Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Condipobre .957

Condipobre era un hijo del cerro. No conocía ninguna clase de persona, únicamente que a la madre. Vivía de la caza, él y la madre. Era un hombre que para las boliadas no había otro igual. Podía ser el ave más pequeña, basta para voltiarla tirando las boliadoras. Y para el lazo, no había ciervo que se vaya. Pero transcurrió tantos años de cazar, que salió una mañana y ni un pájaro no ha visto volar. Entonces, como corrió la liebre, que se morían de hambre él y la madre, al día siguiente volvía a salir sin conseguir nada para comer, resuelve irse a otros campos más lejanos. Y la mala suerte fue que se le murió la madre. Al encontrarse solo, ensilló su bayo, su caballo bayo, y caminó todo ese día sin encontrar nada que comer. Y el tipo llevaba tres días corriendolá. Al entrar en un pajonal se levantó una llama, el animal. Cuanto se levantó, él la ató con las boliadoras, y luego, poniendolé el lazo en el cogote, se llegó. Y al sacar el cuchillo para carniarla, le dijo la llama:
-¡No me mate, Condipobre!
Entonces, Condipobre desconfía por el hambre que tenía. Montó a caballo y le sacó el lazo. Dio un galope tendido la llama y volvió hacia Condipobre, y le dijo:
-No me mate, Condipobre, le daré una virtú.
Se sacudió la llama, y voltiando una aspita que le dijo:
-Tomá esta virtú, Condipobre. Con esta aspita tendrás lo que vos quieras.
Y le dice:
-¿Ves aquel monte, Condipobre? Hay un lago en el centro del monte. En la orilla del lago hay un árbol seco. Áhi bajan tres palomas qui andan en sus primeros encantos. Dos se largan primero, pero vos no te emocionés, porque al largarse, se revolcarán y se convierten en dos niñas. Y la última es muy desconfiada. Tienes que esconderte en la parte que no te vean, porque ésa es la sulca, y para ella bañarse, da vuelta antes todo el monte, y ve que no vuele ni un pájaro para bajar a bañarse. Una vez de bañarse, llegá y tomale la ropa. Y no se la entregués hasta mientras no te dé palabra de casamiento. Porque ella tiene un tiempo fijado para volar. Pasando de las ocho ya no puede volar y tendrá que ser tu fiel compañera. Ella tiene un rol y ésa es la virtud que tiene ella.
Ésta es la explicación que le dio la llama y entonces Condipobre dejó en un punto muy lejos su caballo y se fue al lugar donde le dijo la llama. Y se escondió en el hueco de un árbol. Llegaron las tres palomas, se asentaron dos en el árbol y la otra siguió volando. Se largaron a orillas del lago, convirtiendosé las blancas palomas en dos niñas. Y Condipobre, desde el hueco del palo, no veía la hora, ansioso, de tomar las ropas a las dos, de ver esas blancas carnes en comparación de las de él. Pero como se recordaba de lo que le dijo la llama, estaba sufriendo hasta que se vayan. Luego se fueron y llegó la otra paloma, o sea la sulca, y se asentó en el árbol. Y se largó. Cuando se convirtió en niña, pegó el salto y se zambulló al agua. Cuando se levantó del agua, Condipobre ya tenía la ropa. Entonce le dijo ella:
-¡Entreguemé la ropa, Condipobre!
-Si me da la palabra de casamiento se la entrego.
-No, Condipobre. Pida lo que quiera que le daré. Si quiere, le daré una virtú.
-Déme la palabra de casamiento -le dijo Condipobre.
-¡No, Condipobre!
Y llegaron las ocho, y a esa hora perdía el poder. Y le dijo la niña a Condipobre:
-Soy tu fiel compañera.
Y Condipobre, ansioso, la tomó de la mano y le entregó la ropa. Pero él desconfiaba. No quería largarla de la mano para que ella se vista. La tomó de la mano y se fueron al lugar donde había dejado el caballo. Llegó y ensilló, y puso las boliadoras, el lazo y el cuchillo en la cintura. Y la alzó en las ancas. Y volvió hacia su rancho donde había muerto su madre. Llegó la noche y le dijo:
-¿Qué comemos, Condipobre?
Y no se encontró nada que cazar. No había qué comer. Entonces, ella le pidió a la virtú que le traiga los mejores manjares, y el vino y mesa para comer. Comieron y luego se acostaron y él le dio la espalda, porque era un hombre que no conocía más mujer que a la madre. Transcurrió un tiempo de vivir en esos lugares, y le dijo a Condipobre:
-Tendremos que llegarse a un pueblo. Allí donde haiga un juez, para que nos case, y luego haremos un palacio.
Y se fueron al pueblo más cercano y se casaron. Ella le dio un anillo y un pañuelo con unas iniciales de oro. El pañuelo era blanco y en las iniciales decía: Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre el viento ni nace el sol -decía el pañuelo. Y del otro lado: Me llamo Blanca Azucena, desgracia mía y suerte tuya.
Transcurrieron unos años en el pueblito que se casaron y le dijo:
-Tendremos que irnos allí adonde viva un rey y haremos al frente de la casa del rey un palacio. Se fueron al pueblo en donde vivía el rey. Hicieron frente a frente el palacio de ellos. Al frente del balcón tenía unas rejas enchapadas en oro y Blanca Azucena en las mañanas, pensativa, se ponía las manos sobre el balcón. Y la miraban las hijas del rey, y las esclavas. Y las esclavas decían:
-¡Tan linda la niña del frente!
Entonces, sintió una de las hijas del rey, y le dijo al padre que las esclavas estaban locas por esa mujer del frente. Entonces el Rey mandó sus vasallos a preguntar con qué orden se hizo ese palacio y quién eran los que vivían. Entonces le contestó Blanca Azucena que si quería saber, que venga él personalmente. Vino el Rey. Y ella le dijo que viniera personalmente para que sepa quién es ella, y la hija de quién era. Entonces ella le dijo:
-Yo soy hija de un rey. Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores, adonde no corre viento ni nace el sol. Hemos sido tres hermanas que teníamos un poder para volar, y pasando de la hora del poder, no podíamos volar. Y me estuve bañando en un lago adonde siempre lo hacíamos. Y en ese lugar se hizo dueño de mis ropas un hijo del campo que lo conocían por Condipobre. Y él es mi fiel compañero. Y le dice ella al marido:
-Mirá, Condipobre, por más cariño que me tengas, no me asustes, porque si me asustas me volveré paloma y volveré a mi casa, porque la virtú me permite.
Entonces, Condipobre, al día siguiente, como le gustaba tanto el campo, ensilló el caballo y se fue. De allá vino a la tarde y Blanca Azucena estaba limpiando unos cuadros, y vino Condipobre y la abrazó de atrás, y le dice:
-¡Blanca Azucena!
Y ella se asustó y se convirtió en paloma, quedando Condipobre con los brazos amarrados. Y la paloma salió por frente del balcón. Y con los ojos llenos de lágrimas, Condipobre miró hasta donde se perdió de vista la paloma. Ensilló el caballo y le dijo a la virtú:
-Quiero que me digas dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.
Le contestó la virtú, que en los años de vida que tenía, nunca había sentido nombrar esa ciudá. Él se puso a llorar y le dijo:
-¡Quiero que desaparezca este palacio!
Y se desapareció. Montó el caballo y se fue hacia la dirección que voló la paloma. Caminó todo ese día sin comer. No hacía nada más que llorar. Caminó toda esa noche. Tarde lo venció el cansancio y se quedó dormido. Cuando se ha despertado, volvió emprender el viaje. Caminó todo ese día y en la noche llegó a la casa de una viejita. Y le dijo la viejita:
-¿Quí andás haciendo, hijo?
Y él le dice:
-Quiero que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.
-Hijo -le dijo la viejita, en los años de mi vida hi sentío nombrar esa ciudad.
Tomó agua y siguió en dirección que pensaba que podía quedar la Ciudad de los Tres Picos de Amores. Los ojos llenos de lágrimas, decía, resuelto, hasta conseguir a Blanca Azucena. Caminó toda esa noche y al otro día, en la tarde, llegó a la casa de una viejita. Pidió agua y preguntó:
-Quiero que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.
Y la viejita le dijo que en los años de vida que tenía nunca había sentido nombrar esa Ciudad. Emprendió la marcha y le dijo la viejita:
-No se vaya por áhi. Por áhi hay tres gauchos que a quien encuentran lo matan, porque no hallan jueces que los arregle por los que ellos pelean. Ellos no pelian por vacas, ni por caballos, ni por plata. Sólo pelian por un sombrero, un capote viejo, y un par de botas viejas. Pero, usté se pone las botas y corre más fuerte que el viento. Y se pone el sombrero y a usté no lo ve nadies. Y si usté halla un muerto, le pone el capote y lo hace vivir.
Entonces dijo Condipobre:
-Emprenderé mi marcha por áhi.
Caminó esa noche. Y al otro día, a la madrugada, se sentían lo que alegaban por peliar. Y entonces se encontró con los tres gauchos. Y le dijo uno de los gauchos:
-¿Pa dónde va amigo?
-Voy en busca de Blanca Azucena.
Y entonces le dijo Condipobre quiénes eran los que venían por peliar. Y le dijo uno de ellos:
-Nosotros, porque peliamos por unas herencias. Nosotros no peliamos por plata, ni por vacas, ni por mulas, sinó por un capote viejo y un par de botas viejas y un sombrero viejo. Por esas tres prendas peliamos y no hay juez que nos arregle.
Entonces le dijo Condipobre:
-Me creo de que ustedes nunca han medido sus caballos y podimos hacer una carrera. Para el que llegue primero, sea el capote, para el segundo las botas y para el tercero, el sombrero.
Entonces dijo un gaucho:
-Al cabo himos encontrado al juez que nos va arreglar el asunto.
Y los otros dos han dicho lo mismo.
Entonces se fueron los gauchos al lugar de adonde iban a largar. Y ellos tenían que igualar. Y el juez iba a ser rayero. Les dijo Condipobre:
-Cuando yo haga tres bajadas con el pañuelo -que era el que le había dejado la señora- parten, no más.
Largan la carrera.
Y mientras tanto, ellos, iban alegando las prendas. Entonces se colocó las botas, Condipobre, lió bien el capote, y cuando venían corriendo, se puso el sombrero y desapareció. Entonces, los gauchos se pusieron a peliar, porque uno decía:
-¡Que vos tenís la culpa!
Y el otro:
-¡Porque vos li has avisado!
Y se quedaron peliando, y Condipobre estaba mirándolos peliar. Y luego emprendió la marcha. Y comenzó a correr con las botas. Corrió hasta donde no había más tierra. Y llegó a la orilla del lago, a un ranchito, a donde estaba llorando una niña. Y le dijo Condipobre:
-¿Porque llora, niña?
-¡Cómo no voy a llorar -le dijo la niña- si murió mi madre!
Le dijo Condipobre:
-No llore, niña. Traiga la pava, tomemos mate.
La niña, llorando, se fue hacer hervir la pava con agua para dar mate al forastero. Cuando la niña se fue, Condipobre tapó la viejita muerta con el capote, y mientras la niña llorando cebaba mate, apareció la madre viva.
Le dijo Condipobre:
-Quiero que me diga adónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
La viejita le dijo que en los años de vida que tenía, nunca había sentido nombrar dicha Ciudá.
-Pero, hijo -le dijo, tengo cuatro hijos, que son tan andariegos, que si no saben ellos, no hay más quién sepa. Yo soy la madre de los cuatro vientos, pero usté tendrá que esconderse, porque mis hijos son muy malos. Ya están llegando.
Y llegó el del norte. Venía doblando los árboles. Entonces la viejita lo habló al hijo, al Viento Norte, y le dijo:
-Este señor es el que me dio vida, y quiere saber dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Entonces él le contestó que el recorrido de él era muy largo. Que atraviesa mares y tierras, y nunca había sentido nombrar esa ciudá.
Vino el hijo del naciente, y le dijo la señora:
-Por este señor tengo vida, y él quiere saber dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Y también le contestó lo mismo, de que en los años de vida que él tenía, no había sentido nombrar esa ciudá.
Llegó el viento del poniente y con él ocurrió lo mismo, no sabía nada.
Vino el viento del sur y le dijo la señora a Condipobre:
-Escuendasé bien, porque este hijo es muy malo. Viene voltiando los quebrachos.
Entonce le dice Condipobre:
-Pierda cuidado, señora.
Entonces, la señora apaciguó al hijo, y le dijo:
-Este señor me dio vida y quiere saber adónde queda la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.
Entonces le dijo el hijo, el Viento Sur, que el recorrido de él era muy largo y que él la había oído nombrar.
Que dice:
-Hay una vieja muy floja. Cuando yo voy la jodo. Ella está meta madejar hilo a la orilla del fuego. Le soplo el fuego y le hago quemar las patas, y ella dice:
-¡Tuy!, ¡Tuy!, Ciudá de Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol.
-Pero usté no va a llegar. Tengo quince días de recorrido, corrien-do de día y de noche.
-Y, si usté me quiere acompañar -le dice Condipobre.
Entonces, el hijo de la señora, el Viento Sur, por el favor recibido, dijo que sí lo iba a acompañar.
Condipobre se puso las dos botas, llevó el capote y comenzaron a correr. Y comenzó a aumentar la furia el viento. Y Condipobre a correr con sus botas. Cuando corría con todo lo que daba el viento, el viento le dijo a Condipobre:
-¡Esperemé, compañero!
Condipobre se sacó una bota para poder igualar al compañero. Y en la mitad del camino le dijo el viento:
-¿Lleva cuchillo, compañero?
-No -le dijo Condipobre.
Entonces, el viento sacó un cuchillo, y le dio y le dijo:
-Cuando lleguemos al rancho y la vieja diga ¡tuy!, Ciudá de los Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol, usté le va ejecutar dónde queda esa Ciudá.
Vino el viento y le pegó un soplido, y la vieja dijo: ¡tuy! Volvió a dar otro soplido, el viento, con más rabia, para que diga, y la quemó. Y entonce dijo:
¡Este viento que no deja de joder, ni trabajar deja y la quema a uno!
Volvió con más fuerza el viento y le derrumbó la cocina y le echó unas brasas a los pies, y dijo: ¡tuy! Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol. Y apareció Condipobre y le dijo:
-Quiero que me diga, señora, adónde queda esa Ciudá.
Y la señora le dijo:
-¡Di adónde ha salido este atrevido!
-Me dice, o si no la mato -le dijo Condipobre y sacó el cuchillo.
La señora le dijo que ése es un refrán, pero soy madre de todas las aves del mundo y les voy a preguntar, si no saben mis hijos nadies puede saber.
Se jueron hacia unos árboles que se perdían de vista de tan larga distancia que tenía la arbolada. Y comenzó a preguntar, la señora, de la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol. Y preguntando estuvo tres días. Y ninguna solución le daban hasta terminarse, las aves. Ninguna solución le daban y dijo la señora:
-Me falta una águila vieja, que ella anda por una ciudá, que la tratan muy bien porque no hay otra ave de esa. Ya hace como dos meses que no viene.
Cuando estaba diciendo la señora, llega el águila, y le dijo la señora:
-¿Por dónde has andado pícara, sinvergüenza?
-Por la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol. Hay unos novios.
-¿Y quiénes son? -le dijo Condipobre que le pregunte la señora.
Y ésta le preguntó, y le dijo:
-Se casa Blanca Azucena, pero según ella, dice que es casada en otro lugar. Y ella piensa que una vez de ir al juez a casarlos, va hacer el certificado que ella es casada.
Y le dice la señora:
-¿Y cuántos capones necesitás para poder llegar, que este hombre tiene que llegar hasta ese lugar?
-Tendré que comer unos seis.
-¿Y cuántos necesitás para llevar?
-Seis.
Al otro día, a la madrugada, le dio de comer y luego le prepararon los capones para que lleve. Le colocaron los capones en el cogote. Y le dijo el águila a Condipobre:
-Aquí se va acomodar, señor, para que no me interrumpa el vuelo.
Entonces subió el señor, y le dijo el águila:
-Usté va cerrar los ojos y cuando yo le diga mire, va a mirar.
Remontó vuelo el águila y le dijo:
-¡Qué grande parece el mundo, parece del grandor de una peseta! Pase un capón para que comamos -dijo el águila.
Al rato pidió otro. Comió ése y pidió otro. Comió tres al hilo.
-¡Cierre los ojos! -le dijo el águila a Condipobre y voló un rato.
Y entonces le dice:
-Abra los ojos. ¿Qué le parece el mundo?
-Más chico que una peseta.
-Pase una mitá de capón.
Y luego pidió otra mitá del capón.
-Cierre los ojos -le dijo, y remontó vuelo.
Y le preguntó qué parece el mundo.
-Muy chiquito aparece -le dijo.
-Condipobre, pase otra mitá de capón -le dijo el águila.
Y luego pidió la otra mitá y siguió el vuelo. Y le dijo el águila:
-Yo creo que no vamos a llegar; una vez que me fallen las alas, hechos ceniza vamos a quedar. Abra los ojos, vea aquel cerro, aquel cerro dorado que tiene tres picos. Ésa es la Ciudá. Yo creo que no vamos a llegar, compañero, porque estoy pasada de necesidá.
Condipobre sacó el cuchillo y se descoyuntó la pierna y le dio que coma. Llegó el águila, agarrandosé del pico en una piedra del cerro y Condipobre, agarrandosé del cogote del águila hasta poder subir al cerro. Subió Condipobre y luego subió el águila, y le dice el águila:
-Yo creía no vivir más.
Entonces le dice el águila a Condipobre:
-¿Ve ese palacio adonde rinden honores todos los militares y adonde están todos los pobres? Áhi es la casa de Blanca Azucena. Ahora ya vamos nosotros.
Entonces le dijo Condipobre:
-¿Y qué me hago rengo?
El águila la volvió a la pierna que había comido y lo curó a Condipobre. Se la puso bien pegada a la pierna. Entonces Condipobre pidió a la virtú que lo haga un viejito chistoso y canoso, y se fue. Llegó al palacio y miraban, desde los balcones, y decían:
Otros opinaban que podría ser unos santos. Entonces se llegó hasta la guardia y les dijo un chiste. Y dijieron de arriba, del balcón:
-Hagan pasar ese viejito.
Y Blanca Azucena ya creía que podía ser Condipobre, su esposo, pero no confesaba nada. Entonces, cuando entró a donde estaba el baile, se dijo un chiste y le causó mucha gracia al Rey y toda la concurrencia, y dijo el novio:
-Que baile el viejito.
Y todos aplaudieron.
-Que baile con la novia.
Salió a bailar una zamba, y cuando dio la vuelta, sacó el pañuelo el viejito, y le hizo ver el pañuelo a la novia.
En la segunda parte, la novia le pegó un beso en la frente.
Entonces dijo la novia al Rey:
-Permita una palabra, papá.
Entraron a la pieza y el novio quiso acompañarlos, y le dijo la novia:
-Usté se queda, que son cosas particulares.
Entraron a la pieza y le dijo:
-Padre, yo no me caso.
-¿Por qué no te casas, hija?
-Porque me creo tener marido vivo, y está presente, y ese viejito chistoso que está presente, ése es mi marido. Pero no es viejo, él es joven.
Entonces dijo el Rey:
-Hacelo pasar.
Lo hizo pasar y le dijo el Rey:
-¿Quién es usted?
Y él le contestó:
-Yo soy Condipobre, el fiel compañero de Blanca Azucena.
Entonces el Rey dijo:
-Tendremos que festejar el conocimiento del yerno.
Y dijo Condipobre, que él en seguida iba a volver.
Y le dijo a ella, que frente a los balcones, que lo iba a ver cuando vega vestido de militar.
Se fue y le decían a Condipobre:
-No te vayas, viejito. Andate a la cocina. Allá hay carne asada, empanadas.
Y el viejo se fue sin dar importancia a lo que decían.
Se fue Condipobre al lugar donde dejó el águila, llegó y le dijo:
-Usté no volverá más a sus tierras. Lo que quiera va a tener.
Y en seguida se llega hasta los balcones y pidió a la virtú de tener un caballo que sobresalga de los que tiene el Rey y una espada de oro. Y el mejor uniforme militar y la mejor montura.
Y se fue. Allí, en el balcón, estaban las que iban a ser cuñadas, y dele charlas. Entonces Blanca Azucena lo vio aparecer al militar y habló al padre y le dijo que si dan honores al militar que venía. Rindieron honores y entró hacia la galería que se encontraba el Rey, adonde estaba toda la concurrencia de los novios. Entró el militar hasta bajo de la galería y Blanca Azucena lo tomó de la mano. Cuando bajó y le pegó un beso en la frente y les dijo:
-Éste es mi marido.
Entonces el novio se pegó un tiro. Y dijo el Rey:
-Saquen el cadáver, que todos los gastos van a mi cuenta. Y sigamos festejando el acontecimiento -al conocer al nuevo yerno.

Francisco Salas, 35 años. La Guardia. La Paz. Catamarca, 1952.

El cuento contiene motivos nuevos para nuestra narrativa.

Cuento 957. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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