Había
una vez un hombre muy rico que tenía una estancia, y murió. Al poco
tiempo empezó asustar, en la casa. La casa quedó deshabitada y
cuando algún pasajero llegaba a descansar, sentía una voz ronca que
decía:
Pero
una vez fue uno corajudo. Éste había hecho fuego en la cocina y se
puso a asar un churrasco en un ensartador de palo, en una punta le
puso una piegra y de la otra la tenía él.
Bueno,
y así iban caendo los miembros, y cuando cayó el cuerpo, dijo:
Él
contestó que no. Y como en esta estancia había mucha hacienda del
que murió porque no había teníu familia, le dijo al pasajero:
Bueno,
entraron en una pieza y le indicó que abra una caja grande. Adentro
d'ésta había otra, y que recién al otro día la abriera, le dijo.
Éste,
después, le dijo, que en agradecimiento por haberlo sacau de penas,
le dejaba toda la estancia y si ha disparau. Como el tipo era tan
corajudo no esperó que amaneciera para abrir la cajita, y cuando la
abrió, recibió una sospresa tan grande, que cayó desmayau,
despertandosé al otro día, sin saber explicar lo que le pasó. Y
desde entós quedó el hombre más cobarde de la tierra, pero nunca
más espantaron en la estancia.
Cuento
906. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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