247. Cuento popular castellano
Una vez el rey D. Pedro el I de Castilla,
nominado el Cruel, hizo una visita al convento de San Bernardo. Yendo al
convento, salieron todos los frailes y el padre prior con palio a recibirle. D.
Pedro vio al padre abad -un hombre gordo y robusto y coloradote- y supuso que
sus ayunos no le desmejoraban.
Y después de cantar el Te Deum y demás, en
los honores de la mesa le advirtió el rey al padre abaz que estaba en buen
estado de saluz. Y le advirtió que en recompensa de los cuidados que tenía para
sus frailes que le haría un regalo consistente en tres nueces que había de
cascar. Se reducían a tres preguntas: primera, cuánto valía él en su trono;
segunda, en cuánto tiempo daría vuelta al mundo con su caballo; tercera, que
qué estaba él pensando que fuera mentira. Que a otra visita que hiciera, se las
tenía que contestar, y si no, le recluiría a morir en una celda a pan y agua. Y
se despidió hasta otra visita.
Pensando el abaz que no podría contestarle,
porque era hombre de pocos recursos -¡tan pocos, no pensaba más que en comer!-
se desmejoró de tal manera que alarmó a todo el convento, especialmente al
pastor de dicho convento, Pascualillo. Y preguntándole al padre abaz que qué
le ocurría, que se lo dijera a él, pues se desahogó el padre abaz con él,
diciéndole que el rey le había dado tres nueces que cascar, que consistían en
tres preguntas que él no podía contestar.
Y el pastor, Pascualillo, jovialmente le
contestó que no se apurara, que él le salvaría del compromiso; que comiera y
bebiera y que no se preocupara más.
Al hacer la segunda visita el rey, cuando se
hicieron los preparativos para recibirle, bajo palio y todo, le dijo
Pascualillo que le diera el abaz sus hábitos, que ya había pasado más de un año
y no recordaría cómo sería él.
Llegó el día señalado y todos los frailes del
convento salieron a recibir al rey de la misma forma que la vez anterior.
Entonces, cuando se presentó el rey, echó una mirada al padre abaz y aunque le
encontró tan desmejorado, no le sorprendió por las tres preguntas que suponía
no contestaría. Entonces el rey, dirigiéndose al padre abaz, le dijo:
-Padre abaz, ya recordará las tres nueces.
¿Está dispuesto a contestarlas?
Y Pascualillo, vestido de padre abaz, le dijo
que sin inconveniente ninguno podía preguntarle.
-Pues, vamos a ver -dijo el rey. ¿Cuánto
valgo yo en mi trono?
--Señor -le contestó Pascualillo, si el Rey
de los Cielos valió treinta monedas, Vuestra Majestaz, que es de la tierra, le
pondremos veinte y nueve.
A lo cual se mordió los labios, por su
temperamento, el rey.
-Bien. Y la segunda pregunta: ¿en cuánto
tiempo daría vuelta al mundo en mi caballo?
Y contestó Pascualillo:
-Señor, si camina con la salida del sol, en
veinte y cuatro horas justas.
Y echando el rey su mirada torva, se quedó
mirándole al supuesto abaz.
-Bien -le dijo, la tercera pregunta: ¿qué
estoy yo pensando en este momento que sea mentira?
-Pues señor, Vuestra Majestaz piensa que yo
soy el padre abaz, y soy Pascualillo el pastor.
Y entonces le dijo el rey:
-Pues bien, tú ocuparás su puesto, y él
morirá en una celda condenado a pan y agua.
-Señor, no puede ser. Soy un humilde pastor
que no sabe leer ni escribir,
Y le dijo el rey:
-Bueno, pues pídeme lo que tú quieras.
Hincando la rodilla en tierra le dijo:
-Señor, no pido más que Vuestra Majestaz
tenga clemencia del pobre abaz y que le perdone la vida.
Y el rey entonces le perdonó la vida y así
terminó.
Peñafiel,
Valladolid. Josefa
Capdevila. 29
de abril, 1936. 78
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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