Era
un colono que tenía tres hijos. Lo querían mucho los hijos. Los
muchachos le dijieron al viejo:
Bueno...
Siguió trabajando el viejo con los hijos, que eran muy buenos hijos.
Una güelta cayó enfermo el viejo y a los poquitos días murió.
Bueno...
Lo llevaron al monte y buscaron un lugar a propósito, y lo
acomodaron, y le pusieron las velas, al padre muerto.
Le
dieron un solo fósforo y con ése tenía que encender las velas y no
dejarlas apagar. El que dejaba apagar las velas, al otro día lo
mataban.
Esa
noche 'taba áhi, viene un lión, y claro, lo que vido la luz
prendida. Y se puso a peliar con el lión. Lo pelió mucho y lo mató
al lión. Entonce pensó y dijo:
Bueno...
Se quedó el hermano menor. 'Taba velando cuando se le apareció una
serpiente. Y entonce vido que tenía que peliar con la serpiente. El
chico era muy valiente, pero no tenía más que un cuchillito
muy chiquito. Y se puso a peliar. Y el bicho pasaba por arriba d'él,
y no lo podía cazar. Y con el cuchillito lo conmenzó a hincar y a
hincar, hasta que perdió mucha sangre el bicho y cayó en el suelo.
Y áhi aprovechó para matarlo. Y cuando s'iba muriendo que se dio
güelta y hizo cáir al finao y apagó las velas.
Bueno...
Lo dejó preso, al día, y siguió caminando. Ve un fogón y se
arrima al fogón. Y áhi 'taba un gigante asando una criatura.
Al
rato cái otro gigante y dice:
-Güeno...
Vos tenés que bajarte en un pozo ande vamos nohotros. Tenés que dir
a buscar la cabeza de un centinela.
Güeno...
Ya llegaron al pozo. Le pusieron una piola y lo bajaron al pozo. Era
muy hondo. Cuando llegó al plan se encuentra con un pueblo.
Encuentra al centinela que era otro gigante. Se escondió, y en un
descuido lo mató al centinela y l'echó la cabeza en un pozo de
agua.
Va,
y encuentra un palacio y entra. Entra en una pieza y encuentra a una
señorita durmiendo. Dentra a otra puerta y encuentra otra señorita
dormida tamién. Pasa delante, y en otra pieza encuentra otra
señorita dormida, un jarro de agua, y un papel escrito y una espada.
En el papel decía que con esa espada se podía peliar con un
regimiento.
Siete
anillos que había en la mesa de la muchacha, se los probó en los
dedos. Los voltió a todos. Le había quedao bien sólo uno chiquito,
en el dedo chico, y a ése lo dejó en el dedo, y agarró la espada.
Bueno...
Se jue. Tocó la piola pa que lo alzaran. Subió arriba, y empezó a
peliar con los gigantes. Los mató a los tres con la espada, agarró
juego y se jue. Cuando pasó por donde 'taba el hombre a caballo, que
era el día, lo desató. Entonce, recién comenzó a amanecer. Llegó
ande 'taba el padre muerto y encendió las velas, y dijo:
-'Hora
recién 'toy en salvo.
Y
ya se arreglaron para ir al pueblo y se jueron los tres hermanos y la
señora. Cuando llegaron al pueblo, los atajaron unos soldados del
Rey, y les dijo que era orden del Rey, que todo el que entrara al
pueblo tenía que ir al palacio del Rey. Ellos tenían miedo que los
fusilaran.
Y
ya les dijieron que era la orden del Rey y los llevaron ande 'taba el
Rey y las hijas, que nadie sabía cómo se habían salvado de unos
gigantes que las tenían encantadas en el fondo de la tierra.
-Estando
velando a mi padre se me presentó un lión. Lo pelié mucho y al fin
lo maté y le saqué una tira del cuero del lomo. Y acá la tengo
hecha cinta, y mostró un cinto muy lindo que se había hecho de
cuero de lión.
-A
mí me pasó igual. 'Tando velando a mi padre se me presentó un
tigre. Tamién lo maté y acá tengo la tira que le saqué del lomo,
hecha cinto.
El
Rey 'taba muy contento de ver el valor de estos jóvenes.
-'Stando
velando a mi padre se me presentó una serpiente. La tuve que peliar
toda la noche y al fin la maté. Cuando 'staba muriendo se cayó y
echó al suelo al finao y apagó las velas. Y entonce fí a buscar
fuego. Encontré a un hombre en un caballo tordío, que era el día,
y lo até en un árbol.
Y
ya contó lo de los gigantes, y que lo hicieron bajar al pozo. Y que
mató al centinela. Y que encontró las tres señoritas. Y la espada
y el papel. Y que él se puso los anillos y que los voltió y que se
quedó con uno chiquito en el dedo chico.
-Bueno
-dice- cuando volví traje juego y desaté al día. Y ya vinieron mis
hermanos y llevamos al finao y lo enterramos. La cabeza del centinela
'tá en el río y la espada la tengo áhi, en el surqui.
-Bueno
-dijo el Rey-, estos mozos salvaron al pueblo del lión, del tigre y
de la serpiente. Y el menor salvó a mis hijas. Se van a casar los
tres con mis hijas, y el menor, con la más chica.
Y
ya se casaron, y el Rey lo hizo rey al más chico. Y hicieron una
gran fiesta y áhi se quedaron muy ricos y contentos.
Prudencio
Pérez, 64 años. Federal. Concordia. Entre Ríos, 1951.
Modesto
propietario rural. Buen narrador.
Cuento
954. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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