Condipobre
era un hijo del cerro. No conocía ninguna clase de persona,
únicamente que a la madre. Vivía de la caza, él y la madre. Era un
hombre que para las boliadas no había otro igual. Podía ser el ave
más pequeña, basta para voltiarla tirando las boliadoras. Y para el
lazo, no había ciervo que se vaya. Pero transcurrió tantos años de
cazar, que salió una mañana y ni un pájaro no ha visto volar.
Entonces, como corrió la liebre,
que se morían de hambre él y la madre, al día siguiente volvía a
salir sin conseguir nada para comer, resuelve irse a otros campos más
lejanos. Y la mala suerte fue que se le murió la madre. Al
encontrarse solo, ensilló su bayo, su caballo bayo, y caminó todo
ese día sin encontrar nada que comer. Y el tipo llevaba tres días
corriendolá. Al entrar en un pajonal se levantó una llama, el
animal. Cuanto se levantó, él la ató con las boliadoras, y luego,
poniendolé el lazo en el cogote, se llegó. Y al sacar el cuchillo
para carniarla, le dijo la llama:
Entonces,
Condipobre desconfía por el hambre que tenía. Montó a caballo y le
sacó el lazo. Dio un galope tendido la llama y volvió hacia
Condipobre, y le dijo:
-¿Ves
aquel monte, Condipobre? Hay un lago en el centro del monte. En la
orilla del lago hay un árbol seco. Áhi bajan tres palomas qui andan
en sus primeros encantos. Dos se largan primero, pero vos no te
emocionés, porque al largarse, se revolcarán y se convierten en dos
niñas. Y la última es muy desconfiada. Tienes que esconderte en la
parte que no te vean, porque ésa es la sulca, y para ella bañarse,
da vuelta antes todo el monte, y ve que no vuele ni un pájaro para
bajar a bañarse. Una vez de bañarse, llegá y tomale la ropa. Y no
se la entregués hasta mientras no te dé palabra de casamiento.
Porque ella tiene un tiempo fijado para volar. Pasando de las ocho ya
no puede volar y tendrá que ser tu fiel compañera. Ella tiene un
rol y ésa es la virtud que tiene ella.
Ésta
es la explicación que le dio la llama y entonces Condipobre dejó en
un punto muy lejos su caballo y se fue al lugar donde le dijo la
llama. Y se escondió en el hueco de un árbol. Llegaron las tres
palomas, se asentaron dos en el árbol y la otra siguió volando. Se
largaron a orillas del lago, convirtiendosé las blancas palomas en
dos niñas. Y Condipobre, desde el hueco del palo, no veía la hora,
ansioso, de tomar las ropas a las dos, de ver esas blancas carnes en
comparación de las de él. Pero como se recordaba de lo que le dijo
la llama, estaba sufriendo hasta que se vayan. Luego se fueron y
llegó la otra paloma, o sea la sulca, y se asentó en el árbol. Y
se largó. Cuando se convirtió en niña, pegó el salto y se
zambulló al agua. Cuando se levantó del agua, Condipobre ya tenía
la ropa. Entonce le dijo ella:
Y
Condipobre, ansioso, la tomó de la mano y le entregó la ropa. Pero
él desconfiaba. No quería largarla de la mano para que ella se
vista. La tomó de la mano y se fueron al lugar donde había dejado
el caballo. Llegó y ensilló, y puso las boliadoras, el lazo y el
cuchillo en la cintura. Y la alzó en las ancas. Y volvió hacia su
rancho donde había muerto su madre. Llegó la noche y le dijo:
Y
no se encontró nada que cazar. No había qué comer. Entonces, ella
le pidió a la virtú que le traiga los mejores manjares, y el vino y
mesa para comer. Comieron y luego se acostaron y él le dio la
espalda, porque era un hombre que no conocía más mujer que a la
madre. Transcurrió un tiempo de vivir en esos lugares, y le dijo a
Condipobre:
-Tendremos
que llegarse a un pueblo. Allí donde haiga un juez, para que nos
case, y luego haremos un palacio.
Y
se fueron al pueblo más cercano y se casaron. Ella le dio un anillo
y un pañuelo con unas iniciales de oro. El pañuelo era blanco y en
las iniciales decía: Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores,
en donde no corre el viento ni nace el sol -decía el pañuelo. Y del
otro lado: Me llamo Blanca Azucena, desgracia mía y suerte tuya.
-Tendremos
que irnos allí adonde viva un rey y haremos al frente de la casa del
rey un palacio. Se fueron al pueblo en donde vivía el rey. Hicieron
frente a frente el palacio de ellos. Al frente del balcón tenía
unas rejas enchapadas en oro y Blanca Azucena en las mañanas,
pensativa, se ponía las manos sobre el balcón. Y la miraban las
hijas del rey, y las esclavas. Y las esclavas decían:
Entonces,
sintió una de las hijas del rey, y le dijo al padre que las esclavas
estaban locas por esa mujer del frente. Entonces el Rey mandó sus
vasallos a preguntar con qué orden se hizo ese palacio y quién eran
los que vivían. Entonces le contestó Blanca Azucena que si quería
saber, que venga él personalmente. Vino el Rey. Y ella le dijo que
viniera personalmente para que sepa quién es ella, y la hija de
quién era. Entonces ella le dijo:
-Yo
soy hija de un rey. Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores,
adonde no corre viento ni nace el sol. Hemos sido tres hermanas que
teníamos un poder para volar, y pasando de la hora del poder, no
podíamos volar. Y me estuve bañando en un lago adonde siempre lo
hacíamos. Y en ese lugar se hizo dueño de mis ropas un hijo del
campo que lo conocían por Condipobre. Y él es mi fiel compañero. Y
le dice ella al marido:
-Mirá,
Condipobre, por más cariño que me tengas, no me asustes, porque si
me asustas me volveré paloma y volveré a mi casa, porque la virtú
me permite.
Entonces,
Condipobre, al día siguiente, como le gustaba tanto el campo,
ensilló el caballo y se fue. De allá vino a la tarde y Blanca
Azucena estaba limpiando unos cuadros, y vino Condipobre y la abrazó
de atrás, y le dice:
Y
ella se asustó y se convirtió en paloma, quedando Condipobre con
los brazos amarrados. Y la paloma salió por frente del balcón. Y
con los ojos llenos de lágrimas, Condipobre miró hasta donde se
perdió de vista la paloma. Ensilló el caballo y le dijo a la virtú:
-Quiero
que me digas dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores,
donde no corre el viento ni nace el sol.
Le
contestó la virtú, que en los años de vida que tenía, nunca había
sentido nombrar esa ciudá. Él se puso a llorar y le dijo:
Y
se desapareció. Montó el caballo y se fue hacia la dirección que
voló la paloma. Caminó todo ese día sin comer. No hacía nada más
que llorar. Caminó toda esa noche. Tarde lo venció el cansancio y
se quedó dormido. Cuando se ha despertado, volvió emprender el
viaje. Caminó todo ese día y en la noche llegó a la casa de una
viejita. Y le dijo la viejita:
-Quiero
que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde
no corre el viento ni nace el sol.
Tomó
agua y siguió en dirección que pensaba que podía quedar la Ciudad
de los Tres Picos de Amores. Los ojos llenos de lágrimas, decía,
resuelto, hasta conseguir a Blanca Azucena. Caminó toda esa noche y
al otro día, en la tarde, llegó a la casa de una viejita. Pidió
agua y preguntó:
-Quiero
que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde
no corre el viento ni nace el sol.
Y
la viejita le dijo que en los años de vida que tenía nunca había
sentido nombrar esa Ciudad. Emprendió la marcha y le dijo la
viejita:
-No
se vaya por áhi. Por áhi hay tres gauchos que a quien encuentran lo
matan, porque no hallan jueces que los arregle por los que ellos
pelean. Ellos no pelian por vacas, ni por caballos, ni por plata.
Sólo pelian por un sombrero, un capote viejo, y un par de botas
viejas. Pero, usté se pone las botas y corre más fuerte que el
viento. Y se pone el sombrero y a usté no lo ve nadies. Y si usté
halla un muerto, le pone el capote y lo hace vivir.
Caminó
esa noche. Y al otro día, a la madrugada, se sentían lo que
alegaban por peliar. Y entonces se encontró con los tres gauchos. Y
le dijo uno de los gauchos:
-Nosotros,
porque peliamos por unas herencias. Nosotros no peliamos por plata,
ni por vacas, ni por mulas, sinó por un capote viejo y un par de
botas viejas y un sombrero viejo. Por esas tres prendas peliamos y no
hay juez que nos arregle.
-Me
creo de que ustedes nunca han medido sus caballos y podimos hacer una
carrera. Para el que llegue primero, sea el capote, para el segundo
las botas y para el tercero, el sombrero.
Entonces
dijo un gaucho:
Entonces
se fueron los gauchos al lugar de adonde iban a largar. Y ellos
tenían que igualar. Y el juez iba a ser rayero. Les dijo
Condipobre:
-Cuando
yo haga tres bajadas con el pañuelo -que era el que le había dejado
la señora- parten, no más.
Y
mientras tanto, ellos, iban alegando las prendas. Entonces se colocó
las botas, Condipobre, lió bien el capote, y cuando venían
corriendo, se puso el sombrero y desapareció. Entonces, los gauchos
se pusieron a peliar, porque uno decía:
Y
se quedaron peliando, y Condipobre estaba mirándolos peliar. Y luego
emprendió la marcha. Y comenzó a correr con las botas. Corrió
hasta donde no había más tierra. Y llegó a la orilla del lago, a
un ranchito, a donde estaba llorando una niña. Y le dijo Condipobre:
La
niña, llorando, se fue hacer hervir la pava con agua para dar mate
al forastero. Cuando la niña se fue, Condipobre tapó la viejita
muerta con el capote, y mientras la niña llorando cebaba mate,
apareció la madre viva.
-Quiero
que me diga adónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en
donde no corre viento ni nace el sol.
-Pero,
hijo -le dijo, tengo cuatro hijos, que son tan andariegos, que si no
saben ellos, no hay más quién sepa. Yo soy la madre de los cuatro
vientos, pero usté tendrá que esconderse, porque mis hijos son muy
malos. Ya están llegando.
Y
llegó el del norte. Venía doblando los árboles. Entonces la
viejita lo habló al hijo, al Viento Norte, y le dijo:
-Este
señor es el que me dio vida, y quiere saber dónde queda la Ciudad
de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Entonces
él le contestó que el recorrido de él era muy largo. Que atraviesa
mares y tierras, y nunca había sentido nombrar esa ciudá.
-Por
este señor tengo vida, y él quiere saber dónde queda la Ciudad de
los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Y
también le contestó lo mismo, de que en los años de vida que él
tenía, no había sentido nombrar esa ciudá.
Vino
el viento del sur y le dijo la señora a Condipobre:
-Este
señor me dio vida y quiere saber adónde queda la Ciudá de los Tres
Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Entonces
le dijo el hijo, el Viento Sur, que el recorrido de él era muy largo
y que él la había oído nombrar.
-Hay
una vieja muy floja. Cuando yo voy la jodo. Ella está meta madejar
hilo a la orilla del fuego. Le soplo el fuego y le hago quemar las
patas, y ella dice:
Entonces,
el hijo de la señora, el Viento Sur, por el favor recibido, dijo que
sí lo iba a acompañar.
Condipobre
se puso las dos botas, llevó el capote y comenzaron a correr. Y
comenzó a aumentar la furia el viento. Y Condipobre a correr con sus
botas. Cuando corría con todo lo que daba el viento, el viento le
dijo a Condipobre:
Condipobre
se sacó una bota para poder igualar al compañero. Y en la mitad del
camino le dijo el viento:
Entonces,
el viento sacó un cuchillo, y le dio y le dijo:
-Cuando
lleguemos al rancho y la vieja diga ¡tuy!, Ciudá de los Tres Picos
de Amores, donde no corre viento ni nace el sol, usté le va ejecutar
dónde queda esa Ciudá.
Vino
el viento y le pegó un soplido, y la vieja dijo: ¡tuy! Volvió a
dar otro soplido, el viento, con más rabia, para que diga, y la
quemó. Y entonce dijo:
Volvió
con más fuerza el viento y le derrumbó la cocina y le echó unas
brasas a los pies, y dijo: ¡tuy! Ciudad de los Tres Picos de Amores,
donde no corre viento ni nace el sol. Y apareció Condipobre y le
dijo:
La
señora le dijo que ése es un refrán, pero soy madre de todas las
aves del mundo y les voy a preguntar, si no saben mis hijos nadies
puede saber.
Se
jueron hacia unos árboles que se perdían de vista de tan larga
distancia que tenía la arbolada. Y comenzó a preguntar, la señora,
de la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni
nace el sol. Y preguntando estuvo tres días. Y ninguna solución le
daban hasta terminarse, las aves. Ninguna solución le daban y dijo
la señora:
-Me
falta una águila vieja, que ella anda por una ciudá, que la tratan
muy bien porque no hay otra ave de esa. Ya hace como dos meses que no
viene.
Cuando
estaba diciendo la señora, llega el águila, y le dijo la señora:
-Por
la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni
nace el sol. Hay unos novios.
-Se
casa Blanca Azucena, pero según ella, dice que es casada en otro
lugar. Y ella piensa que una vez de ir al juez a casarlos, va hacer
el certificado que ella es casada.
Al
otro día, a la madrugada, le dio de comer y luego le prepararon los
capones para que lleve. Le colocaron los capones en el cogote. Y le
dijo el águila a Condipobre:
-¡Qué
grande parece el mundo, parece del grandor de una peseta! Pase un
capón para que comamos -dijo el águila.
Al
rato pidió otro. Comió ése y pidió otro. Comió tres al hilo.
-Yo
creo que no vamos a llegar; una vez que me fallen las alas, hechos
ceniza vamos a quedar. Abra los ojos, vea aquel cerro, aquel cerro
dorado que tiene tres picos. Ésa es la Ciudá. Yo creo que no vamos
a llegar, compañero, porque estoy pasada de necesidá.
Condipobre
sacó el cuchillo y se descoyuntó la pierna y le dio que coma. Llegó
el águila, agarrandosé del pico en una piedra del cerro y
Condipobre, agarrandosé del cogote del águila hasta poder subir al
cerro. Subió Condipobre y luego subió el águila, y le dice el
águila:
-¿Ve
ese palacio adonde rinden honores todos los militares y adonde están
todos los pobres? Áhi es la casa de Blanca Azucena. Ahora ya vamos
nosotros.
Entonces
le dijo Condipobre:
El
águila la volvió a la pierna que había comido y lo curó a
Condipobre. Se la puso bien pegada a la pierna. Entonces Condipobre
pidió a la virtú que lo haga un viejito chistoso y canoso, y se
fue. Llegó al palacio y miraban, desde los balcones, y decían:
Otros
opinaban que podría ser unos santos. Entonces se llegó hasta la
guardia y les dijo un chiste. Y dijieron de arriba, del balcón:
Y
Blanca Azucena ya creía que podía ser Condipobre, su esposo, pero
no confesaba nada. Entonces, cuando entró a donde estaba el baile,
se dijo un chiste y le causó mucha gracia al Rey y toda la
concurrencia, y dijo el novio:
Salió
a bailar una zamba, y cuando dio la vuelta, sacó el pañuelo el
viejito, y le hizo ver el pañuelo a la novia.
Entraron
a la pieza y le dijo:
-Porque
me creo tener marido vivo, y está presente, y ese viejito chistoso
que está presente, ése es mi marido. Pero no es viejo, él es
joven.
Y
en seguida se llega hasta los balcones y pidió a la virtú de tener
un caballo que sobresalga de los que tiene el Rey y una espada de
oro. Y el mejor uniforme militar y la mejor montura.
Y
se fue. Allí, en el balcón, estaban las que iban a ser cuñadas, y
dele charlas. Entonces Blanca Azucena lo vio aparecer al militar y
habló al padre y le dijo que si dan honores al militar que venía.
Rindieron honores y entró hacia la galería que se encontraba el
Rey, adonde estaba toda la concurrencia de los novios. Entró el
militar hasta bajo de la galería y Blanca Azucena lo tomó de la
mano. Cuando bajó y le pegó un beso en la frente y les dijo:
-Saquen
el cadáver, que todos los gastos van a mi cuenta. Y sigamos
festejando el acontecimiento -al conocer al nuevo yerno.
Francisco
Salas, 35 años. La Guardia. La Paz. Catamarca, 1952.
El
cuento contiene motivos nuevos para nuestra narrativa.
Cuento
957. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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