Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Antoñito .853

Que había do señore que tenía un solo hijo. El hijo se llamaba Antoñito. Este hijo tenía mucha juerza, como diez hombre junto.
Antoñito le dijo al padre que le mande hacer una espada muy grande y una cadena. El padre gastó y le encargó a la do cosa.
Entonce, lo que le había hecho la espada y la cadena le avisó cuando tenía que vení a levantala. Le dijo que la levantara en un carro, que ni diez hombre no podía levantá eso. Él estaba mirando. Entonce pa mostrale a lo que no pudieron, levantó él solo. De ahí se vino a la casa y le dijo a lo padre que él iba a salir a rodá mundo. Lo padre no quería, se pusieron a llorar. Y él le obligó que le diera permiso, que le pusiera la bendición, que él quería salir. Entonce le dio lo padre, y salió y se jue.
Salió y jue lejo. Seguía por un monte, y se encontró con un hombre que 'taba arando con leone. Le dijo si él quería acompañale hasta donde él seguía. Entonce el hombre le dijo que él no ía a dejar el trabajo por ir con él.
Entonce él, Antoñito, le dijo que a güena o a mala ía a ir con él. Levantó la espada y le dio vuelta con arado y leone. Y se levantó el hombre desfavorido y le dijo que bueno, que le acompañaba. Y le acompañó, se jue de compañero con él.
'Espué, en otro camino, se encontró con otro hombre que 'taba arando con tigre. Y le dijo lo mismo que le dijo el primero. Y él le hizo lo mismo con la espada. Entonce le acompañó ese otro.
Se jueron a un cerro. Entonce, ese cerro, él tenía que partir para ir a Siete Siglos. Era una ciudá que 'taba tre princesa encantada, que le había llevado un gigante.
Cuando llegó a ese cerro, él tenía que trabajá para matá animale y hacé con ese cuero una soga bien larga. Primeramente le dijo al que araba con leone, que se ocupe para hacer la comida para ello. Él se ía con uno y dejaba el otro.
Cuando 'taba el hombre solo con la comida, subía un negro del cerro, y le decía:
-La vida o la comida.
Y el hombre de miedo que lo mate, le decía:
-La comida.
Entonce el negro agarraba la olla de la comida y se perdía. Volvía a entrar al cerro. Y ello quedó sin comida.
Cuando vino Antoñito le contó lo que le había pasado. Entonce el otro hombre dijo:
-A mí no me va a quitar la comida.
Y entonce él quedó y se jueron lo otro. Y él hizo la comida. Y cuando ya 'taba la olla llena de comida salió el negro del cerro y le dijo lo mismo:
-La vida o la comida.
Y el negro daba mucho miedo, y él se asustó como el otro y le dijo:
-La comida.
Y entonce dijo Antoñito:
-Yo me voy a quedar ahora. A mí no me van a quitar la comida.
Se quedó Antonito y preparó la comida. Salió el negro y le dijo:
-La vida o la comida.
Y él le dijo:
-La vida -y se pusieron a pelear.
Cuando agarró la olla y la adentro, él le agarra la espada y le da, y le abre la cabeza y le saca una oreja.
Vienen lo compañero y encuentran comida y le dice que lo corrió al negro, que lo ía a buscar adentro. Y ya tenía el lazo.
Entonce se enlazó y se largó él.
Dejó encargue para cuando él tirara, que tiren la soga, que él tenía que salir, que le saquen.
Bajó. Llegó en la casa de la Princesa. Y salieron ella. Y le dijo qué andaba haciendo, que venía el gigante y lo ía a fundí. Entonce le dijo que le escondiera no más.
Entonce llegó el gigante. Llegó enojado. Decía que había olor a carne humana. La Princesa menor, ésa lo agüenó. Y entonce ella le dijo, si peleaba, que sí le podía vencé. Y él dijo que no porque la vida de él no la tenía en el cuerpo. Y entonce le conversó mucho la Princesa hasta que él dijo el secreto. Entonce él dijo que la vida de él estaba en un árbol, que adentro del árbol estaba un chancho, que adentro del chancho estaba una palomita, que adentro de la palomita estaba un güevo y que ahí 'taba su vida.
Antoñito oyó todo, que estaba escondío ahí y no le podía pelear al gigante porque no le podía matar así. Y se jue a buscar el árbol.
Encontró el árbol y voltió el árbol. Y salió el chancho. Era un chancho muy malo. Le peleó al chancho. Y le mató al chancho, y salió la paloma.
Cuando él voltió el árbol, el gigante se enfermó. Cuando mató al chancho, se puso grave. Y le decía a la Princesa que lo había traicionado, que ía a morí por ella.
Entonce salió la paloma, y con mucho trabajo la mató. Le sacó el güevo y lo rompió. Ahí sacó la vida del gigante, que era una vela, le apagó, y con eso se murió. La vela 'taba ahí ande 'taba el gigante.
Entonce él le trajo a la tre Princesa para hacerle salir. Ató a la mayor y tiró la cuerda. Salió. Ató a la del medio. Le sacó. La menor, que era la má linda, que esa le quería Antoñito, ella le dio un pañuelito y un anillo de virtú. Ella sabía que no le ían a sacá a él, lo otro compañero. Cuando él quisiera salir tenía que decir:
-Siete siglos más arriba -y salía.
Entonce ató a la menor y le sacó. Ya no volvió la cuerda. Lo compañero le dejó adentro. Entonce él se equivocó y dijo:
-Siete siglos más abajo.
Allí se jue siete siglo más abajo.
Llegó a la casa del Rey de todo lo pájaro. Entonce le contó lo que le había pasado a él. Entonce le dijo que había desencantado a la Princesa y tenía que ir al palacio del Rey, del padre de ella. El Rey de lo pájaro le dijo que no sabía, pero que lo soldado de él había de sabé.
El Rey de lo pájaro llamó a todo lo pájaro. A todo lo que llegaba le preguntaba, pero no sabía. 'Espué él reparó la fila de la águila y faltaba una. Entonce ella llegó y dijo que ella se tardó en venir porque en ese palacio 'taba entretenida en el casamiento de la Princesa que habían desencantado.
Entonce el Rey de lo pájaro le dijo que güeno, que tenía que llevar a ese señor a ese lugar.
Entonce Antoñito tuvo que comprar mucha carne, porque el águila comía sólo carne.
Tenía que pasar la mar; Antoñito tenía que ir sobre el águila. Cada vez que el águila pedía carne tenía que dar, si no comía carne no podía volar.
Güeno, se jueron. Cada vez que pedía carne el águila, él le daba. 'Espué se terminó la carne. Y ya ía mal el águila por fundirse. Y ahí le pensó. Se sacó un pedazo de carne de la nalga. Le dio al águila. Y voló con fuerza nuevamente. Cada que le pedía, le tenía que dar. Y el negro, por todo lado donde andaba le pedía la oreja. Él tenía la oreja del negro en el bolsillo. Él le decía que no era tiempo.
Volvió a tener otra vez hambre el águila. Se volvió a sacar otro pedazo de las nalgas, del otro lado. Con ese pedazo fue suficiente. Llegó a tiempo ya. Cuando se baja Antoñito del águila le preguntó qué le pasó. Y él le contesta que cuando no tenía más mantención para ella, él se sacó un pedazo de las nalgas de él. Entonce lanzó los pedazos de las nalgas de él y le pegó por él nuevamente. Y él quedó sano. Y le dejó que le sacara una pluma del ala de ella, porque él tenía que pasar un peligro antes de llegar al palacio. Cuando necesitara tenía que decir:
«Válgame el Rey de las Águilas». Entonces él se volvía con alas.
'Espué, el negro ése era el diablo. Le dijo que si él quería la oreja que le presentara un buen caballo, bien aprendado y un traje de Príncipe.
La Princesa menor, que salió último, quedó muda, de sentimiento, que no era ese hombre que le salvó a ella. Ella le  dijo al padre, que mientra no saliera el hombre que la salvó a ella, ella no se casaba. Y se quedó muda.
Bueno, 'espué le apareció el caballo aprendado, y al caballo siempre le faltaba una oreja, porque era el mismo diablo que se hacía caballo.
Entonce Antoñito pasó por enfrente del palacio de la Princesa y se fue en un almacén que 'taba cerca del palacio. La sirvienta de la Princesa salía en ese momento del almacén y se encontró con ese hombre tan hermoso y tan elegante que ella nunca vio. Y va y le dice a la Princesa eso. Entonce ella de alegre, que se daba cuenta que era él, le dijo que fuera a verle, que le trajiera. Y entonce la sirvienta le trajo al joven. Y la Princesa le reconoció. Entonce le dijo al padre que con ése sí ía a casar, y que él tenía la prueba de ese anillo y ese pañuelito que ella le había dejado. Entonce se casó con ella.
Y entonce castigaron a lo malo compañero, le fundieron.
Y el negro siempre pidiendo la oreja. Entonce para darle la oreja al negro, se jue en el campo, y la puso en la punta de una tacuara larguísima, cosa que el negro la alcanzara cuando se cayera al suelo.
Cuando cayó la tacuara con la oreja, se hizo una explosión, y ahí él quedó salvo.
Y se quedó con la Princesa de él. Y hasta ahora estará si es que es viva.

Silveria Pérez, 42 años. Paso de los Libres. Corrientes, 1952.

Mujer del pueblo. Bilingüe guaraní-español. Buena narradora.

Cuento 853. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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