240. Cuento popular castellano
Éstos eran dos criaos que estaban sirviendo
en una casa. Cuando ya se iban a marchar, los llamó el amo para pagarles y les
preguntó qué querían, si dinero o consejos. El primero dijo que él no quería
consejos, que de nada servían, y aceptó dinero. Pero el segundo dijo que él
accedía a los consejos y aceptó consejos en vez de dinero.
El primero salió con su dinero y a poco que
había salido le encontraron unos ladrones y le mataron.
El segundo recibió de su amo los siguientes
consejos, que eran tres: primero, que cuando fuera por un camino, que siguiera
siempre la carretera y nunca fuera por atajo; segundo, que en lo que no le iba
ni le venía que no se metiera, y tercero, que no hiciera nada antes de pensarlo
tres veces.
É1 se fue entonces de la casa de su amo y
alcanzó en el camino a un arriero. Al llegar los dos adonde había una
desviación en el camino, el arriero dijo que él iba por allí por ser más cerca
al pueblo adonde iban. Pero el criado se acordó del primer consejo de su amo y
no quiso ir con él, sino que siguió derecho por la carretera. Y el arriero
encontró unos ladrones que le mataron y le robaron.
El segundo, el criado, llegó a una casa donde
había sólo tres habitaciones y cada una con una sola puerta. Llegó y entró y en
la primera habitación halló muchas calaveras, brazos, piernas y manos de
muertos. En la segunda halló mesas puestas con muchos manjares. Y en la
tercera halló camas para dormir. Acordándose del segundo consejo, no preguntó
nada. Comió y se acostó a dormir.
A la mañana siguiente llegaron los posaderos
y le preguntaron si había visto algo. Acordándose del segundo consejo dijo que
no, que no había visto nada. Insistieron y otra vez dijo que no, que no había
visto nada. Y viendo ellos que era un hombre honrado, le dejaron marcharse y le
dieron un saco de oro.
Hacía ya veinte años que no volvía a su casa,
donde había dejado a su mujer con un niño de pocos meses. Llegó a su pueblo y
preguntó dónde era su casa. Al llegar a su casa, vio a un joven que andaba
paseando por la solana y no sabiendo quién era, le entraron celos y tentaciones
de entrar a matarlo. Pero se acordó del tercer consejo que le había dao su amo,
y subió y preguntó quién vivía allí y quién era aquel joven. Y resultó que era
su hijo. Luego se reconocieron y todos vivieron muy contentos. Y colorín
colorao. Este cuento se ha acabao.
Carriedo,
Santander.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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