Éste
era un joven que salió en busca de trabajo, y llegó a la casa de un
señor. Que le dice:
-Mañana
se va a ir a ese cuadro que tengo ahí, y va a agarrar el arado. Lo
va a atar con animales y me va sembrar maíz. Y para pasado mañana
me va a tener choclos tiernos.
Que
ésta era la casa de unos diablos, ande había caído.
Bueno,
el joven quedó muy triste. No hallaba qué hacer, él. Al otro día
se va al cuadro, a sembrar el maíz. Y va y da una vuelta con el
arado, y se sienta muy triste. Se va, se sienta y se pone a llorar.
En lo que 'taba áhi, llorando, que llega una niña, hija del patrón,
y que le dice al joven:
-Y
cómo no voy a llorar, si su papá me ha ordenado que siembre maíz y
que mañana tengo que darle choclos tiernos. ¡Cuándo le voy a dar
choclos tiernos para mañana si el maíz no se va hinchar, ni el
grano, siquiera!
-Mire
-que le dice, no se le dé cuidado. Are no más y siembre que para
mañana va a tener choclos tiernos. Y cuando vaya mi padre, le va a
decir:
Y
usté le contesta: Blanca Flor no me mira a mí ni yo la miro a
Blanca Flor. A Blanca Flor la lleva el diablo y Blanca Flor no me
lleva a mí.
-Blanca
Flor no me mira a mí, ni yo la miro a Blanca Flor. A Blanca Flor se
la lleva el diablo y Blanca Flor no me lleva a mí.
Bueno.
Pegó la güelta el patrón y se fue.
El
joven agarró el arado y se fue al cerco, ése, a sembrar; dio una
güelta con el arado y se sentó a llorar. En seguida llegó Blanca
Flor y le dice:
-Cómo
no voy a llorar, si me ha mandado el patrón a sembrar sandías y
melones, que le tengo que dar para mañana sandías y melones
maduros.
-No
se le dé cuidau -que le dice, que mañana va a tener sandías y
melones maduros. Cuando venga mi padre y vea que ha cumplido, le va a
decir:
-Blanca
Flor no me mira a mí ni yo la miro a Blanca Flor. A Blanca Flor se
la lleva el diablo y Blanca Flor no me lleva a mí.
Al
otro día viene el patrón y ya estuvo el joven con melones y sandías
maduras. Y que el patrón dice:
-Blanca
Flor no me mira a mí ni yo la miro a Blanca Flor. A Blanca Flor la
lleva el diablo y Blanca Flor no me lleva a mí.
Bueno.
Así que se fueron a las casas el patrón y el pión. Esa noche
agarró y lo hizo dormir en una pieza sola que tenía. Y agarró y
fechó llave, lo encerró mejor dicho. Entonce, Blanca Flor, esa
noche viendo que el padre se había dormido, y que la madre también,
se fue y le robó las llaves. Fue y sacó al joven y que le dice:
Y
entonce, Blanca Flor esputó en la pieza donde dormía ella; echó
tres escupidas. Y agarró y desgarronaron una chancha muy ligera que
tenía la madre, y le robaron un caballo de siete colores que también
era de la madre, y se fueron, que el caballo era ligero, pero no tan
ligero como la chancha. En seguida no más que se despierta la vieja,
y que le habla al viejo, y le dice:
-¿Señor?
-le contestó la segunda escupida, medio débil, ya.
-¡Pero,
dejá de molestar, vieja! -que le dice el viejo, no viste que 'tá
dormida. No me vas a dejar dormir ni a mí ni a ella.
-¿Has
visto, viejo zonzo? ¿No te dije que Blanca Flor se los iba? Andá ve
el Pichón -que el Pichón le decía al joven. ¿A qué nu está el
Pichón?
Al
momento se encabalgó el viejo y salió en busca de éstos.
-Que
los han descubierto y mi padre viene en busca de nosotros. Pero, no
se le dé cuidau -que le dice.
Entonce
agarró Blanca Flor al caballo y lo hizo convertir en iglesia. Ella
se hizo una flor y al joven lo hizo hacer un picaflor.
Ya
llegó el viejito y vio l'iglesia que nunca había visto; vio la flor
que nunca había visto y vio el picaflor qu'estaba picando la flor. Y
pasó no más. Y fue lejo, fue lejísimo; se cansó y no descubrió
nada, y se volvió. Cuando volvió, volvió a ver todo lo mismo y
pasó. Y que ya llegó a la casa y que le dice a la vieja:
-Mal
-que le dice-, porque no los hi podíu encontrar; juí muy lejo,
lejísimo, m'hi cansau, y m'hi vuelto sin noticias. Y que le dice la
vieja:
-Y
lo qu'hi visto, es lo que nunca había visto: una iglesia, una flor y
un picaflor que picaba la flor. Es lo único qu'hi visto.
-¿No
vis, viejo zonzo, que l'iglesia es el caballo, la flor es la chinita
y el picaflor el muchacho? ¿Porque no ti allegastes y cortastes la
flor, siquiera?
El
viejo siguió viaje, otra vez, en busca d'ellos. Pero Blanca Flor ya
había hecho desaparecer todo y había seguido viaje otra vez. Ya el
viejo llega al punto donde había encontrado la iglesia y no encontró
nada. Y pasó, no más, él.
Entonce
agarró, y al caballo lo hizo convertir en una osamenta y ellos dos
se convirtieron en dos pájaros, que 'taban arriba de l'osamenta ¿ve?
Y
ya llegó el viejo y vio l'osamenta y los dos pájaros, y pasó no
más. Y fue lejo, lejazo. Y se cansó y se volvió. Se vino a las
casas otra vez. Y cuando llegó que le dice la vieja:
-Pero,
¡viejo zonzo! Esa osamenta era el caballo, y los dos pájaros Blanca
Flor y el joven. Porque no ti allegastes y le cortastes siquiera un
pedazo de carne del caballo para que no pudieran seguir.
Como
le habían desgarronau la chancha, que era más ligera que el viento
y le habían llevado el caballo de siete colores qu'era ligero como
el viento, ella se jabonó los talones y empezó a correr tan ligero
como si juera la chancha. Y y corrió y ya los iba alcanzando.
Y entonce le dice la niña al joven:
-Joven,
ahora viene mi madre, y ya los viene alcanzando. Es muy difícil que
podamos escaparlos d'ella, pero no se le dé cuidau.
Lo
hace convertir al caballo en una laguna muy honda y ella y el joven
se hacen patitos que andan nadando en la laguna. Y que llegó la
vieja y los encontró.
Bueno.
Y se allegó a la orilla de la laguna. Le tiraba un agarrón a la
patita y se zambullía; le tiraba un agarrón al patito, y se
zambullía. Y no podía dentrarse en la laguna porque era muy honda.
Y áhi 'tuvo la vieja hasta que no podía más de cansada, y ya
cuando no pudo más que se volvió y que le dice a Blanca Flor:
Blanca
Flor y el joven se volvieron a convertir en lo qu'eran y siguieron
viaje, otra vez. Llegaron a un punto muy lindo, y áhi, Blanca Flor,
hizo hacer un palacio muy lindo para vivir ellos. Bueno. Hicieron el
palacio y se pusieron de novios. Entonce él le dice a Blanca Flor
que él s'iba a ir a visitar los padres d'él y a avisarle qu'él
s'iba a casar. La niña le dijo que bueno, que juera. Le dijo que
juera, pero con la condición de que cuando juera a la casa de los
padres, no se dejara abrazar con nadie, cualquiera que juera, porque
s'iba a olvidar d'ella. El joven acetó el pedido y se fue. Blanca
Flor quedó en el palacio.
Llegó
el joven a la casa de los padres. Los padres, en cuanto lo vieron
salieron a recibirlo y a abrazarlo, pero él no se dejó abrazar.
Todos lo querían abrazar pero él no quería que nadie lo abrazara.
Y que le dice la madre:
Y
este joven había sabido tener un choquito muy regalón, un cuzquito.
Y en lo qu'estaba áhi, viene el cuzquito di atrás y lo abraza. Y
áhi no más se olvidó de la niña, y ya todos lo abrazaron y él no
dijo nada.
Ya
se quedó el joven en la casa de la madre y ni pensaba en volver.
Bué. Al tiempo se puso de novio. Y ya hicieron la boda. Y ese día
vino mucha gente hasta de lejo.
Blanca
Flor vino a saber lo que pasaba que este joven se había olvidado
d'ella y se estaba por casarse. Y el día del casamiento se viene
Blanca Flor al palacio. En lo que 'stán áhi, en medio de un gran
público de gente, que dice Blanca Flor, que ya 'stán tantos
reunidos que sería bueno que alguno contara un cuento, un caso, o
echara alguna adivinanza para distraerse. Todo el público contestó
que todos estaban de acuerdo. Entonce todos dijieron una relación, o
contaron un cuento, y Blanca Flor quedó para el último. Cuando ya
terminaron todos, y dijieron algo, ella dijo que le tocaba a ella.
Entonce saca dos pañuelos y los tira sobre la mesa. Los dos pañuelos
se convirtieron uno en un gaíto y el otro en una gaínita. Ella saca
también una variíta y le pega al gaíto, y le dice:
-¿Ti
acordás, gaíto -que le dice- que vos juistes a mi casa en busca de
trabajo, que mi padre te dio trabajo y te mandó a sembrar máiz, y
que al otro día le tenías que dar choclos tiernos, y que yo te
saquí di apuro?
Toda
la gente que miraba y oservaba esto. Claro, esto era muy curioso para
todos.
-¿Ti
acordás gaíto que mi padre te mandaba a sembrar sandías y melones,
y que le tenías que dar sandías y melones maduros, al otro día, y
que yo te saquí di apuro?
-¿Ti
acordás, gaíto, cuando mi padre vino a buscarlos y yo hice del
caballo una iglesia, yo m'hice una flor y a vos t'hice un picaflor, y
así los salvamos?
-¿Ti
acordás, gaíto, cuando mi padre los alcanzó otra vez y yo hice una
osamenta al caballo y nosotros los convertimos en pájaros?
-¿Ti
acordás que cuando vino mi madre en busca de nosotros, yo lo
convertí en una laguna muy profunda al caballo y a los dos en un
casal de patitos para salvarlos?
Y
que dice el gaíto:
-¿Ti
acordás gaíto cuando hice mi palacio y vos te despedistes para
venir a ver a tus padres, y yo te dije que no te dejaras abrazar con
nadie porque m'ibas a olvidar, y vos te dejaste abrazar con un
choquito y te olvidaste de mí?
Y
el novio, que si había acordado de todo, se levantó y jue y la
abrazó a Blanca Flor. Y les dijo a todos lo que le había sucedido y
que ésa era su novia y que s'iba a casar con ella. Y se casaron y
s'hizo una gran fiesta. Y se jueron al palacio d'ellos, y se quedaron
áhi, muy felices, y yo me vine a contar el cuento.
Gilberto
Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.
Ganadero
originario de la región. Buen narrador.
Cuento
880. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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