Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El niño sin miedo .915

Había una señora muy pobre que tenía un chico inavenible, que la pobre señora no hallaba qui hacer con el chico. Tantos malos ratos pasó, hasta un fin ya tomó parte la polecía. Pero tamién se lo entregaron otra vez a la madre porque nu había manera de componerlo, no tenía miedo a naides.
Ya la madre desesperada, una mañana temprano se lo lleva al Padre, a la iglesia, a ver si dejandoló encerrado en la iglesia este chico se reducía un poco. Y el Padre se comprometió hacerseló un niño bueno. Pero el Padre no pudo con él, y se lo tuvo que entregar otra vez a la madre.
Un día, llamó un hombre el Padre y hizo hacer un cajón de dijunto, y lu echó vivo en el cajón a un hombre vecino para hacerle tener miedo al chico. Y en la noche le dijo el cura al chico si se animaba a velar un dijunto, solo, porque no podía venir naides y él estaba ocupado.
-Cómo no -le dijo el chico.
Porque éste no tenía miedo a nadies. El chico tenía la edá de doce años.
El cura le dijo al hombre que estaba en el cajón que a la media noche se quejara, qui hiciera crujir el cajón, y que se lamentara, para hacerlo tener miedo al chico.
Tarde la noche el hombre, hizo todo lo que el cura le dijo. El muchacho estaba despavesando las velas, cuando oyó el ruido, tomó un palo y le dice al dijunto:
-Ya te vuá terminó de matá. ¿Qu'estás haciendo tanto ruido? Ya te vuá arreglá.
Así que el chico jue enfurecido a abrir el cajón. Y el hombre, cuando lo vido, salió corriendo. El muchacho salió di atrás y ya lo llevaba estrecho, pero alcanzó a llegar adonde estaba el Padre y se salvó. Entonce el Padre, al otro día temprano, llamó a la madre del chico para entregarseló; no lo podía reducir.
La madre lo más desesperada no sabía qué hacer. Tenía una yegua, y le dice al chico:
-Hijo, has cansau a la polecía, has cansau al cura, tomá esta yegua y andá a rodar tierra. Lo que tengo pa darte que llevís de comida es este pedacito 'e carne.
-Güeno -que le dice el chico y muy contento lu agarró y se jue.
La madre quedó muy desconsolada.
El chico viajó todo el día. Se le entró el sol, y entonces encontró unos palacios solos, y como dueño, desensilló, y largó el caballo a la güerta. Abrió una puerta y entró en una pieza. Hizo juego para asar el asadito que li había dau la madre.
Cuando está haciendo el asadito, li hablan di arriba del techo, que le dicen:
-¿Cairé?
Que le dice él:
-Caé, no más, ¿que estás esperando?
Como no tenía miedo a nadie... Y cayó una cabeza de dijunto. Y él dice con todo coraje:
-Falta mi hacía.
Y arrimó la cabeza al juego y asentó en la cabeza el asador.
Y ya pasó un rato y volvieron a hablarle del techo y que le dicen:
-¿Cairé?
Y que el muchacho le contesta:
-Caé entero, ante de caer de pedazos.
Y cayeron las otras partes del dijunto y se formó el cuerpo. Estuvo ya el asado, y que el chico lo invitó con asado. ¡Qué iba a comer, si era un alma!
Ya li habló, el dijunto, que quí andaba haciendo, si no sabía que él era el dueño 'e la casa. Pero que ya qui había hallado quien tuviera coraje, lu iba a dejar de propietario. Li avisó ande 'staba una herramienta y lo envitó a un potrero, y lu hizo cavar en una parte. Sacó una botija con plata antigua. Lo llevó a cavar en tres partes más y sacó tres botijas con plata. Que dijo que todo eso era para él, pero que le tenía que hacer decir tres misas con el cura y que le pidiera el recibo. Y qui al otro día a la oración iba a venir el cadáver a llevar los recibos y que l'iba a trair las escrituras para dejarlo de propietario. Que él lu había salvado porque había tenido el valor di hacer lo que él decía.
A la mañana muy temprano viene el cura a mirar si hay gente en la casa, porque persona que llegaba áhi se moría de miedo. Tenía el cura la misión de venir a sacar el cadáver. Entonce el niño se enojó con el cura y le dijo que por qué venía sabiendo que él era el propietario. Y el cura le dijo que ésa era su misión. El niño le dijo que le dijiera tres misas y que le diera los recibos porque los necesitaba para ese día.
El cadáver vino a la oración, ya vestido de blanco. Que el otro día 'taba vestido de negro. El niño le dio los recibos, y li agradeció mucho al niño, y se hizo una lucecita y se jue.
Ensilló la yegua otra vez el chico y se jue a trair la madre. La trajo a la madre y la dejó áhi. Le dio el dinero para que pasara los días, ella, y él se jue. Siguió viaje a rodar tierra otra vez.
Cuando ya había andado mucho encontró unos palacios solos, otra vez. Desensilló y entró. Encontró juego, y una olla en el juego, con comida. Terminó de cocinar y comió. Y se escondió en la güerta para ver quén venía a la casa. Al poco rato vinieron dos jóvenes y se pusieron muy contentos porque encontraron la comida cocida. Comieron y salieron a buscar quen había venido áhi. Dice el menor:
-¿Será Dios que nos ha mandado algún hermanito para que nos espere con la comida cocida?
Y el niño sin miedo que estaba oyendo salió y dijo:
-Vengo mandado de Dios a acompañarlo a ustedes.
Los jóvenes se pusieron muy contentos.
Al otro día temprano se jueron al trabajo los jóvenes y lo dejaron al chico que cocinara y los esperara con la comida cocida. El niño no obedeció, y se jue di atrás. Los jóvenes iban a peliar con los moros.
El niño se escondió cerca, ande los jóvenes estaban peliando con los moros. Mataron una cantidá de sesenta moros. Era el trabajo que tenían todos los días. Porque los jóvenes los mataban y al otro día los encontraban vivos otra vez, y no sabían que era lo que pasaba. Y el niño sin miedo descubrió todo. Los jóvenes peliaban con los moros porque ellos li habían quitado una hermana que tenían los jóvenes, y la tenían encerrada debajo de siete llaves. Resulta que la madre de los moros veniya con una ollita y una velita prendida, cuando s'iban los jóvenes y dejaban los moros muertos, y les pasaba por el cuello un engrudo, y en seguida la llamita de la vela, y así vivían los moros. El niño sin miedo cuando vido que hizo levantar dos moros con la ollita, la atropelló, y le quito la ollita y la vela. Con la espada de los moros muertos mató a los otros dos, que estaban medio aturdidos. Entonces la ajustició a la vieja que le diera las llaves ande 'staba la niña encerrada. Porque la viejita con el susto le confesó todo, y le dijo que esos moros eran hijos de ellas. La llevó de la mano a la viejita a la casa para que le entregara las llaves. La ató en la casa hasta qui hizo juego al horno, para echar a la vieja y quemarla para que se terminara junto con los hijos. En seguida abrió las puerta y vido la niña que estaba áhi y la volvió a cerrar y se jue ande 'taban los hermanos de la niña. Preguntandolé a los jóvenes si habían andau en el trabajo, ellos le contaron el trabajo que tenían, y entonce él les dijo que el también había andau y que los moros 'tan muertos. Los jóvenes dijieron que quisieran pagar a la persona que los hizo morir.
-Tomen, sus flojos -les dice- las llaves di ande está la hermana di ustedes encerrada.
Los jóvenes muy contentos se jueron con el chico ande 'staba la hermana, y llevaron el cura y lu hicieron casar con la niña, y los dejaron áhi que vivieran, y ellos se jueron a su casa.
El niño sin miedo como no tenía miedo a nada, si hacía cortar con la niña todos los días la cabeza, y se la hacía pegar otra vez con el engrudo de la viejita. La niña que no quería hacer eso, y que lloraba, pero que él la amenaza de matarla. Y que todos los días lo obliga hacer eso.
Un día por la mañana temprano, golpean las manos. En ese momento li había cortado la cabeza al chico. La niña di asustada y di apurada, le pega la cara para atrás. Y el niño sin miedo se mira en un espejo, y de verse la cara para atrás, se tuvo miedo y se murió de susto.

Adelina Rosales de Quiroga, 48 años. Luján. Ayacucho. San Luis, 1948.

Muy buena narradora.

Cuento 915. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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