431. Cuento popular castellano
Éstos eran tres estudiantes que se hallaban
una vez sin dinero para comer. Iban pidiendo, como se hacía antiguamente, pues
había pobres que querían estudiar y iban pidiendo. Y decían:
-¿Cómo nos arreglaríamos para comer los tres
esta noche? Pues vamos a pensarlo.
Y entonces dijo uno de ellos:
-Pues yo pondré el pan.
-Muy bien -dijo otro, y yo traeré la carne.
-Y yo, el vino -dijo el tercero.
Fueron a la plaza y se arrimaron a una
panadera. Mientras uno hablaba con ella, otro fue a la posada a por un saquillo
para meter el pan. Cuando volvió, metieron el pan en el saco y dos de los
estudiantes se marcharon con él, quedando el tercero de espaldas a la
panadera. Al poco rato se iba a marchar él también, y le llamó la atención la
panadera:
-¡Que no me han pagao ustedes, buen señor,
que no me han pagao ustedes el pan!
Y el estudiante llevaba un parcho de pez en
la mano. Se le puso en la frente, volvió la cara y dijo:
-¿Qué dice ustez?
-Que no me han pagao ustedes el pan.
-Pero, señora, ¿qué es lo que me dice ustez
de pan?, ¡que yo no le he comprao pan a ustez!
-Ah, señor, que han venido tres a comprarme
pan y yo creí que era ustez uno de ellos; pero ya le veo que no es ustez,
porque los que me han comprao el pan no llevaban parchos, y ustez sí. Perdóneme
ustez, que me he confundido.
Luego que se hizon con pan, vieron a un
pavero y le dijon:
-Mire ustez, los frailes del convento han
dicho que les escoja ustez dos pavos de los mejores que tenga.
El pavero escogió los dos mejores pavos que
tenia y se los entregó.
-Pero mire ustez -le dijon-, no se los
pagamos nosotros. Vaya ustez a aquella puerta que ve ustez enfrente; vaya
ustez, que allí se les pagarán.
Y fue el pavero a cobrar al convento. Salió
un fraile y le dijo el pavero:
-Vengo a por el dinero los pavos.
-Pero, ¿qué es lo que dice ustez? ¿No viene
ustez a confesar? ¿No es ustez un penitente?
-¡Déjeme ustez; vengo a por el dinero los
pavos!
-Paro, ¿qué pavos? ¿Qué es lo que dice ustez
de pavos? ¡Aquí no se han traído pavos!
-Pues han venido tres estudiantes y me han
llevao dos pavos y me han mandao aquí a cobrar, pues me dijon que eran para
ustedes.
-No, señor; no, señor, que aquí no se han
traído.
Así es que se hizon con los pavos y les
llevaron también a la posada como el pan. Ahora sólo faltaba el vino.
Entraron en una taberna y pidieron una media
cántara a la tabernera. Les despachó la media cántara que pidieron y dijo uno
de los estudiantes:
-Voy a pagar yo.
-¡No, que quiero pagar yo! -dijo otro.
-¡No, no, que lo quiero pagar yo! -dijo el
tercero.
Y así estuvieron riñendo largo rato; y por
fin dijo uno de ellos:
-Pues a vendar a la tabernera, y a quien
coja, aquél paga.
Así que la vendaron, echaron a correr todos,
con el vino. En esto entró el marido de la tabernera; le cogió ella y le dijo:
-¡Tú pagas!
-Pero ¿qué haces que estás así? Y dice ella:
-¡Tú pagas!
-Pues, ¿qué haces?, que he visto unos
corriendo con una cántara de vino y dices que yo pago.
-Que ésos que han marchao me han vendao, que
todos querían pagar y dijon que el que yo cogiera pagaría.
-Pues bien decías que yo pago.
Los estudiantes cenaron en la posada. Al día
siguiente na más levantarse, querían marcharse; pero no sabían cómo iban a
decir «Vamos a marcharnos», pues no podían pagar a la posadera.
-Pero ¿van ustedes de marcha? -les preguntaba
el posadero.
-Sí, señor, pero más tarde; ahora tan pronto,
no.
Y uno de ellos tenía el traje muy fino y
hacía mucho frío. Y les dice a los otros que se quería ir a confesar, para ver
si se podía hacer con capa. Se marcha a la iglesia y le dice al confesor que a
ver si le podía confesar. Y entró en el confesonario el confesor y se puso a
confesarle. Y le dijo el estudiante:
-Mire ustez, señor, que tengo un
padecimiento; le voy a hablar
a ustez antes de confesar; que cada paso me
entra una cosa...
especie de locura... y soy capaz de devorar
al que está conmigo. El sacerdote, témido de lo que le decía, le estaba
confesando
y estaba teritándose y ya le dice:
-Pero ¿ustez llega a comprender cuándo le
llega esa manía?
-Sí, señor -dijo él.
Y al poco tiempo comenzó:
-Señor, señor, que me viene lo que le digo a
ustez.
Y el cura, a escape, se subió al coro y dejó
allí la capa. Cogió el chico y se la puso.
-¿Qué hijo?, ¿te viene, te viene? -le decía.
-Como si la hubieran hecho para mí. Y se
escapó a la posada.
Y la de la posada ya vía que se marchaban y
no decían nada.
-Pero ¿qué piensan ustedes? ¿Me pagan o qué
hacen? Veo que les voy a tener que llevar a juicio.
-¡Haga ustez lo que quiera, señora, que no
tenemos! Pues la mujer mandó salir al posadero:
-Vete tú en casa del señor juez a ver qué se
puede hacer con estos señores.
Y fue en casa del juez el marido y le explicó
el caso:
-Allí hay tres individuos que no me quieren
pagar y han hecho el gasto de tanta cantidaz. No me pagan y vengo a ver si les
puedo poner juicio.
-Pues, tráigameles ustez aquí. Ya marchó el
marido :
-Bueno, tienen que venir ustedes conmigo en
casa del señor juez.
-Bueno, pues iremos.
Y dijo entonces uno de ellos:
-Pero mire ustez, yo no puedo ir en casa del
señor juez en esta forma, con este traje que tengo; tiene ustez que prestarme
una capa.
Le dio la capa y ya llegaron todos en casa
del señor juez. Les tomó declaración de lo que debían y dijon que no debían
nada, que estaba todo pagao. Pero el posadero se resistía, que no, que no le
habían pagao. Y a fuerza de porfiar dijo aquél a quien el posadero había dejao
la capa:
-Veo que este señor es capaz de decir lo que
no es verdaz; como si se le antoja decir ahora que la capa que traigo es suya.
Y dijo el posadero en seguida:
-Pues, ¿no es mía? ¿No se la he dejao a ustez
porque me dijo ustez que le hiciera el favor de dejársela?
-¡Ahí tiene ustez, señor juez! ¡Ya veo que es
un hombre que vale para cualquier cosa! ¡Decir que la capa es suya! ¡Hasta eso!
¡Puede ustez comprender que es un embustero!
-¡Vamos! -le dijo el juez al posadero; dice
ustez que este estudiante le debe la posada y ¿ahora me quiere hacer creer que
ustez le ha prestao la capa encima? ¡No, señor, eso no pasa!
Y le echó a barrer al posadero.
Astudillo,
Palencia. Catalina García. 14
de mayo, 1936. 70 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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