241. Cuento popular castellano
En un pueblo pequeño se casó un endividuo con
una muchacha muy guapa. Y después de cierto tiempo de vida, se veía acobardado
por falta de trabajo. Éste ya pensó buscarse la vida en el sitio donde pudiera
encontrar trabajo. Y entonces la dice a su mujer:
-Yo así no puedo vivir. No tengo más remedio
que marcharme a mis aventuras a buscar la vida para ganar pa los dos.
Y entre el matrimonio pensaron en marcharse
él en busca de fortuna. Al salir de casa dejó a su señora encinta. Y marchó a
buscar la vida a las Américas, donde encontró un señor y entró a servir como
mozo de la casa. Engañaba al dueño diciendo que era soltero y que no tenía más
ocupaciones que el cumplimiento de su deber.
Pero ya pasó cierta cantidad de años, y
observó el amo que su criado estaba triste. Y con frecuencia le preguntaba:
-¿Qué te pasa? Dime lo que te pasa. ¿Es que
tienes algún familiar, que tienes noticias de él? ¿Es que no estás a gusto en
casa? ¿Es que te falta algo de lo prometido?
Y el criado siempre triste.
-No me pasa nada.
Y tenía siempre ahorradas las soldadas en
casa de su amo.
Y triste el criado, ya le preguntó un día el
amo:
-Quiero que me digas lo que te pasa.
Y como el criado no tenía costumbre de
engañar al amo, tenía la respuesta de decirle:
-Soy casado y quiero ir a buscar a mi mujer,
y ver si tengo algún hijo, que cuando salí de mi casa la dejé encinta.
Entonces el amo, muy agradecido del
comportamiento de su criado, le abonó sus soldadas y al mismo tiempo le dijo:
-Toma esta torta con tres monedas. No la
partas hasta que no llegues a tu casa. Una de las monedas es para ti, otra para
tu mujer y otra para tu hijo, si acaso lo pues tener. Y además te quiero dar
tres consejos: no dejes camino por coger senda; donde no te llamen, no te
metas; y cosa que no te interese, no preguntes.
Y aquel buen criado le da las gracias y coge
el tren y sale para su casa. Y al llegar a la estación, sale al camino para la
aldea donde él vivía. Y se acercan unos chavales:
-¿Para dónde va el amigo?
-Para la aldea.
-Coja esa senda.
Y entonces él se alcordó y dijo:
-No dejo camino por coger senda.
Y aquella senda le conducía a un río. Llega a
la aldea y se va a la posada antes de ir a su casa. Y por la mañana, cuando se
levantó, desde el balcón de la posada, observó que una señora se abrazaba con
un cura. Y dijo:
-Ésa es mi mujer.
-Pero se alcuerda del consejo que donde no me
llaman, no me meto.
-Yo preguntaría, pero cosa que no me
interesa, no pregunto. Pero el buen criado, dentro de su conocimiento
reflexionó:
-Si me parece mi mujer. Y quizás fuera mi
hijo. Yo debo de preguntar, porque el asunto me interesa.
Y entonces a la dueña de la posada la
pregunta:
-Dígame, señora, ¿qué pasa en esa casa, que
hay un señor cura abrazán-dose con una mujer?
Y entonces la mesonera le dice:
-Pues mire usted. Es una pobre señora que se
casó. Y estuvo varios meses con el marido. Y su marido se marchó a probar.
fortuna por el mundo. Y la dejó encinta y no le han vuelto a ver más. Y ése es
el hijo de aquel señor de esa señora, que le ha podido dar carrera para
sacerdote.
Entonces el criado, asombrado, el mismo día
de la cantamisa se presentó en su casa. Y al preguntar por doña Paula, su esposa,
se quedaron des-mayados.
-Éste es tu marido y tú eres mi esposa.
Cuéllar,
Segovia. Mariano,
señor de unos 55 años. 22
de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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