418. Cuento popular castellano
El herrero y el sacristán y el señor cura
quison preparar una merienda... y que no les costara nada. Salieron a la calle
y vino por allí un pavero vendiendo pavos. Y le llamaron al pavero. Y antes que
llegara el pavero adonde estaban el sacristán, el señor cura y el herrero, ya
el señor cura había metido un pavo debajo de la sotana. Y se marchó el señor
cura con el pavo y quedó el sacristán con el herrero. Y llegó el pavero y les
preguntó:
-¿Qué desean ustedes?
-Queríamos comprar un pavo; pero parece que
no trae usted ninguno bueno.
Y el pavero dice:
-¿Que no les hay buenos? Ahí hay uno que
llama la atención. Y miraba la pavada y el pavo que no se vía. Dice:
-Pues, si venía ahí ahora.
Y le dicen el sacristán y el herrero:
-Pues, aquí no ha habido nadie más que
nosotros, y el señor cura no se lo habrá llevao.
La cuestión... que no compraron pavo. Ya le
había llevao el señor cura.
Y aquel día era sábado y ordenaron de ir a
una majada a robarse una borrega. Y llegó el domingo por la mañana, y eran las
ocho, y eran las nueve, y el sacristán no venía a oficiar la misa. Y el señor
cura no tuvo más remedio que tocar y ponerse a decir misa. Y estando dijendo
misa, ya comprendió que había venido el sacristán. Y al cantar el Prefacio,
canta el señor cura:
-Los que fuistis, ya vinistis. El galán no sé
si le trajistis.
Y contesta el sacristán:
-Los que fuimus ya vinimus. El galán no le
trajimus. Salieron los pasto-rantes. Nos echaron los perrantes. Nos dieron
buenos palancates, y nos quitaron el gigí.
Contestó el señor cura:
-Eso ya se me camentaba a mí. Con el ágili
mojí y el pementórum per ónia sécula seculórum.
Cervera
de Río Pisuerga. Santiago
Gutiérrez. 25
de junio, 1936. 72
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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