272. Cuento popular castellano
Ésta era una muchacha huérfana muy rica, muy
rica, que era muy santurrona. Como era rica, y también muy guapa, era muy amiga
de burlarse de sus pretendientes y en una ocasión llegó a tener tres novios.
Estuvo hablando dos o tres años con los tres; pero ella les mudaba de hora para
que no se encontraran el uno con el otro.
Y como pasaba el tiempo, ya un día va un
novio de los tres y la dice:
-Bueno, ya llevamos dos años tratando; a ver
cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso
contigo.
-Y, ¿qué quieres que haga?
-Pues mira -le dice-, tienes que ir una noche
a hacer el muerto en las andas que están en la iglesia.
-Bien, y ¿cuándo quieres que vaya?
-Esta noche a las doce.
Y aceptó el muchacho.
A la hora llegó el otro y la dijo a la
muchacha:
-Vamos a ver; ya llevamos dos años tratando;
a ver cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso
contigo.
-Y ¿qué tengo que hacer?
-Pues tienes que ir a las doce de la noche a
velar, con una vela encendida, a un difunto que hay en la iglesia.
-Bueno -contestó el muchacho, haré cuanto me
mandes.
A poco rato llegó el otro, que eran tres, y
la dijo:
-Vamos, ya llevamos dos años hablando; a ver
cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso
contigo.
-Pues, ¿qué quieres que haga?
-Pues mira; a las doce de la noche tienes que
ir a la iglesia vestido de demonio y con unas cadenas, y en cuanto entres en la
iglesia sueltas las cadenas para que vayan arrastrando.
-Muy bien; haré cuanto me mandes.
Los tres muchachos hicieron como habían
prometido. El primero que llegó fue el que tenía que hacer el muerto en las
andas; al poco tiempo llegó el que tenía que velarle. Y el que estaba de
difunto, ¡qué pavor le daría el encontrarse con el otro, el de la vela
encendida! Y de seguida entró el diablo -porque el otro iba vestido de diablo-
con las cadenas arrastrando. Los otros que lo vieron -se levantó el difunto y
echaron a correr, cada uno como pudo, y se escaparon y volvieron a su casa.
Y se puson muy enfermos, todos tres, del
susto. Y ya un día se vistieron y salieron a una solana y le dice el uno al
otro:
-¡Coño, Fulano! ¿Qué, has estao mu malo?
Parece que traes mala cara.
-Y bien malo que he estao, si tú lo supieras.
Y dice el otro:
-Yo también he estao mu malo. Y el otro dijo:
-Pues yo también he estao mu malo, pero bien
malo.
-Y, ¿qué enfermedaz has tenlo? -le dijo el
uno al otro.
-¡Coño! -dice. Casi no te lo quería decir,
que te vas a reír por qué ha sido la mía enfermedaz. Yo trataba con esa señora
huérfana (que no tenía padre ni madre ella) y me dijo que si me quería casar
con ella que me tenía que hacer el difunto en medio de la iglesia.
Y le contestó el otro:
-Yo fui el que te fui a velar con una vela
encendida. Y dice el otro novio:
-Yo soy el que fui vestido de demonio con las
cadenas arrastrando por el templo.
Y uno de ellos dice:
-Pues ¡nos las tiene que pagar la muchacha
esa!
-¿De qué forma nos las va a pagar?
Y discurre uno de ellos, que era tío camal de
la chica que tenía la muchacha de sirvienta:
-Pues yo estaré con la criada (que era
sobrina de él) a ver en qué libro lee más de todos los que tiene. Y la chica
dijo:
-En el libro de confesión.
Y la dijo su tío:
-Vas a hacerme el favor de dármele.
Y la chica se le dio. Y en el libro puson
tres letras de oro en las que decían: «San Pedro, San Juan y Jesucristo mañana
a la noche entran por tu casa.»
Y la volvió a dar el libro el tío a su
sobrina para que le colocara donde le tenía su ama.
A otro día por la mañana se levanta el ama,
coge el libro y se va a la iglesia. Y al abrir el libro se encontró con las
tres letras de oro. Cuando vino a su casa, cuando regresó de la iglesia, la
dijo a su criada:
-Chica, ¿quién ha andao en este libro?
-Yo no, señora.
-¡Oy, pues mira qué letras hay aquí!
-Y ¿qué es lo que dice, señora? -la dice la
muchacha.
-Dice que mañana San Pedro, San Juan y
Jesucristo entran por tu casa.
Y esa noche la muchacha y su criada les
prepararon la cena, para cenar, y a la medianoche fueron los tres novios, el
uno vestido de San Pedro, el otro vestido de San Juan y el otro de Jesucristo.
Entraron en la casa y la dijon:
-¡Quién como tú que San Pedro y San Juan y
Jesucristo entran por tu casa! ¡Derecha vas a ir al cielo! Pero antes de ir al
cielo tienes que sufrir algo de martirio aquí.
-¡Ay, Dios mío! Impónganme la penitencia que
quieran, que yo la cumpliré de buena gana.
Y llevaban unas disciplinas los tres novios.
El que hacía de Jesucristo se sentó en una silla, cogió la muchacha y la
levantó las faldas. Y los otros dos, con un zurriago bien bueno, empenzaron a
darla golpes. Y les decía el que hacía de Jesucristo:
-¡Dala, dala! ¡Dala en la natura, para que
vaya al cielo más pura!
Y se terminó.
Astudillo,
Palencia. Pedro
Velasco. 15
de mayo, 1936. Labrador,
69 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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