Una
vez que había un rey que tenía un caballo y un hombre para
cuidarlo. El cuidador debía lavar el caballo con jabón en el agua
de un pozo. Pero el Rey le avisó que no debía meter la mano en el
agua, ojalita se
le cayera el jabón, sinó que debía llamarlo a él.
Pero
un día el hombre cuando se le cayó el jabón, no le hizo juicio al
Rey y metió la mano adentro del pozo, y se le volvió di oro. Cuando
el Rey lo vio, le cortó la mano por desobediente.
Varias
veces se volvió a cair el jabón al pozo. Una vez al meter la cabeza
para sacarlo se le volvió di oro, y por miedo de que se la hache el
Rey, el hombre se disparó en su caballo, pero el Rey tenía un viejo
que era adivino, y le dijo que lo buscara en cierto lugar. Llegó
allí el Rey, pero como el caballo del hombre era también adivino,
pegó un relincho y se convirtió en un perro y el hombre en un niño
chico. Entonces se volvió el Rey a las casas. Le contó al adivino y
éste le dijo que ese niño y ese perro eran los que buscaba, que
fuera, que los iba a encontrar.
Se
jue el Rey adonde le 'bía dicho el adivino y no encontró más que
un águila y un carancho.
Se
volvió de nuevo a las casas. El adivino le dijo qu'el carancho y el
águila eran el hombre y el caballo. Que fuera más allíta que los
iba a encontrar. Volvió a irse el Rey adonde lo 'bía mandau el
viejo y en ese lugar encontró nada más que dos osamentas. Y cansado
de tanto dar vuelta se volvió para siempre a las casas. Las dos
osamentas eran el hombre y el caballo. Y así se salvó el hombre.
Odila
Escudero, 14 años. La Callana. General Roca. La Rioja, 1950.
La
niña, buena narradora, aprendió el cuento de su padre.
Cuento
886. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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