Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los tres novios .274

274. Cuento popular castellano

Era una muchacha que tenía tres novios. Y les tenía puestos hora para que fueran a hablar con ella, cada uno a una hora: uno a las diez, otro a las doce y otro a las dos de la mañana.
Y era el tiempo de las confesiones. Y llegó el primero, el de las diez, y la encontró llorando. Y la dijo:
-¿Por qué lloras?
-¿Cómo no he de estar llorando? Porque me he ido a con­fesar y me ha dado el señor cura de penitencia que en la iglesia hay una tumba; que vaya y me ponga encima de ella y me haga el muerto.
Y entonces dijo el novio:
-Pues nada, a mí no me da miedo y lo haré en vez de tú.
Y fue a la iglesia y se puso en la tumba y se hizo el muerto.
Después llegó el de las doce y la encontró también llorando. Y la preguntó:
-¿Por qué lloras?
Y le dijo:
-¿Cómo no he de estar llorando? Me he ido a confesar y me ha dado el señor cura de penitencia que vaya a la iglesia y coja una vela encendida en la mano y me ponga de rodillas al pie de la tumba.
Y dice él que lo cumpliría. Y fue y cogió la vela y se puso de rodillas en la iglesia en el sitio que ella le dijo.
Y llega el de las dos de la mañana. Y también la encontró llo­rando. La preguntó:
-¿Por qué lloras?
Y dice ella:
-Porque he estado a confesar y me ha dado el señor cura de penitencia que en la iglesia hay una tumba y en la tumba hay un muerto; que coja la pala y el azadón y haga un hoyo y entierre al muerto.
Y entonces dijo él:
-Ya lo hago en seguida. No llores por eso.
Y va y coge la pala y el azadón y se marcha a la iglesia a cum­plir la promesa que a la novia la había dado. Llegando a la igle­sia, se encontró con la tumba y el muerto y se puso a hacer el hoyo al pie de la tumba. Y el de la vela y el de la tumba le esta­ban cuidando. Hizo el hoyo y al ir a echarle mano para echarle al hoyo, se levanta el muerto de la tumba. Los otros se echaron a correr y el muerto tras de ellos hasta que al fin se descubrie­ron los tres: se vieron que eran los tres novios que tenía la hija del mesonero.
Pero luego de descubrirsen, estuvieron con el sacristán con­tándole el susto que se habían llevado con la novia. Y para ven­garse les dijo que se vistiera uno de misionero y fuera a casa de la mesonera -la novia era hija de la mesonera, y fueran los otros dos a subirsen al tejado con confites, almendras, longaniza y lomo.
Ya llegó la noche y el misionero fue a pedir posada en casa de la mesonera. Había allí unos arrieros; pero al entrar el misio­nero, le cedieron el rincón junto a la chimenea, que era el sitio que él quería. Se puso a hacer sus oraciones y se llegó la hora de cenar. Y entonces le preguntó la mesonera que cuándo y qué cenaba aquella noche. Y dijo el misionero:
-Yo ceno cuando Dios del cielo me lo manda. Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri.
Entonces miró por la chimenea y dijo:
-Dios del cielo bendito, ¿qué ceno yo esta noche? Y respondieron desde arriba:
-¡Lomo y longaniza!
Puso él el hábito y le echaron desde arriba la longaniza y el lomo. Y les hacía creer que era Dios del cielo. Después de esa cena, le volvió a preguntar la mesonera:
-Peregrinito, ¿qué cena usted de postres esta noche?
Y la contestó el peregrino:
-Yo ceno de postres esta noche lo que Dios del cielo me man­de. Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri.
Y entonces miró por la chimenea y dijo:
-Dios del cielo bendito, ¿qué ceno yo de postres esta noche? Y le contesta-ron:
-¡Confites y almendras!
Y puso el hábito y le echaron confites y almendras. Y la meso­nera y su hija se creían que era Dios del cielo. Y se decían la ma­dre y la hija:
-Éste es Dios. Éste es Dios.
Después de cenar se puso a hacer sus oraciones y siempre decía:
-Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri.
Bueno, ya que terminó las oraciones le preguntó la mesonera:
-¿Cuándo se acuesta usted, peregrinito, esta noche? Y contestó el peregrinito:
-Yo no me acuesto hasta que Dios del cielo no me lo mande.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri.
Entonces miró otra vez por la chimenea y dijo:
-Dios del cielo bendito, ¿cuándo me acuesto yo esta noche? Y le contestaron desde arriba: 
-Ahora mismo.
Entonces ya pasó un rato de hacer oración él. Y entonces la mesonera, como se hacía un poco tarde, le volvió a preguntar:
-¿Cuándo se acuesta usted, peregrino? Hay varias camas. ¿Dónde quiere acostarse?
Y entonces miró por la chimenea y dijo:
-Dios del cielo bendito, ¿cuándo y dónde me acuesto yo esta noche?
-¡Con la hija de la mesonera! -contestaron.
Y la madre la mandaba que se acostara con él, que era Dios quien lo mandaba. Y la hija no quería. Pero por fin la ganó la madre la voluntad, y se acostó con el peregrino. Y así se venga­ron los tres novios.

San Martín de Mudrián, Segovia. Celestino Magdaleno Herranz. 9 de abril, 1936. 65 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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