Era
un rey que tenía una laguna di oro y necesitaba piones. Siempre
venían muchos muchachos a pedile trabajo. Él les decía que no
tomen agua de esa laguna ni pongan el dedo. Algunos piones ponían el
dedo del pie o de la mano y el Rey se los cortaba, porque se les
volvía di oro.
Un
día dice un muchacho que era hijo de dos viejitos que tenían un
chivito guacho y tenían una gallinita, dice:
Entonce
viene la mamá, la viejita, le mató la gallinita que tenían, le
hizo una tortita, y se fue a trabajar al palacio del Rey que tenía
la laguna di oro.
-Yo
te voy a dar trabajo, que me cuides una laguna. Que no dentre ni un
bichito a tomar agua, ni vos vas a tocar l'agua de la laguna.
Y
lo llevó con su chivito.
Bueno,
hacía mucho tiempo que 'taba trabajando él, áhi. Cuidaba la
laguna, daba vuelta, iba y venía con su chivito.
Y
él fue y metió toda la cabeza y se le volvió di oro. ¡Ah!, cuando
se vio la cabeza di oro él, se quería morir. El chivito le dice:
Y
así fue poniendosé la lanita, la lanita del chivito en la cabeza, y
se hizo un gorrito negro. Y la Princesa, una vez ella 'taba en su
pesebre, onde él dormía y todo, en el galpón. Lo ve que él se
'taba peinando y lo ve que tiene la cabeza di oro y se enamoró de
él. Entonce la Princesa quedó muda.
Entonce
vino, y puso en el diario, entre los vecinos, entre los reyes, que
vinieran. Vinieron muchos. Pasaban príncipes, todos. A ninguno ella
lo quería. El Rey le dio tre manzana. Que al hombre que le gustara
le tirara una manzana. Entonce ella agarró y pasaban todos a
caballo. Y va este muchacho, como un tonto, a caballo en su chivito,
y ella le tira la manzana y le pega en la cabeza.
-Palabra
de Rey no puede faltar, que mi hija se tiene que casar porque habló.
Entonce agarró y la hizo casarse con el muchacho y la llevaron al
pesebre de caballos.
Entonce
la Reina, la madre, cayó enferma. Estaba enferma la madre y mucha
gente le llevaba regalos, flores, perfume de las Malvinas.
Y
él le hacía caso. Como había sido compañero de su chivito y
hablaba con él, encontró el zorrino y se lo llevó.
Llegó
él con su chivito. Su chivito siempre anda con él. Y viene y le
larga el zorrino arriba de la cama y la mió. Le dejó todo, todo
hediondo, con todo su perfume del zorrino. Entonce dice la Reina:
Se
sacó su gorrito y tenía la cabeza di oro. Entonce él fue, el Rey,
en ese momento. El Rey le regaló el palacio más lindo a la Princesa
y a Juancito.
-Mirá,
Juan, yo te hi salvado de todos los apuros que vos habís tenido. Yo
soy una palomita del cielo. Ahora yo me despido de vos, que te hi
acompañado hasta el último.
Ana
Rosa Chandía, 67 años. Catán-Lil. Neuquén, 1970.
Campesina
analfabeta. Buena narradora.
Cuento
887. Fuente: Berta Elena
Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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