298. Cuento popular castellano
Ésta era una mujer casa que era amiga de un
cura. Y se querían deshacer del marido, que era un poco tonto. Y dijo el cura
a la mujer:
-Pues es muy bueno; no sé qué hacer con él;
ya le buscaré alguna falta.
El pobre marido fue a confesarse, y como
siempre, no tenía casi pecados. Y se le ocurrió al cura preguntarle si se
enfadaba alguna vez.
-Sí -contestó el marido, con el gato algunas
veces. Algunas veces le digo, «¡Chape, gato!».
Entonces el cura -le pregunta:
-¿Es gato o es gata?
-Es gata -contesta el marido.
Y el cura le dijo entonces:
-Pues haces una falta muy grave; levantas así
un falso testimonio. No te puedo perdonar. Tienes que ir a Roma a que te lo
perdonen.
El pobre marido se marchó a casa muy
afligido, y la dijo a su mujer lo que le pasaba y que tenía que ir a Roma. Y la
mujer le decía:
-¡Ay, mi Juan! ¿Qué has hecho?
Y Juan contestó:
-Pues mira; ahí ves: levantar un falso
testimonio a la gata. Prepárame unas boroniñas y un quesín para el camino.
Arregló la burra y se despidió de la mujer y
se marchó a Roma. Y de que llegó a pocos kilómetros del pueblo, se encontró con
un arriero que venía hacia el pueblo con otra burra. Le preguntó que adónde
iba, y éste le dijo que iba a Roma a que le perdonara el Santo Padre un pecado
que había cometido.
-¿Cómo es posible que tú, que eres tan bueno,
hayas podido cometer un pecao que tengas que ir a Roma?
-Sí, chico, sí; que me he enfadado y he dicho
«¡Chape, gato!» en vez de «¡Chape, gata!».
-Eso a mí me huele que te querían a ti alejar
del pueblo. Si te quieres convencer, vuélvete conmigo y lo verás.
Juanín decía que no, que no era posible que
le engañaran. Pero el otro le dijo:
-Yo te apuesto la mi rucia contra la tu
guaya; vuélvete y verás.
Le metió en un saco y le colocó sobre su
burra para que no le viesen volver al pueblo. Entraron en el pueblo y se
llegaron a la casa de Juanín, donde estaba la mujer preparando una gran comida
para festejar con su amigo la marcha de su marido. El arriero le pidió permiso
para descansar allí en casa de ellos. Y ella le dijo:
-Sí, sí, entre, que precisamente estábamos
preparando una buena comida.
El arriero le pidió permiso para colocar un
saco que llevaba y que decía que era de cuidado. Pidió que le dejaran colocarlo
en la cocina, en un rincón. Y ella le dijo que todo lo que quisiera.
Se pusieron a comer los tres, y después de
haber comido admirablemente le dijo el cura a la mujer que debía de decir algo
para festejar la marcha del marido. Entonces ella se puso a cantar:
-Mi marido foise a feira, ¡permita Dios que
non vuelva!
Entonces ella le dijo a su amigo que él
también debía de cantar, y él se puso a cantar:
-Si tu marido no volviera, buena renta nos
cayera.
Entonces ella también le dijo al arriero que
cantara, y él cantó:
-Y eso que estáis en ese jergón, ¿qué
contestáis a esta canción?
Y el que estaba en el saco en el rincón se
puso a cantar:
-Ya que se me fue la rucia y la guaya,
¡péscame a ése, que no se me vaya!
Y le agarró el arriero al otro, y salió el
marido y le dieron una buena panadera.
Cimiano
(Panes), Oviedo. Doña
Ezequiela Manero. 25
de mayo, 1936. 50
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario