Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El chiquito de la fuerza .910

Sucede que una vez había una vieja flaca y fiera, que vivía en un molino muy viejo, que era del Rey Tuerto.
Güeno, este... y di áhi la vieja nu hallaba cómo agenciarse un hijo. Un güen diya le pidió al santo de su devoción que le diera un hijo en alguna forma.
Entós, este... al otro diya se levantó la vieja muy temprano y se jue pal riyo a juntar arena gruesa pa la torta. 'Taba juntando arena cuando viene una espina di árbol y se le entierra hasta la grasita en la rodilla. Al ratito no más se le empieza a hinchar la rodilla. La vieja lloraba a moco tendiu de dolor, y se vino hasta las casas y si acostó.
La rodilla de la vieja se le siguió hinchando. Esa noche no durmió de dolor. Al otro diya, ante qui aclare, cuando el diya venía crespito, se levantó a hacer la necesidá. Entós sintió un dolor más grande y que se li abría la hinchazón. Entós siente una voz gruesa, que le dice:
-Mama, deme torta que tengo hambre.
La viejita miraba pa todos laus y no vía a naide.
Pero otra vez le dice la voz:
-Soy hijo suyo, mama, y me llamo Chiquito de la Juerza.
Entós miró y vio entre los yuyos un niñito recién nacido, claro, que lu había tenido por la rodilla. Y ya había nacíu tan adelantau qui hablaba y comía como un niño grande. Entós, muy contenta de este milagro lu alzó y se lo llevó pa su cuarto y lu envolvió con los trapitos que tenía, y unas lanas, y lo puso en su cama.
El Chiquito 'e la Juerza pegó una hinchada y le dijo a la vieja:
-Mama, no me venga con meterme en la cama, y pase un pedazo 'e torta; pasemé una güena troncha porque tengo hambre.
Se la pasa a la torta y di una sola mordiscada se la come. Y ya se vía que crecía por minutos.
Entós la viejita se asustó más mucho, ¡la pucha!, y el Chiquito le dijo:
-Yo soy un hombre grande y me guá ir pasau mañana a rodar tierra, pa trairle algo a usté, pa ayudarla, pa eso soy su hijo. Así que preparemé desde ya el bastimento.
La viejita se puso a llorar de ver su mala suerte que había teníu un hijo después de tantos años y a los tres días de nacido la dejaba.
Güeno, llegó el tercer día, y el Chiquito montó un cabro macho. Le pidió la bendición a su mama y se jue por un camino que iba al pueblo del Rey Tuerto.
Cuando había caminau, montau el chivato, un día y dos noches, llegó a unos caserones viejos, abandonáus. Desensilló, buscó ande podía dormir, arregló la cama con el apero y si acostó a dormir.
Cuando pasó un rato, después del primer sueño, sintió que la tierra se le estremecía igual que cuando está temblando. Se dispertó y vio que un enorme gigante le estaba por poner una pata encima y matarlo. Pegó un salto, y en esto que se montó en la panza del gigante y le empezó a dejar cair cachetadas por las carretillas, por todos los lados. Por áhi vino y se refaló y le sonó el traste en el suelo. Entós sale corriendo y agarra del recau la cincha y le simpó un chirlo en todito el costillar y lo cortó por medio, pero el cuerpo del gigante se volvió a pegar. El caso era cortarle la oreja zurda y recién podía morir el gigante. Visto y haciendo le aplicó otro chirlo y cayó el gigante al suelo. Refaló el ala 'e buitrey l'hizo un corte en la oreja zurda, y el grandote no se levantó más. La peleya mortal, ¡la pucha!, l'hizo dar un hambre bárbaro al Chiquito y salió a buscar comida.
Salió el Chiquito pa juera y vido un potrero lleno de novillitos que estaban miando grasita de gordos, y allá se jue. Le pegó un azote a uno, y al suelo; le dio otro azote a otro, y de espalditas cayó. Así hizo hasta que cuerió cinco novillos. Los alzó y los llevó pa las casas.
Buscó ande asar la carne y se ganó en una cocina vieja de este caserón. Áhi hizo un gran juego y puso a asar los novillos. Al rato ya 'taban y los empezó a comer. Iba por los tres, cuando siente una voz del techo que le dice:
-¿Cairé?
El Chiquito para la oreja. Al ratito vuelta otra vez la voz.
-¿Cairé? ¿Cairé?
Y entós el Chiquito que no tenía miedo a nada le dice:
-¡Cai, por los diantres, qué ti has creido!
Entós cayó del techo una bolsa 'e güesos y se empezó a formar una ánima grandotaza, puros güesitos la pobre, y le dice:
-No si asuste, señor.
Y el Chiquito le contesta:
-A mí no me asustan güesitos. Y pa que viás, comé carne que 'tás muy flaca.
Y áhi se sentó el esqueleto y empezó a comer. Y comía y comía la ánima y no se llenaba nunca.
Al Chiquito le dio rabia y le tocó la panza, y nada. Cuando mira pal suelo y ve los altos de carne mascada que le pasaban de largo a la ánima. Entonce le dice:
-¡Bandida!, me'tás botando la carne.
Y áhi le pone unos azotes, y la desparece de otro. Entonces habla la ánima y le dice:
-Sois el primer hombre valiente qui ha pasau por acá. Yo soy la hija mayor del Rey Tuerto y estoy encantada por una bruja por orden del gigante que vos mataste. Si me desencantáis me casaré con vos y te daré bolsas di oro y plata, y lo que más querás. La condición es que tenís que buscar la agua del pozo de los siete liones. Son los liones más malos qui hay en la tierra y rociarme los güesitos aquí, en esta cocina a los cuatro días y cinco noches desde agora.
La cosa si iba poniendo fiera pal Chiquito, y le dice a la ánima:
-Qué me guá casar con güesos yo.
Y el ánima le contesta:
-Yo soy una niña joven y güena moza, y soy muy rica y alhajita, paque viás. Y pa prueba, en este rincón di áhi hay un cántaro llenito di oro pal que me desencante.
Y el Chiquito buscó y halló el cántaro, y dijo:
-Ya la cosa se 'tá poniendo linda. Güeno, agora te creo. Andate, dejame descansar y mañana gua hacer la diligencia.
Dicho esto, la ánima se despareció y el Chiquito si acostó a dormir.
Al otro diya se levantó temprano, aperó su chivito y salió en busca del pozo de los siete liones, los más malos del mundo.
Después que había andado mucho, encontró en el camino un viejito que 'taba casi muerto di hambre. Le dio de todo lo que él llevaba y conversó con el viejito, y cuando se iba a despedir le dice el viejito:
-¿Y pánde se va mi amito?
-Yo guá a buscar la agua del Pozo de los siete liones malos. Y pa pior, ni sé ánde queda.
Entós le dice el viejito:
-Mire, joven, yo le digo pa su bien, los qui han ido pa allá nu han güelto más.
Y entós le contesta:
-Yo gua ir y gua volver.
Entós le dice el viejito:
-Y güeno, si es tan valiente, dejemé que le dé unos consejos. Cuando llegue, aguaite de lejo primero. Si los liones están con los ojos abiertos, es porque 'tan durmiendo; si 'tán con los ojos cerra-dos, es porque 'tan dispiertos. Ante de pasar el último cerro grande qui hay en el camino, va a encontrar un algarrobo muy alto y coposo. En ese algarrobo va 'tar un cóndor tuerto y rengo. Preguntelé a ese cóndor qui ánde queda el pozo de los siete liones malos, y le va a decir, porque es el único que sabe.
Y güeno, y de áhi se despidieron y cada uno tomó su camino.
Siguió en su chivo el Chiquito. Pasaron unos cuantos diyas de viaje y por fin el Chiquito topó con el algarrobo grande, y en las últimas ramas 'taba el cóndor. Entós el Chiquito le preguntó:
-¿Vos sois el cóndor tuerto y rengo?
Y el cóndor le contestó:
-El mismo que estáis viendo.
-Bajate, entós, pa que conversemos.
Y el cóndor se bajó y le dijo el Chiquito:
-¿Qué tal ti halláis pa que me llevís al Pozo de los siete liones malos?
Y entós le dice el cóndor que 'taba güeno. Y diciendo y haciendo, le dice:
-Cerró los ojos y montó en mis alas. Y no vais abrir los ojos porque te volverís sapo y di áhi nu hay quien te salve.
Montó el Chiquito y después de mucho volar si asentó en la punta di un cerro y le dice:
-Abrí los ojos, ya 'tamos en el pozo de los siete liones.
Abrió los ojos el Chiquito y vio que los liones 'taban con los ojos abiertos y entós atropelló con una bota en la mano. Llegó despacito y se agachó a sacar agua, cuando, ¡hijito 'e mi alma!, se dispertaron los liones y lu encerraron a comerlo al Chiquito. El chiquito agarró al primer lión que se le allegó del cogote, y con ése les pegó a los otros y los mató a todos, menos a uno, que pa que muriera había que sacarle un cormillo di oro que tenía junto al tronco 'e la lengua. Entós se puso a peliar con el del cormillo di oro que era el más malo. La batalla era muy grande y ya el Chiquito 'taba muy mal, y el lión en lo mejor. Entós vino el cóndor  tuerto y le empezó a picar el ocote al lión, mientras le decía al Chiquito:
-Sacale el cormillo di oro porque sinó no va a morir nunca.
Y le seguía picando con más juerza el cóndor al lión. El lión pegaba unos bramidos muy juertes de dolor y de rabia, y en una de esas qui abrió la boca el Chiquito aprovechó y le pegó una pedrada tan grande, que le hizo volar el cormillo al lión. Entós el lión cayó muerto. Sacaron la agua y pegaron la güelta, volviendo al algarrobo. Entós el cóndor le dice:
-Hasta aquí no más li acompaño.
Y áhi se despareció sin que el Chiquito pueda darle las gracias. Entós vido que venía el chivato. Lo montó y se fueron a los caserones viejos del finau gigante.
Después di unos días de viaje llegó el Chiquito a los caserones. Mató diez novillos pa comer porque tenía mucho hambre. Hizo juego en la cocina y los puso a asar. En lo mejor que 'taba comiendo, dice una voz en el techo:
-¿Cairé? ¿Cairé?
Entós contesta el Chiquito:
-Cai, que ya hi traido la agua del Pozo de los siete liones pa rociarte.
Cayó la bolsa de güesos y el Chiquito lo roció con la agua del Pozo de los siete liones y como un milagro, se cambiaron los güesos en la niña más bonita y mejor vestida que nunca vieron los ojos del Chiquito.
Al Chiquito lo sorprendió tanto todo, que le dio un desmayo del que volvió cuando 'taba aclarando. La niña, que era una princesa, lo cuidaba, y cuando ya volvió en sí y salió el sol, él se levantó, y del brazo de la Princesa salió pa ajuera. Lo primero que vido entós, jue a su máma, que era tuerta y que estaba al lado del Rey Tuerto, y había muchos soldados y curas. Y áhi 'taban también muchos caballos cargados con petacas di oro y plata. Y también había mucha gente muy principal del reinado de este Rey. Y claro, todo era para festejar al Chiquito qui había desencantado a la Princesa y había salvau al reino del gigante que los tenía dominados. Y los caserones también si habían vuelto a lo que eran, un gran palacio todo di oro y plata.
Entós ya se preparó la boda y vino un cura y los casó. Y si hicieron grandes fiestas. Y jueron muy felices y vivieron muchos años.

Y pasé por una zapatito roto
pa que me cuenten otro.

Carmen Caliva, 65 años. El Alto Huaco. Jáchal. San Juan, 1940.

Lugareña rústica. Buena narradora.

Al cuento tradicional se han interpolado motivos que parecen de creación comarcana.

Cuento 910. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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