Dice
que había un señor que tenía tres hijos. El mayor, el menor y el
Chiquillo, juguetón, inquieto. Los dos mayores, dice, de ver la
pobreza en que vivían salen a rodar tierra. Y el Chiquillo dice.
Habían
ido lejos, dice, los hombres y ya lu habían visto al Chiquillo, al
otro día. Había caminau toda esa noche y al otro día los había
alcanzáu. Lu habían castigado pero ya no había cómo volverlo.
Habían
llegado, dice, a una casa grande. Salió una señora con tres chicas
hermosas, a cual más linda. Les habían dado de comer, arroz blanco,
dice. Y después, que les dice la señora:
Los
había hecho acostar, al mayor con la hija mayor, al menor con la
menor y al Chiquillo, con la shulca.
Más
tarde, cuando si habían dormido los hermanos, había ido la vieja y
les había colocado un gorro di oro a cada una de las niñas.
Si
había levantau el Chiquillo, les había sacau el gorro a las niñas,
si había puesto él uno y les había puesto a los hermanos los
otros.
Más
tarde es que había venido la vieja, los cazó del jopo y les metió
¡taj! con un machete a los que no tenían gorro. La había
decapitado a las tres hijas, crendo que eran los jóvenes.
Dice
que había un río que era límite, para el otro lado los dominios de
un rey católico y para acá los dominios que había establecido la
vieja bruja. Cuando iban llegando que dice:
-¡Apuremos!,
ya viene la vieja bruja -que dice el Chiquillo; y es que la vieja,
cuando si había recordado, había visto las hijas degolladas y que
dice:
Había
tenido un chancho, dice, lu había sacado de la pesebrera, había
subido en el chancho, y agarró una espada grandísima y los siguió.
-Tal
vez que sí,
tal
vez que no,
tal
vez por vos.
Si
habían ido. Y ha vuelto la vieja, llorando, muy triste. Había
quedado, dice, sin hijas, pero para no desperdiciarlas, dice, las
había hecho hervir. Tenía fiambre para rato, como bruja.
Siguieron
y llegaron al palacio de un rey y pidieron trabajo. Les dieron
trabajo y al Chiquillo lo pusieron a cuidar los gansos.
El
Rey tenía una hija y la Princesa se empeñó en hablar con el
Chiquillo que era muy lindo y educado.
Y
bueno, en eso, ya la niña si había enamorado del Chiquillo y él de
ella. Pero como no correspondía un noviazgo entre un cuidador de
gansos y una princesa, los vigilaban. Ya la niña pasiaba casi todos
los días por áhi. Conversaba con el Chiquillo.
Ya
los hermanos del Chiquillo, celosos, que le dicen al Rey que el
Chiquillo ha dicho y si ha dejado decir, que era capaz de ir y
robarle la colcha campanillas di oro de la vieja bruja.
Si
había ido el Chiquillo muy triste. Si había sentau a llorar en la
orilla del río. En eso dice que había veníu, dice, una viejita,
dice, vestida de luto.
-Vea
lo que me pasa -dice. Que mis hermanos li han dicho al Rey esto y
esti otro. ¡Y qué lo voy hacer!
-Ve
-que le dice-, yo te voy a enseñar cómo vas hacer. Tomá -que le
dice. Le había dado un pedazo de pan y unas galletas
riquísimas y una botella de vino dulce-. Ve, la vieja tiene un loro
adivino. Vos vas a ir... -y li ha dado todas las instrucciones cómo
iba hacer.
Ya
corta el Chiquillo el pan. Había echau el vino y había sopau el pon
y las galletitas. Li hacía señas:
Había
entrau el Chiquillo. Dice que la vieja tenía un gato muy juguetón.
Le gustaba ir a jugar con las campanillas di oro de la colcha.
-Ve,
en aquella pieza hay una bolsa con lana. Andá sacala a la bolsa y
metela por la cabecera o por los pies de la cama, bajo la cama, y
empezá a sacar lana y envolveles los badajitos. La vieja tiene un
gato, va crer que el gato 'tá jugando.
-¡Mishi!
-que dice la vieja y lo corre al gato. ¡Pero no me va dejar dormir
este mischi, caramba!
Y
entre todos los badajos li había dejado unito, ¿no? Y cada momento
lu hacía sonar, y cada momento lu hacía sonar al badajo.
-¡Ay!,
¡esti animal! -dice- no me va dejar dormir -y ha sacau la colcha y
la había tirau allí lejos, la vieja.
Lo
que esperaba el Chiquillo, dice. Había salido con cuidadito, li
había envuelto la lana al último badajito, la había sacau a la
colcha y había salíu disparando. Dice:
'Taba
medio machau el loro, dice. Pegaba unos gritos. Lu había dejau que
se retire un poco el Chiquillo, y dice:
-Pij...
dice. ¡Vieja! ¡Vieja loca, dormilona! ¡El Chiquillo lleva la
colcha de campanillas di oro! ¡Y vos durmiendo! Ya 'toy ronco tanto
gritarte.
-¡Ah,
Chiquillo! -que dice. Mi has hecho matar mis tres hijas y ahora me
llevás la colcha campanillas di oro. ¿Si volverás?
-Tal
vez que sí,
tal
vez que no,
tal
vez por vos.
Había
desenvuelto los badajos y li había dado la colcha al Rey. La había
hecho extender el Rey. Que se acostaba y se daba vueltas. ¡Tilín!,
¡Tilín!, sonaban las campanillas. Chocho el Rey ya no se quería
levantar de la cama.
Había
pasado poco tiempo; los hermanos, más celosos por el favor de la
Princesa y del Rey hacia el Chiquillo, porque lu habían trasladado
para director de los cuidadores de gansos. Ya tenía puesto
directivo. Ya le dicen al Rey qui había dicho el Chiquillo que era
capaz de ir y robarle el loro adivino a la vieja bruja.
Que
le daba galletas con azúcar y vino. Y meta vino y galletitas y pan,
y todos los manjares para un loro.
-Vamos,
hombre, qui aquí la vieja ni de comer te da. Ve las mazorca de maíz
duro que te da. Allá en el palacio vas estar como un rey. Allá vas
a comer galletas finas, vas a tomar vino, vas a vivir bien, y al fin
vas a botar esas lagañas, esas plumas fieras que tenís. Allá vas a
remozar, hombre. Que esta vieja ni de comer te da, ¡esta pícara!
-Bueno,
vamos -que dice. Pero yo le tengo que gritar a la vieja y avisarle
porque ese es mi deber, mi juramento.
La
vieja había llegau al río y ya no podía seguir. El Chiquillo había
entrau al río, y le dice la vieja:
-¡Ah!,
Chiquillo, mi has hecho matar mis tres hijas, mi has robau la colcha
campanillas di oro y me llevás el loro adivino. ¿Si volverás?
-Tal
vez que sí,
tal
vez que no,
tal
vez por vos.
Habían
llegau al palacio, dice, y el Rey admirado con el loro porque
adivinaba todo.
A
los pocos días, ya los hermanos, que dicen que el Chiquillo había
dicho que era capaz de llevarla a la vieja bruja para que salven toda
esa comarca, dice, rica, a favor del Rey.
-Ve,
esta vieja cuando joven ha teníu un hermano, que casi lu ha muerto a
pesadumbre. Y era carpintero. Y si ha
ido hace más de veinte años y nu
ha vuelto, dice. Vení, yo te guá pintar y vos te vas a ir con estas
herramientas de carpintería y vas a llegar a la casa.
-¡Hermano
querido! -que le dice. ¡Tantos años! Si habré sufrido -dice, lo
que te boté de la casa. Si habré llorado añorando que vuelvas
algún día para que me perdonés.
-Sí,
te perdono todo el mal que mi has hecho. Yo ya me he jubilado -dice.
Ya me he retirado en una ciudá muy lejana -dice. He sido carpintero.
Y vengo -dice, a pasar los últimos días con vos. Y vengo porque
quiero hacerte un cajón digno de vos, para que tengás el descanso
eterno.
Él,
mientras tanto, había pasado. Había voltiado un árbol, había
hecho las tablas y había empezado a fabricar el cajón. Mientras
tantos los tornillos los había asegurado bien asegurados. Era una
madera gruesa.
-¡Ya
'tá! -que le dice al otro día. Vení, medite, hermana. A ver si vas
a poder descansar tranquila.
Y
li había empezau a ceñir unos tornillos. Cuando ya le faltaba poco,
ya li había ceñíu con fuerza.
Habían
hecho una pila de leña y la habían quemau en plaza pública y
habían tirado las cenizas al viento.
-Ve
-que le dice, yo soy -dice, la Virgen, que te he querido ayudar. Y
tus hermanos te van a fundir. Decile al Rey que ellos han dicho que
son capaces de meterse en un horno ardiendo, y así vas a terminar
vos con tus sufrimientos y te vas a casar con la hija del Rey.
Dicho
y hecho. Li había dicho al Rey. Los ha llamado a los hombres, y han
dicho que ¡no!, que nu han dicho nunca.
El
Chiquillo si había casado con la Princesa y había quedau a vivir
feliz en el palacio de la bruja.
Perfecto
Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.
Excelente
narrador.
Cuento
933. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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