Que
había un hombre que tenía tres hijos.
Al
otro día llegó el del medio, al mismo lugar. Hizo juego y 'taba áhi
cuando del techo dijieron:
Llegó
el mayor a una estancia muy grande y si ocupó. El patrón le dijo
que le pagaba toda la plata que quisiera si no s'enojaba. Que si
s'enojaba le pegaba una paliza y no le pagaba nada. Y que si el que
s'enojaba era el patrón, qu'el le podía pegar la paliza y se
llevaba la plata.
Cuando
se cumplió el plazo se juntaron. Y ya se contaron cómo les había
ido. Entonce el menor les dice:
-¿Han
visto? Eso les pasa por no seguir el consejo de mi padre. Yo voy a ir
ahora para hacerles pagar lo que los han aporriau a ustedes.
Cayó
el resto del cuerpo di un cristiano, y li hablaron los restos.
-Yo
soy un hombre riquísimo qui ando penando. Y agora qu'hi teníu la
dicha de dar con un hombre corajudo le voy a entregar mi fortuna.
-Saque
los cántaros. Y mandemé a decir tres misas. Por eso ando penando. Y
lo demás es para usté. Si me cumple, yo lo voy a ayudar en todo lo
que usté haga.
Al
día siguiente este joven cumplió con lo que le había dicho el
finado. Sacó plata para las misas y dejó lo demás enterrado. Y se
jue.
Llegó
a la misma estancia que los hermanos y el patrón l'hizo la misma
propuesta. Y ya quedaron di acuerdo: el que se enojara, ése iba a
perder todo y iba a recibir una paliza. Al día siguiente le dice el
patrón:
-Áhi
'tán esos güeyes. Atelós a ese castillo. Que el castillo era una
carreta grande. Y va trair leña. Y va con esa perra. Ande se
revuelque la perra, áhi se va hacer una montaña, y áhi va a cargar
el castillo con leña, y se güelve.
El
joven se puso a afilar su hacha. La dejó que cortaba un pelo en el
aire. Se jueron. Llegaron a un punto y áhi se revolcó la perra y
s'hizo una montaña. Y él comenzó a hachar árboles y llenó el
carro y se volvió pa las casas. No le dieron casi ni de comer, en la
noche. Le dijo el patrón que al otro día tenía qui hacer lo mismo.
Casi si había muerto del sol qui hacía y del trabajo, y encima no
le deban de comer.
Al
día siguiente ató los güeyes al castillo y se jue. La perra iba
adelante. Y como había un bordo, áhi cerca, en cuanto lo traslomó
y bajó a una cañadita, le dice a la perra:
Entonce
la perra le contestó que no s'iba a volver nada. Y áhi se bajó y
la amenazó que l'iba a partir con l'hacha, y la mandó que se
revolcara. Y ya se volvió la perra y se revolcó. Y mientra la perra
se revolcaba, él ya mató un güey y lo carnió y se puso a hacer un
asau. Hachó leña y cargó el carro. Comió y agarró y ató a la
perra en lugar del güey. Y agarró a guascazos a la perra y l'obligó
a tirar el carro. Y le decía:
Y,
¡claro!, llegó tempranito a las casas. Cuando vido la perra atada y
maltratada en esa forma, que le dice el patrón:
-Pero
s'hi dau con un hombre malísimo. Mirá en el estau que mi ha dejau.
Yo no voy más... -dijo la perra.
Entonce
el patrón le cambió el trabajo al pión y le dice:
-Mañana
va a ir a sacar leche de las vacas que 'stán en aquél corral. Me va
a trair un cántaro lleno de leche.
Que
va el joven al otro día. Que las vacas eran malísimas. Y lo
mandaban pa que lo mataran. Ya en cuanto entró se le vinieron
encima, qu'eran vacas muy bravas. Entonce él se puso con l'hacha. A
la vaca que si allegaba le pegaba con l'ojo 'e l'hacha y la tiraba al
suelo. Cuando voltió la tercera no más, las otras se pusieron
mansitas. Y les sacó leche y trajo el cántaro lleno 'e leche. Y ya
cayó a las casas.
-¡Chey!
-que le dice la mujer al patrón- ¡no lu han muerto las vacas! Áhi
viene. ¿Quién será esti hombre con ese poder?
-Güeno.
Vayasé a aquel corral a domar aquellas mulas. Entonce se jue al
corral. Entonce se le vino encima un macho moro malísimo, a
atropellarlo y a cociarlo. Y áhi no más le pegó con el ojo 'el
hacha y lo mandó al suelo. Lo dejó morimundo. Al rato lo sacó
ajuera del corral, lo ensilló y lo montó. Y el macho salió
corriendo derechito, para botarse en una barranca muy profunda qui
había. Y entonce él se bajó rápido, li arrancó una oreja y lo
largó al macho a la barranca.
Y
entonce vino al corral y encontró que todas las mulas 'taban con
miedo y las amansó a todas. Y al último, agarró una mulita que
'taba áhi y la sacó al trote p'al campo. Entonce jue a
quebrantarla, a lastimarla en la boca, como hacen los domadores
cuando los animales son chúcaros y muy malos, y ella le dice:
-No
me quebrantís. Yo soy una niña que me tienen encantada los diablos.
Tu patrón es un diablo, y la perra que jue con vos es la mujer d'él.
El macho moro era el mismo patrón. Los hijos si hacen animales para
matarte. Llevame cuando te vas, porque ya los 'stás venciendo a
todos.
-¡Pero,
hombre -le dice el patrón- porque me maltratás así los animales!
Casi los has muerto a todos.
Al
día siguiente el patrón lo mandó con una tropa 'e mulas gordas,
cargadas con trigo y le dijo que juera a un molino a hacer moler el
trigo. Encontró áhi otra tropa de mulas flaquísimas y mal
aperadas, que venían con harina. Entonce que le dijo al que venía
con la tropa:
-¿Quiere
qui hagamos un trato? Yo le doy mi tropa de mulas gordas con trigo y
usté me da su tropa flaca con l'harina.
Cuando
el patrón lo vido llegar se puso muy enojau y le dijo que de ánde
traiba esas mulas tan flacas y esos aperos tan pobres.
Y
el mozo en cuanto vido que si acostó el patrón empezó a cernir
l'harina por todas partes, por el patio, por los techos. Y al afrecho
sí, lu echó como li había señalau el patrón.
El
joven se quedó en la cocina esa noche. Con un poquito di harina que
tenía hizo una sopaipilla y tomó mate. A la media noche puso unos
tachos con agua al juego. A la madrugada jue y le zampó l'agua
hirviendo al diablo y a la diabla, y los despertó, y los asó vivos.
Y se enderezó también, furioso el patrón, y insultandoló.
Y
jue y largó todos los animales que tenía encantados el diablo, y él
sacó la mulita del corral. Áhi no más s'hizo una niña lindísima,
y se jue con ella. Y sacó las bolsas de plata que li había ganau al
diablo y los cántaros que li había dau el dijunto. Y así se jue a
su casa con una tropa de cargas de plata y oro. Y salvó a la gente
di aquellos diablos malísimos. Y todo era porque lo ayudaba l'alma
del dijunto que salvó.
El
cuento es una amalgama de motivos de otros cuentos.
Cuento
914. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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