Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

Blanca flor, la hija del diablo .881

Había una vez un hombre muy rico que tenía un hijo que era muy jugador. Y el padre se enojaba porque este hijo era tan jugador. Y un día el hijo le dijo que iba a rodar tierra y a buscar suerte por áhi. Y se despidió del padre. El padre le echó la bendición y le dijo que cuando tuviera necesidá volviera a su casa, que él lo iba a recibir con los brazos abiertos.
Se jue el hijo, y por áhi jugaba con todos los que podía jugar. Un día se encontró con un hombre muy rico y empezaron a jugar. Este hombre le ganó todo lo que tenía y al fin le dice que le juega l'alma. Y la jugó a l'alma y se la ganó. Entó este hombre, que era el diablo, le dijo que le daba plazo di un año pa que le juera a pagar. Y áhi le dio las señas ande él vivía, y se despidió y se jue. Y le dijo que su casa era un palacio, y le dijo cómo era, y pal lau que tenía que rumbiar.
Cuando ya se cumplía el plazo, el mozo se encaminó a buscar el palacio del diablo, pero él no sabía que era el diablo. Ya cuando iba llegando le salió un viejito al paso. Áhi se saludaron y se pusieron a conversar. Y este viejito había sido Dios. Y le dijo que todos los que iban áhi no volvían más, pero que él le iba a dar unos consejos pa que se salve porque ese hombre que le había ganado era el diablo.   Le dijo que siga ese camino. Que iba a dar con una laguna. Y qui áhi se escuenda porque acostumbraban venir las hijas del diablo a bañarse. Cuando las niñas se dentren al agua que trate de agarrarle y de esconderle las ropas de la menor, que es la más linda y la más güena, y que ésa lo iba a ayudar; que ésa era Blanca Flor. Y el mozo le agradeció al viejito los consejos y se jue.
Ya devisó de lejo no más el palacio. Y ya dio tamién con la laguna. Que era una laguna muy linda, de aguas cristalinas, rodiada de árboles y de plantas tupidas. Y áhi se escondió, ande vido que era pa bajar a bañarse.
Al rato no más llegaron las hijas del diablo. Que eran siete niñas muy lindas. Ya se desvistieron y se botaron a l'agua. Y ya vido que la más linda era la más chica y vido ande dejaba la ropa. Y jue y le sacó los zapatos.
Güeno, después de un rato, salen las niñas y se empiezan a vestir. Blanca Flor no podía encontrar los zapatos y los buscaba por todos lados. Las otras se vistieron y se jueron y Blanca Flor queda llorando y buscando sus zapatos por todos lados.
Después di un rato sale el joven y le entrega los zapatos. Entonce ella le pregunta quién es y por qué li había escondíu los zapatos. Entonce él le dice que porque li ha tomado simpatía a ella y le dice que viene a arreglar cuentas con el padre de ella. Ella le dice que le va ayudar en todo y que cuando la necesite diga: ¡Blanca Flor!, y qui al momento va 'star áhi. Se despidieron y ella se jue adelante, muy ligero.
Ya llegó el joven al palacio y salió este hombre rico, que le ganó hasta l'alma, y le dijo qu'hizo bien de venir porque ese día se cumplía el plazo y él 'taba ya por ir a buscarlo. Entonce le dice que él tiene unos trabajos pa darle y con esos trabajos, si él los hace bien, se puede salvar. Y ya le dio el primer trabajo:
-Mañana bien temprano, me tenís que voltiar aquel cerro, tenís que arar, sembrar trigo, cosechar, moler y hacer harina, amasar, horniar, y a la noche me tenís que trair pan caliente.
El joven se va muy triste y se pone por áhi a llorar. Y entonce se acuerda y dice:
-¡Blanca Flor!
Áhi no más vino Blanca Flor y le pregunta qué le pasa y por qué 'tá tan triste.
-Y cómo no voy a 'tar triste con el trabajo que me da tu padre -y le dijo todo lo que tenía qui hacer.
-Eso nu es nada -le dice Blanca Flor. Mañana bien temprano te vas al cerro y yo te voy a 'tar esperando. Al día siguiente se juntaron al pie del cerro. Y le dijo ella que él se ponga a dormir al pie di un árbol. Y áhi el joven se quedó dormido. Blanca Flor, con el poder que ella tenía, voltió el cerro, aró, sembró trigo, lo recogió, molió, amasó, hornió, y a la nochecita lo despertó al joven con el pan calientito. Y el joven no podía creer lo que 'taba viendo. Ella le pidió que no vaya a decir nada que ella lo ayudaba, porque serían perdidos los dos.
El joven va y le entrega al diablo el pan recién sacado del horno y éste se quedó muy sosprendido. Y entonce le dice:
-¡Ah!, pero esto no lo hacís vos. Por áhi anda Blanca Flor. Ahora te voy a dar otro trabajo: me vas a trair un anillo qui hace veinticinco años que se mi ha caído al río, y si no 'tás perdido.
El joven va y se pone a llorar, y la llama a Blanca Flor. En seguida se presenta Blanca Flor y le pregunta por qué 'tá tan triste. Y él le dice:
-Cómo no voy a 'tar triste si tu padre mi ha puesto de trabajo que le traiga el anillo que perdió en el río hace veinticinco años.
-Eso es muy difícil -le dice ella, pero vamos a ver cómo lu hacimos. Tenimos que llevar un tarro grande, un cuchillo y una guitarra. Vos me tenís que cortar en pedacitos y me echás al tarro, pero no me tenís que dejar cair ni una gota de sangre porque eso me puede hacer perder la vida. Así, me tirás al río, y vos tenís que 'star tocando la guitarra. Cuando yo te grite ¡Blanca Flor!, vos tenís que contestarme, porque ésa es la seña de que encontré el anillo. Si no me contestás seré perdida.
El joven no quería por nada hacer eso con Blanca Flor y decía que prefería morirse, pero le dijo que no juera cobarde y que ésa era la salvación de los dos y que lo tenía qui hacer no más. Y al fin lo hizo. La cortó en pedacitos, la echó al tarro, y la tiró al río. Áhi, lo que le pasó es que una gota de sangre del dedo chico, en un descuido se le cayó al suelo. Él, entonce, se sienta áhi y se pone a tocar la guitarra. Al rato no más se quedó dormido, profundamente dormido.
Ya había pasau un buen rato y entonce empieza a gritar: «¡Blanca Flor!, ¡Blanca Flor!, ¡Blanca Flor!». Y como el mozo 'taba dormido, no contestaba, pero al decir la última vez «¡Blanca Flor!», la oyó y contesta: «¡qué!, ¡qué!, ¡qué!».
Ya salió del río la niña como era ante, y le entrega el anillo. Sólo en la puntita del dedo chico le faltaba un pedacito: eso era por la gota de sangre que se le cayó cuando la echó al río.
Ya muy contento jue y le entregó al padre de Blanca Flor el anillo. Él estaba muy sosprendido y le dice otra vez:
-¡Ah!, pero no lo hicistes vos. Por áhi debe andar Blanca Flor. Ahora te voy a dar el último trabajo: mañana me vas a domar un potro y una yegua chúcaros que tengo y a la noche me los tenís que entregar mansitos.
El joven salió muy triste porque ya se daba cuenta que estos animales tenían que ser muy malos y que lu iban a matar. Ya la llamó a Blanca Flor, y Blanca Flor llegó en seguida: él le contó de ese trabajo y ella le dijo que era muy difícil, que el potro iba a ser el diablo y la yegua la diabla, y que ella iba a ser las riendas. Entonce le dio un rebenque y le dijo que con ese rebenque les tenía que pegar a los animales por todas partes, que no les aflojara, pero que tuviera cuidado y no juera a pegar en las riendas, porque la iba a lastimar a ella.
-Y da las gracias a Dios que las riendas sea yo, porque si no te matan.
Ya al otro día jue al corral a ver los animales que iba a domar. Y áhi 'taba el potro y la yegua bufando furiosos, que daban miedo. Le ayudaron a poner la guatana y el apero, y montó, primero el potro y después la yegua. Estos animales corcoviaban enloquecidos para voltiarlo, pero el mozo les empezó a pegar con el rebenque por todos lados y al fin tuvieron que aflojar y si amansaron.
Va a la noche ande 'taba el diablo y lu encuentra en la cama muy estropiau. Lo mismo 'taba la diabla. Entonce le dice como la otra vez:
-Esto no lu hacís vos, pero, ya ti has salvau y te podís ir.
Entonce el mozo le dice que se va a ir pero con Blanca Flor y que se la tiene que dar para casarse. Entonce él le dice que si adivina cuál es Blanca Flor entre todas las hermanas, entonce se podrá casar con ella. Y entonce las pone en una pieza y hace que saquen el dedito chico por el ojo de la llave. Entonce a cada una que sacaba el dedo él decía:
-Ésta no.
Hasta que al fin sacó el dedito Blanca Flor. Él lo conoció en seguida porque le faltaba un pedacito, y entonce dijo:
-Ésta quiero, ésta quiero.
Entonce el diablo no tuvo más remedio que dejar que se celebre la boda, porque había sido vencido.
Esa noche le dijo Blanca Flor al joven que el padre los iba a matar y que tenían que huir. Entonce colocaron en la cama una bolsa di arena y una bolsa de afrecho. Blanca Flor dice que el padre tiene dos caballos muy ligeros, que uno era el Viento y el otro el Pensamiento. Ella quería que jueran en el Pensamiento pero el mozo eligió el Viento, y se jueron, huyeron sin que los vieran.
Ya se levantó el diablo y jue a la pieza. Dio una tremenda cuchillada a una bolsa y saltó arena; dio otra cuchillada a la otra, y saltó afrecho. Entonce va y le dice a su mujer, a la diabla, lo que ha pasado, y le dice que tiene que perseguirlos y trairlos. Y áhi no más sale la vieja a seguirlos. Monta en el Pensamiento y sale al galope. Al poco rato los va alcanzando. Entonce Blanca Flor le dice al mozo:
-Mi madre los alcanza. Los vamos a convertir, vos en un picapedrero, el caballo en un banco y yo en una piedra -y así jue.
Cuando llegó la vieja vio qui un picapedrero 'taba trabajando una piedra, y le preguntó:
-¿Nu ha visto pasar una pareja en un caballo muy ligero?
Y le contestó el joven:
-Hace mucho rato pasaron. ¡Quién sabe ande irán a estas horas!
Entonce se vuelve la diabla y le dice al diablo que no los puede alcanzar, que sólo ha visto a un picapedrero que 'taba en un banco picando una piedra.
-¡Ah!, vieja zonza, el picapedrero era el joven, el banco el caballo y la piedra Blanca Flor. Andá a trairlos en seguida.
Ya volvió a salir la diabla en el Pensamiento, y los siguió:
Al rato, Blanca Flor le dice al joven:
-Mi madre los viene persiguiendo y prontito los va alcanzar. Los dos los vamos a convertir en dos méndigos y la vamos a engañar.
En seguida no más llega la vieja en su caballo tan ligero y les pregunta si nu han visto a un picapedrero que 'taba picando una piedra.
-Sí, lo vimos, pero el picapedrero cargó la piedra, el banco y las herramientas en un carro y se jue. A estas horas quién sabe ande andará.
Se creyó la vieja y se volvió.
A todo esto ya pudieron llegar a la casa del mozo.
El padre los recibió muy contento y les dijo que se queden a vivir en su casa. Y áhi se quedaron.
El diablo 'taba sabiendo todo, pero ya no los podía perseguir ni les podía hacer nada. Dios, que era el viejito que le salió al joven en el camino, era el que lo había salvado.

Y vivieron felices,
comieron perdices,
y a mí no me dieron
porque yo no quise.

José Suárez, 65 años. Mercedes (Estación). San Luis, 1929.

El narrador aprendió este cuento del padre, que era un gran narrador.

En este cuento no figura el motivo del olvido mágico del héroe.

Cuento 881. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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