Había
una señora muy pobre que tenía un chico inavenible, que la pobre
señora no hallaba qui hacer con el chico. Tantos malos ratos pasó,
hasta un fin ya tomó parte la polecía. Pero tamién se lo
entregaron otra vez a la madre porque nu había manera de componerlo,
no tenía miedo a naides.
Ya
la madre desesperada, una mañana temprano se lo lleva al Padre, a la
iglesia, a ver si dejandoló encerrado en la iglesia este chico se
reducía un poco. Y el Padre se comprometió hacerseló un niño
bueno. Pero el Padre no pudo con él, y se lo tuvo que entregar otra
vez a la madre.
Un
día, llamó un hombre el Padre y hizo hacer un cajón de dijunto, y
lu echó vivo en el cajón a un hombre vecino para hacerle tener
miedo al chico. Y en la noche le dijo el cura al chico si se animaba
a velar un dijunto, solo, porque no podía venir naides y él estaba
ocupado.
El
cura le dijo al hombre que estaba en el cajón que a la media noche
se quejara, qui hiciera crujir el cajón, y que se lamentara, para
hacerlo tener miedo al chico.
Tarde
la noche el hombre, hizo todo lo que el cura le dijo. El muchacho
estaba despavesando las velas, cuando oyó el ruido, tomó un palo y
le dice al dijunto:
Así
que el chico jue enfurecido a abrir el cajón. Y el hombre, cuando lo
vido, salió corriendo. El muchacho salió di atrás y ya lo llevaba
estrecho, pero alcanzó a llegar adonde estaba el Padre y se salvó.
Entonce el Padre, al otro día temprano, llamó a la madre del chico
para entregarseló; no lo podía reducir.
-Hijo,
has cansau a la polecía, has cansau al cura, tomá esta yegua y andá
a rodar tierra. Lo que tengo pa darte que llevís de comida es este
pedacito 'e carne.
El
chico viajó todo el día. Se le entró el sol, y entonces encontró
unos palacios solos, y como dueño, desensilló, y largó el caballo
a la güerta. Abrió una puerta y entró en una pieza. Hizo juego
para asar el asadito que li había dau la madre.
Como
no tenía miedo a nadie... Y cayó una cabeza de dijunto. Y él dice
con todo coraje:
Y
cayeron las otras partes del dijunto y se formó el cuerpo. Estuvo ya
el asado, y que el chico lo invitó con asado. ¡Qué iba a comer, si
era un alma!
Ya
li habló, el dijunto, que quí andaba haciendo, si no sabía que él
era el dueño 'e la casa. Pero que ya qui había hallado quien
tuviera coraje, lu iba a dejar de propietario. Li avisó ande 'staba
una herramienta y lo envitó a un potrero, y lu hizo cavar en una
parte. Sacó una botija con plata antigua. Lo llevó a cavar en tres
partes más y sacó tres botijas con plata. Que dijo que todo eso era
para él, pero que le tenía que hacer decir tres misas con el cura y
que le pidiera el recibo. Y qui al otro día a la oración iba a
venir el cadáver a llevar los recibos y que l'iba a trair las
escrituras para dejarlo de propietario. Que él lu había salvado
porque había tenido el valor di hacer lo que él decía.
A
la mañana muy temprano viene el cura a mirar si hay gente en la
casa, porque persona que llegaba áhi se moría de miedo. Tenía el
cura la misión de venir a sacar el cadáver. Entonce el niño se
enojó con el cura y le dijo que por qué venía sabiendo que él era
el propietario. Y el cura le dijo que ésa era su misión. El niño
le dijo que le dijiera tres misas y que le diera los recibos porque
los necesitaba para ese día.
El
cadáver vino a la oración, ya vestido de blanco. Que el otro día
'taba vestido de negro. El niño le dio los recibos, y li agradeció
mucho al niño, y se hizo una lucecita y se jue.
Ensilló
la yegua otra vez el chico y se jue a trair la madre. La trajo a la
madre y la dejó áhi. Le dio el dinero para que pasara los días,
ella, y él se jue. Siguió viaje a rodar tierra otra vez.
Cuando
ya había andado mucho encontró unos palacios solos, otra vez.
Desensilló y entró. Encontró juego, y una olla en el juego, con
comida. Terminó de cocinar y comió. Y se escondió en la güerta
para ver quén venía a la casa. Al poco rato vinieron dos jóvenes y
se pusieron muy contentos porque encontraron la comida cocida.
Comieron y salieron a buscar quen había venido áhi. Dice el menor:
Al
otro día temprano se jueron al trabajo los jóvenes y lo dejaron al
chico que cocinara y los esperara con la comida cocida. El niño no
obedeció, y se jue di atrás. Los jóvenes iban a peliar con los
moros.
El
niño se escondió cerca, ande los jóvenes estaban peliando con los
moros. Mataron una cantidá de sesenta moros. Era el trabajo que
tenían todos los días. Porque los jóvenes los mataban y al otro
día los encontraban vivos otra vez, y no sabían que era lo que
pasaba. Y el niño sin miedo descubrió todo. Los jóvenes peliaban
con los moros porque ellos li habían quitado una hermana que tenían
los jóvenes, y la tenían encerrada debajo de siete llaves. Resulta
que la madre de los moros veniya con una ollita y una velita
prendida, cuando s'iban los jóvenes y dejaban los moros muertos, y
les pasaba por el cuello un engrudo, y en seguida la llamita de la
vela, y así vivían los moros. El niño sin miedo cuando vido que
hizo levantar dos moros con la ollita, la atropelló, y le quito la
ollita y la vela. Con la espada de los moros muertos mató a los
otros dos, que estaban medio aturdidos. Entonces la ajustició a la
vieja que le diera las llaves ande 'staba la niña encerrada. Porque
la viejita con el susto le confesó todo, y le dijo que esos moros
eran hijos de ellas. La llevó de la mano a la viejita a la casa para
que le entregara las llaves. La ató en la casa hasta qui hizo juego
al horno, para echar a la vieja y quemarla para que se terminara
junto con los hijos. En seguida abrió las puerta y vido la niña que
estaba áhi y la volvió a cerrar y se jue ande 'taban los hermanos
de la niña. Preguntandolé a los jóvenes si habían andau en el
trabajo, ellos le contaron el trabajo que tenían, y entonce él les
dijo que el también había andau y que los moros 'tan muertos. Los
jóvenes dijieron que quisieran pagar a la persona que los hizo
morir.
Los
jóvenes muy contentos se jueron con el chico ande 'staba la hermana,
y llevaron el cura y lu hicieron casar con la niña, y los dejaron
áhi que vivieran, y ellos se jueron a su casa.
El
niño sin miedo como no tenía miedo a nada, si hacía cortar con la
niña todos los días la cabeza, y se la hacía pegar otra vez con el
engrudo de la viejita. La niña que no quería hacer eso, y que
lloraba, pero que él la amenaza de matarla. Y que todos los días lo
obliga hacer eso.
Un
día por la mañana temprano, golpean las manos. En ese momento li
había cortado la cabeza al chico. La niña di asustada y di apurada,
le pega la cara para atrás. Y el niño sin miedo se mira en un
espejo, y de verse la cara para atrás, se tuvo miedo y se murió de
susto.
Adelina
Rosales de Quiroga, 48 años. Luján. Ayacucho. San Luis, 1948.
Muy
buena narradora.
Cuento
915. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
No hay comentarios:
Publicar un comentario