Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los tres consejos .239

239. Cuento popular castellano

Éste era un matrimonio muy pobre y no hallaban donde tra­bajar. Un día el marido decidió marcharse lejos de su pueblo a buscar trabajo. Y al separarse de su mujer la dejó un niño pe­queño.
Y el marido estuvo sirviendo dieciocho o veinte años del otro lado del agua. Y al llevar tantos años fuera, el hombre ya tenía deseos de ver a su esposa y a su hijo, y un día le dice al amo:
-Haga ustez el favor de hacerme la cuenta, que quiero ver a la familia.
-Bueno; para la noche ya te la tendré hecha -le contestó el amo.
Cenaron, y al irse a acostar le dice el amo:
-Mira; por todas tus soldadas te doy esta torta y tres con­sejos: el primero, no dejes caminos reales por coger sendas; el segundo, en lo que no te va ni te viene, no te metas; y el tercero, antes de hacer las cosas, premedítalas.
Al día siguiente, salió ya para su casa y a poco de salir se en­contró con un arriero. Y vinieron bastante parte del camino jun­tos. Y a cierto punto había un atajo y le dice el arriero:
-Vámonos por aquí, que se corta más a derecho.
Y le contesta el individuo:
-No, que me ha dao un consejo mi amo que no deje cami­nos reales por coger sendas, de suerte que yo me voy a derecho.
Y al día siguiente pudo saber que al arriero le habían matao en aquel mismo sendero. Y entonces pensó él: «Qué bien hecho que haya seguido el consejo de mí amo; si no, hubieran hecho lo mismo conmigo.»
Y a él le llegó la noche en un monte. Y alcanzó a ver una luz. Y era un caserío de una cuadrilla de bandidos. Se llegó a él a pedir alojamiento, y le dijo uno de los que estaban al cuidao de la casa que sí, que podría quedarse allí aquella noche. Y tar­dando bastante en llegar los otrq compañeros, le dice a aquél el bandido:
-Ustez no habrá visto nunca esta casa.
-No, señor; es la primera vez que me encuentro en ella.
-Pues se la voy a enseñar en lo que vienen los otros.
Y le enseñó todas las habitaciones. Y le dice:
-¿Qué le ha parecido a ustez?
-Pues muy bien -le dice.
-Pero le falta a ustez la mejor habitación que, ver.
Y le llevó a una habitación donde había cuatro cuerpos col­gados en cuatro escarpias y una mesa con cuatro cabezas de per­sona clavadas en cada cornijal de la mesa, y le preguntó:
-¿Qué le parece a ustez de todo esto?
Y se echó la cuenta él entonces y pensó: «Ya veo yo que la cabeza que falta en medio va a ser la mía.» Y le vuelve a decir el bandido:
-¿Qué le parece a ustez de todo esto?
-Bien -dice.
-No, no; diga ustez francamente lo que ustez piensa.
-¿Qué le he de decir? Soy partidario de que en lo que no me va ni me viene no me meto.
Y le dice el bandido:
-Esa palabra es la que le ha salvao a ustez la vida.
Y entonces pensó él entre sí: «Ya me he salvao con otro de los consejos que mi amo me ha dao.»
Ya llegaron los otros, el capitán y los demás de la cuadrilla, y se pusieron a cenar y se acostaron. Y a la mañana siguiente el alojado les dice:
-Bueno, yo me voy a marchar en seguida. Y le dijeron los otros:
-Ustez no se marcha de aquí hasta que no almuerce por lo menos.
Almorzó y a poco tiempo emprendió la marcha. Y se pensó para él: «Ya tenía ganas de salir de aquí.»
Al llegar ya a su pueblo, se dirigió a su casa y vio por el bal­cón que su mujer estaba peinando a un cura. Y pensándose mal le dio la tentación de pegarles un tiro según estaba peinándole. Y entonces dijo él:
-¡Déjate!, que he dejao un chico y primero voy a preguntar al vecino a ver qué es de él.
Y el vecino le contestó:
-Es tu hijo, el hijo que dejastes, que ya se ha hecho cura. Y dice él entonces:
-Pues he estao si le mato o no le mato -y le vino- a la me­moria el tercer consejo de su amo.
Entró entonces en su casa y se saludó con la mujer y les con­tó todo lo que le había ocurrido. Y por la noche, a la comida, le preguntó la esposa:
-Y las soldadas, ¿dónde están?
-Pues no me ha dao el amo más que esta torta y tres con­sejos: el primero, no dejes caminos reales por coger sendas; el segundo, en lo que no te va ni te viene, no te metas; y el tercero, antes de hacer las cosas, premedítalas. Milagro que estoy en casa y que existáis vosotros.
Y cuando se pusieron a comer, partieron la torta y es donde encontraron todas las soldadas de todos los años que había estao sirviendo.

Astudillo, Palencia. Anselmo Velasco. 13 de mayo, 1936. Labrador, 36 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)

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