

Tomasa Muñoz de Leonti, 56 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1943.

Campesina rústica, muy buena narradora.

El cuento es una amalgama de motivos de otros cuentos.

Cuento 914. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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