Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Donde ni viento corre .960

Había una señora que tenía tres hijos. El mayor se fue a trabajar. Iba por allí y andaba con sé, que no encontraba donde tomar agua. Y por allí encontró junto de una piedra grande una vertiente con una agua clarita. Y se agachó a tomar agua. Y salió debajo de la piedra una víbora y le tiró un picotón. Y él se retiró y le tiró una pedrada. Y la víbora se metió debajo la piedra. Y él se volvió agachar a tomar agua y la víbora le volvió a tirar otro picotón. Así que no lo dejaba tomar agua. Le tiraba piedras y le tiró con el cuchillo. Y dio en contra la piedra y la víbora se escondía debajo la piedra y le cansó y no lo dejó tomar agua. Así que se tuvo que ir sin tomar agua porque la víbora no lo dejó.
Después vino el hermano que seguía y le pasó lo mismo. Tampoco lo dejó tomar agua la víbora. Y se tuvo que ir sin tomar agua.
Después dispuso el hermano más chico salir a buscar trabajo. También llegó a la vertiente junto a la piedra grande. Y él andaba con mucha sé. Y se sacó el sombrero y se dispuso a tomar agua, pero la víbora le tiró un picotón y él se retiró. La víbora se metió debajo de la piedra y él le dijo:
-No me piques, viborita, dejame tomar agua.
Y se volvió agachar. Y así la tuvo hasta que la cansó y lo dejó tomar agua. Y ella se transformó en una chica y le dijo:
-Mirá, yo soy una chica, pero sinó que me tienen encantada acá, hecha una víbora. Así que si vos me querés salvar, te vas en aquellas casas que se ven allá y te tienes que quedar allí, sientas lo que sientas y te hagan lo que te hagan, vos tenís que aguantar sin decir palabra. No vas a ir a hablar, porque vamos a ser perdidos los dos. Y si me salvás yo me voy a casar con vos. Bueno, andá. Yo voy a ir todas las mañanas a verte.
Bueno, el muchacho se fue y se quedó allá. Y esa noche, cuando se acostó, vinieron unos y lo hablaron. Lo tomaban de los cabellos y le quitaban las colchas. Lo tiraban al suelo y él no hablaba nada.
Al otro día fue la chica y conversaba con el joven.
Y llegó otra noche y vinieron y lo agarraron al muchacho y lo tiraban para arriba, le tiraban el cabello, le pegaban, lo mordían, lo chuciaban, pero él no habló nada.
Al otro día, vino otra vuelta la chica y le dijo que cómo le había ido. Él le dijo que venían siempre personas que él no podía distinguir y le hacían de todo, pero que él no hablaba.
-Bueno -le dijo- te queda una noche más.
-Sí, me voy a quedar -le dijo el joven.
-Aguantá, que ya los vamos a salvar.
Bueno, se llegó otra noche y empezaron a llegar gente, en la oscuridá y le hacían lo mismo. Lo tiraban para arriba, le tiraban los cabellos, le pegaban, lo sacudían, y él nada. Se cansaron de hacerle cosas y cuando se quisieron ir, a la madrugada, le cantaron un verso. Y él se había quedado medio dormido, y les contestó ¡muchas gracias! Así que habló. Perdió la prueba que tenía que hacer.
Bueno... Vino al otro día temprano la chica y le dijo al muchacho:
-Sé que te ha ido mal, has hablado. Estamos perdidos. Así que me va llevar mi madre. Así que si me querís, me seguís. Mañana temprano vamos a tomar este camino.
Se pusieron muy tristes los dos y se despidieron. Él le dijo que la iba a seguir hasta el fin del mundo.
Y la madre la llevó más lejos. Y el joven la siguió a la distancia por el mismo camino.
Por allá, en el camino, encontró un viejito. Le preguntó qué andaba haciendo, y él le dijo que iba siguiendo una chica. Y le conversó lo que le había pasado del principio hasta el fin. Le dijo todo.
-Bueno -le dijo el viejito-, tomá, te voy a dar estas dos virtudes, este sombrero y estas botas. Cuando te pongás el sombrero, no te va a ver nadie. Y cuando te pongás las botas, vas a poder correr más que el viento.
Bueno, tomó las virtudes que le había dado el viejito, se las agradeció mucho, y se fue. Cuando quería que no lo viera nadie, se ponía el sombrero. Cuando quería andar ligero, se ponía las botas y corría más ligero que el viento. Y así llegó al pueblo que vivía la señora y la chica. Y se quedó en el pueblo y él puso una casa de negocio en la otra esquina donde vivía la madre de la chica.
Entonce él se ponía el sombrero cuando iba la señora y la hacía atender con otro. Cuando venía la chica, se lo sacaba. Bueno, pero la señora malició y dispuso de irse a otro lado, muy lejo. Entonce un día, le dijo la chica que la llevaban muy lejo, a un lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre. El muchacho le dijo que la iba seguir.
Bueno, dispuso el muchacho de seguirla, y se puso en camino, pero en todos lados le dijieron que ese lugar estaba muy lejo. Pero él siguió no más. En parte se ponía el sombrero y las botas y adelantó mucho camino. Seguía y iba y preguntaba de ese lugar, Donde ni Viento Corre. Nadie le daba noticia dónde era ese lugar y anduvo muy mucho. Por allá que dio con una viejita y él le preguntó de ese lugar. Y la viejita le dijo que ella no sabía, que quien podía saber era en El Reino de las Águilas. Como ellas andaban tanto y por tantos lugares, podían saber.
Bueno, se fue al lugar donde se encontraban las águilas y preguntó si no sabían dónde era ese lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre.
Bueno... El Rey de las águilas le dijo:
-Yo tengo muchas águilas en el reino, que las mando para diferentes puntos. Pueda ser que alguna sepa.
Y pegó un silbido el rey de las águilas y empezaron a llegar las águilas. Y él les empezó a preguntar de ese lugar, Donde ni Viento Corre, y ninguna supo dónde quedaba, ninguna había llegado a ese lugar.
-Bueno -dijo el Rey de las águilas, no falta más que la águila vieja. Es la única que los puede dar noticias, pero ella tarda un poco más porque es muy vieja, pero luego llegará. Como que fue así, y llegó. Le preguntaron por el lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre y ella dijo que no sabía y que el único que podía saber era el Viento Norte. Y se fueron a buscarlo y le preguntaron que si no sabía dónde quedaba el lugar Donde ni Viento Corre.
-Mire -les dijo el Viento Norte, yo he andado muy mucho, por muchas partes, y no he sentido nombrar ese lugar. Miren, el único que puede saber es mi compadre, el Viento Sur.
-Bueno, vamos para allá -dijieron y se fueron.
Y se fueron a la casa del Viento Sur y le dijieron que allí iban a buscarlo a ver si les daba noticias dónde quedaba el lugar Donde ni Viento Corre.
-Mire -les dijo el Viento Sur, yo no sé pero conozco una vieja que cuando yo voy y la embromo y la hago enojar, me insulta y me dice «ahorita me voy a ir para el lugar Donde ni Viento Corre», así que ella ha de saber. Mire -le dice al muchacho, los vamos a ir juntos y yo la hago enojar hasta que diga que va ir a Donde ni Viento Corre. Y usté está escondido y cuando la vieja diga así, usté le sale y la esige que le diga dónde es ese lugar.
-Bueno -le dijo el muchacho.
-Usté sale esta noche para que adelante el camino -le dijo el viento.
-No -le dijo el muchacho. No tenga miedo. Yo voy a salir junto con usté y vamos a llegar juntos.
Al otro día vino el viento y le dijo:
-Vamos.
-Bueno -le dijo el muchacho, salgamos.
Y el muchacho se puso el sombrero y las botas y le pegó andar. Anduvo muchas leguas y se puso a esperarlo al viento. Y cuando llegó el viento él estaba sentado, esperandoló. Se había sacado las botas y el sombrero. Y llegó el viento y le dijo que cómo ha venido tan ligero.
Bueno, y volvieron a seguir caminando. Y el muchacho se puso el sombrero y las botas y corrió más ligero que  el viento y lo esperó cerca de la casa de la vieja. Bueno, llegó el viento y le dijo al muchacho:
-Allá, en aquel rancho vive la vieja, así que usté trate de llegar, que no lo vea la vieja. Yo voy a llegar fuerte, apagandolé el juego echandolé ceniza a las ollas. La voy a molestar tanto hasta que diga que se va ir Donde ni Viento Corre, y usté la agarra y la esige que le diga dónde es ese lugar.
-Bueno -le dijo el muchacho.
Se jueron los dos juntos.
El muchacho se puso el sombrero que no lo vían y se fue adonde estaba la vieja, y se puso cerquita de la vieja. Y en eso llegó el Viento Sur y empezó a desparramarle el juego y a echale ceniza en las ollas. Y la vieja se enojaba. Y tanto la embromó el viento, que dijo la vieja:
-¡Este viento maldito que me embroma tanto! Ahorita me voy a ir para el lugar Donde ni Viento Corre.
Y ahí salió el muchacho sacandosé el sombrero y la tomó del brazo a la vieja y le dijo:
-Ahora me tiene que decir donde está el lugar Donde ni Viento Corre.
Y la vieja le dijo que ella no sabía, pero la esigía tanto que le tuvo que decir dónde era. Él le contó que iba en busca de una niña que estaba encantada y que la habían llevado ahi. Entonce ella le dijo:
-Vaya allá, aquel pueblito que di aquí se ve el humito. Ahi, a la entrada, hay una casita de dos pisos. Ahi vive la niña que usté busca. Ella está en el piso di arriba.
Le dio las gracias el muchacho a la vieja, y se fue. Llegó el muchacho y de lejo lo vido la chica. Se puso el sombrero el muchacho y entró donde estaba la chica. Conversaron un buen rato. Él se había sacado el sombrero para que lo viera bien. Se puso el sombrero y se fue. Así pasó un tiempo. Todos los días venía el muchacho y conversaban hasta que un día la chica le dijo que por él ya si había terminado el encanto. Y se fue la chica con él, se casaron y se volvieron a los pagos de ellos.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

El narrador aprendió este cuento en El Saladillo, de su padre, que era un gran narrador.

Cuento 960. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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