387. Cuento popular castellano
En cierto pueblo había un hombre de extremado
valor que tenía el oficio de jaulero. Como el oficio le daba poco, dado su
valor reconocido, pues todo el mundo le llamaba cuando había alguna defunción,
con el fin de que velara al difunto durante la noche.
Un día hubo un gracioso -que era el
carpintero del puebloque creyendo poder saber hasta dónde llegaba el valor del
jaulero, un día se fingió muerto. Avisó a los de la casa para que avisaran al jaulero
de que había muerto, para que le velara durante la noche. Como el jaulero
tenía costumbre de hacer jaula y trabajar algo para que no se le hiciera larga
la noche, cogió la herramienta de hacer jaula, y se fue en casa del muerto.
Entró en la habitación, se sentó al pie del cadáver y empezó a trabajar como
de costumbre.
Como el propósito del muerto era darle un
susto al jaulero a medianoche, éste así lo hizo. A las doce de la noche se
incorporó del ataúz y con voz muy majestuosa le dijo:
-Oiga ustez, ¿no sabe ustez que velando a los
difuntos, no se trabaja?
Y éste, al oírle, lejos de emocionarse, se
incoleriza, agarra el martillo por el mango, y de un martillazo le destrozó el
cráneo, diciéndole:
-Y oiga ustez, ¿no sabe ustez que los
difuntos no hablan?
Y quedó muerto de veras.
Herrera
de Río Pisuerga, Palencia. Miguel
Arroyo. 25
de mayo, 1936. 60
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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