Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El muchacho que no tenia miedo .911

Que había un viejo que tenía un hijo que no sabía tener miedo. No conocía el miedo. Y se lo dio a un cura pa que lo hiciera tener miedo, pa que lo asustara. Y el cura pensaba como lu iba a hacer tener miedo.
Un día el cura lo mandó al chico a que velara un cuerpo, a un muerto. Que era una noche muy oscura. Y el chico 'taba solo velando al muerto. Y de ver el cura que éste no tenía miedo, se vino en la noche a asustarlo. Cuando el cura llegó a la puerta para asustarlo, el chico lo cazó di adentro al cura y casi se murió de susto. Y áhi quedó solo otra vez el chico.
Al rato no más se empezó a mover el dijunto, el muerto que 'taba velando. Y le dijo el muchacho:
-¡No te movás!
Y en eso se seguía moviendo. Y ya se levantó también y quiso tomar la puerta. Entonce el muchacho ya lo agarró al dijunto y le pegó un garrotazo. Y al grito del cuerpo ése vinieron a favorecerlo.
Al otro día el cura fue y lo entregó a la madre porque no lo podía hacer tener miedo.
La madre no se podía avenir con él. Entonce él le dijo que s'iba a rodar tierra. Ya cuando se iba a ir la madre le dijo que ande s'entrara el sol, áhi parara y durmiera.
Un día del viaje llegó a una casa sola al dentro 'el sol. Y áhi se quedó. Dentró y si alojó en la casa. Y áhi se dejó estar. Y si acomodó para dormir. A eso de la media noche siente di arriba, del techo, que li hablan y le dicen:
-¿Cairé?
-¡Cai! -contestó él.
Y áhi cayó un brazo de dijunto.
-¿Cairé? -le volvieron a decir.
-¡Cai no más! -le dijo.
Cayó otro brazo.
-¿Cairé? -otra vez.
-¡Cai! -le dijo.
Cayó una pierna.
-¿Cairé?
-¡Cai no más!
Cayó la otra pierna. Y todas las partes del cuerpo s'iban juntando.
-¿Cairé? -volvió a decir la voz.
-¡Cai di una vez todo!
Y áhi cayó la cabeza y la caja del cuerpo. Y áhi ya 'taba todo completo, y se formó un hombre. Y le dijo que se levantara y que qué quería.
Entonce el cuerpo habló y le dijo que en una esquina de la casa había un entierro, y que era una gran fortuna. Y cavó y sacó una botija con esterlinas di oro, plata y alhajas. Y entonce el cuerpo le dijo que s'iba, y que a la noche siguiente vería una niña que estaba encantada en esa casa. Y a la noche siguiente salió la niña encantada en esa casa. Y que le dijo que a la noche siguiente vendría un gigante que la tenía encantada a ella y que vendría a matarlo. Y el cuerpo le había dicho que él lo había librado de la pena en que estaba, y que en recompensa le dejaba todo eso y desapareció.
Y vino el gigante a la noche y lo invitó a tomar un licor que había sido veneno, para poderlo matar, y él no lo quiso tomar.
A la siguiente noche volvió la niña y le dijo que el gigante iba a venir y qu'iba a trair un licor más fuerte. Y vino el gigante a invitarlo con el licor. Y no lo tomó. Que el gigante lo amenazó cerca de la casa y casi se lo echó encima, y lo quiso envadir, pero el muchacho sacó el cuchillo para peliarlo. Vio el gigante el coraje del muchacho y que él no era capaz de vencerlo, y se fue el gigante. Se desterró porque vio que el muchacho lo iba a matar.
Como habían dos o tres noches sin dar señales de vida, en la casa, y al ver los vecinos que no salía el muchacho, vinieron a sacarlo para sepultarlo, porque el que entraba áhi no salía más. Y convida el cura a los vecinos, y venían rezando para sacar el cuerpo para sepultarlo. Cuando van llegando rezando, sale el muchacho y aguaita, y salen todos disparando, creendo que el muerto se levantaba.
Y esa noche se durmió profundamente, lo que había 'tado tres noches sin dormir. Y vino la niña del encanto, que ya 'taba desencantada, y en toda la noche no lo pudo dispertar. Y a la madrugada ya, la niña le dejó un pañuelo de mano con un letrero que decía que si la quería ver que la   fuera a buscar a la Ciudá de los Pajaritos, que di áhi su padre era el Rey.
Al otro día, cuando él se recordó y vio el pañuelo, y el letrero, áhi no más salió y siguió el camino sin saber para dónde era la Ciudá de los Pajaritos.
Caminó meses hasta que encontró un carancho en los árboles y le preguntó si no conocía la Ciudá de los Pajaritos. Le contestó que no sabía, pero que podía saber algunos de los de él. Que los estaba esperando porque tenía una reunión. Y esa noche se juntaron muchísimos pájaros y ninguno conocía la Ciudá de los Pajaritos.
Y siguió el camino. A los meses llegó ande 'taba un jote y le hizo la misma pregunta. Le contestó que no la conocía pero que lo podía saber alguno de la familia. Que los estaba esperando porque tenía reunión. Y vinieron muchísimos pájaros, pero todos decían que no sabían nada de la Ciudá de los Pajaritos.
Y él siguió su camino. A los años encontró una águila y le preguntó de la Ciudá de los Pajaritos y le dijo que no la conocía pero que la podían conocer los de su familia, que tenían que venir a una reunión. Y comenzaron a venir todas las águilas y ninguna conocía la Ciudá de los Pajaritos. Faltaba una águila vieja que había ido muy lejos, y la esperaron; ésa podía saber. Y al fin llegó l'águila y dijo que sí, que conocía la Ciudá de los Pajaritos que di allá venía porque había ido a llevar una niña y que quedaba muy lejos. Entonce él pidió que lo llevara. L'águila le dijo que bueno. Que iba a descansar y que tal día iban a salir. Le pidió que le lleve qué comer porque el viaje era muy lejo. Él le dijo que él tenía que andar hasta llegar a su destino aunque muriera. Y ya habían pasado muchos años y el muchacho 'taba ya que era un hombre viejo, curcunchito. Y llegó el día y vino l'águila vieja y le dice:
-Venga, suba encima de mis alas.
Y subió el hombre y llevaba un cordero muerto para darle en el viaje. Y l'águila subió volando y elevandosé en la altura que casi no se vía. Y él l'iba dando de comer en el viaje. Y ya cuando habían andado muy mucho vieron un humito, y ésa era la Ciudá de los Pajaritos. Y áhi que se venía volando l'águila cuesta abajo, porque si había terminado la carne y estaba muy débil. Y entonce se había cortau él un pedazo de la pierna y li había dado. Y siguieron. Y ya cuando 'taban por llegar, que ya se venía abajo l'águila de debilidá. Y el hombre se cortó un pedazo de la otra pierna y le dio de comer, y siguieron.
Al fin llegaron y bajaron a tierra. Y el hombre 'taba inútil de las piernas. L'águila le dio entonce una varita de virtú para que le pida lo que quiera. Que l'águila había sido el ángel de la guarda del hombre éste. Y l'águila lo dejó, se despidió y se voló.
Lo primero que hizo él es pedir verse como cuando era joven y lo conoció la niña encantada. Y así se quedó hecho un joven muy buen mozo. Después le pidió que lo pusiera conforme un viejo y se quedó hecho un viejo.
Entonce caminó y llegó a la casa de una viejita. Y áhi conversaron y le preguntó él qué novedades había en la ciudá. Y ella le dijo que la única novedá que había era que se casaba la hija del Rey.
El viejito se fue a la iglesia. Se acomodó como pudo, de modo que la niña lo viera, cuando se fuera a casar. Y llegaron los novios y ya los iba a casar el cura. Y ya cuando se iba a casar la niña, él sacó el pañuelo, y tosió hasta que miró la niña y vio el pañuelo con el letrero. Y entonce ella dijo que se casaba con ese viejito y no con el novio que estaba para casarse.
Y claro, todo fue un alboroto, pero la niña se puso firme, y la tuvo que casar no más el cura con ese viejito. Ella dijo que él la había salvado del encanto y ella le había dado palabra de casamiento a él ante que a otro.
Y ya el Rey se oponía, que cómo dejaba ese joven tan lindo por ese viejo, pero ella se casó no más. Y se separaron de la familia del Rey y se fueron a vivir a una casa cerquita del palacio del Rey.
Esa noche el hombre le pidió a la varillita de virtú que lo hiciera un joven y que la casita se convirtiera en un palacio mejor del que tenía el Rey.
A la mañana siguiente, cuando quiso ver el Rey, que se encontró con un palacio que encandilaba con las luces que despedía. Y se fue a ver al yerno y lo encontró hecho un joven el más buen mozo que había. Y áhi vio las cosas como eran y se puso muy contento.
Como el Rey era viejo ya, lo hizo Rey al yerno, lo remplazó a él. Y áhi se quedaron todos viviendo muy felices.

Benito López, 71 años. Villa General Roca. Los Manantiales. Belgrano. San Luis, 1961.

El motivo final del cuento pertenece al cuento de Los tres picos de amor.

Cuento 911. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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