Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los tres gallegos .379

379. Cuento popular castellano

Una vez había un gallego que tenía mucha envidia a los ex­tranjeros, porque cuando llegaban al pueblo, todo el mundo decía:
-Mira; esus señores son extranjeirus y teñin moitu diñeiru y son moi listus.
Y entonces él pensó:
-Pos eu me vou a marchar tamén al extranjeiru.
Y decidió marchar a Andalucía a aprender a hablar en anda­luz, porque los andaluces son los más graciosos y los más listos de todos.
Y dicho y hecho. Preparó el maco, el palo, los zuecos y el som­brero y salió pa Andalucía. Y al pasar por la Calleja del Bardal, se tropezó a un vecino que le dijo:
-¡Carallu! ¿Adónde vas, tan armau? Y va él y salta:
-Vou a Andalucía a aprender a falar en andaluceiru y así cuando veña para miña terra, sabré falar en andaluceiru. Y dirá la gente: «¡Qué ome mais listu! Sabe falar en extranjeiru». Y tú, ¿quieres venir?
-Pos eu tamén vou -contesta el vecino:
-Pus vamus -dice el primero.
Y entonces el vecino preparó también el maco y decidió mar­char con él.
Y a la salida del pueblo se encontraron a otro vecino que les dice:
-¡Carallu, cumpañeirus! ¿Adónde vais, tan armadus y tan preparadus? Parece que vais a una región moi lejus. Y dice el primero de los gallegos:
-Es que vamos a Andalucía a aprender a falar en andalucei­ru y cuando veñamos para nostra terra, saberemos falar en anda­luceiru, y dirán: «¡Oy, qué omes mais listus! Esus senores son extranjeirus y debin de tener moitu diñeiru! ¡Mira qué fala teñin!» Y, tú, ¿quieres venir?
-Pos eu tamén vou -contesta el vecino.
-Pos vamus -le dijeron.
Y preparó también el maco y se marchó con ellos.
Bueno, conque arrancaron y marcharon pa Andalucía. Y cuan­do llegaron a Andalucía, se dieron cuenta de que no tenían dine­ro. Y claro, el primero, que era el más listo, ése siempre era el que les decía a los otros todo lo que tenían que hacer. Y va y les dice:
-A ver! comu nun teñemus diñeiru para comere, vamus a ponenus a traballar.
Y dijeron los otros:
-Ben chabe Deu que teñis moita razón.
Y llegaron a una fragua, que fue lo primero que encontraron, y le dijeron al herrero:
-¡Bos días! ¿Nun hay traballu para nosotrus aquí?
Y dijo el amo de la fragua:
-Pues puede quedarse uno.
Y dijeron ellos que sí, que les convenía quedarse uno. Y se di­jeron entre ellos:
-Buenu, pus el que aprenda primeiru a falar en andaluceiru esperará a los cumpañeirus en ... (una taberna que acordaron ellos) hasta reunirse los tres.
Y se quedó uno en la fragua. Y aquel que se quedaba en la fra­gua entró al trabajo y los otros dos marcharon. Entonces sacó el herrero un hierro candente de la fragua y lo puso sobre el yunque, y como eran dos oficiales y el gallego tres, tenían que golpear los tres a un tiempo. Y dice el maestro de fragua cuando los tres tenían el macho en la mano:
-¡Ahí los tres!
Al golpear los tres, el gallego soltó el macho y dice:
-Eu nun traballu mais, porque ya sé falar en andaluceiru, que es a lo que he venidu a esta terra.
Y entonces le dijo el herrero:
-Usté lo que es, es que está loco o es un vago.
Y marchó el gallego a esperar a los otros, loco de contento por haber logrado aprender a falar en andaluceiru antes que los otros. Los otros dos llegaron a una serrería y vieron allí muchas po­leas, muchas máquinas y un ruido terrible; pero así y todo, no se asustaron. Pidieron trabajo y solamente le hubo para uno. Y el otro marchó.
Y al ajustar el sueldo, le pareció poco al gallego. Y va y salta
con tanto ruido y tanto movimiento en la serrería y dice:
-Pero habrá que traballare moitu. Y le dice el dueño:
-¡Por el dinero!
Y entonces va y salta el gallego:
-¡Ah, pos nun traballu mais, porque ya sé falar en andaluceiru. El dueño no le hizo caso, y el gallego se marchó. Y llega a la taberna y se encuentra allí con el otro y le dice:
-¡Bos días!
-¡Bos días! -le dice el otro. Pero tú, ¿ya sabes falar en andaluceiru?
-¡Pues eu sí! Y, ¿tú?
-¡Eu tamén!
Y entonces entre los dos empezaron a repetir las palabras que habían aprendido: «Ahí los tres». «Pou diñeiro». «Pou diñeiro».
«Ahí los tres». Y así estuvieron repitiendo un rato para que no se les olvidara.
El tercero recibió una carta de casa diciéndole que le querían embargar las tierras, los praos y la casa. Y ¡nada! No se asustó. Y dijo para sus adentros:
-Comu estoy en la terra de los omes mais listus y los abogadus son mais litus que los demás omes, ¡qué no serán de listus!
Y ¡nada!, decidió ir a casa de un abogao andaluz. ¡Pin, pin! ¡Pin, pin! -a la puerta.
-¿Quién?
-Eu, que veñu aquí a arreglar un asuntiñu. 
-Pos, pase ustez.
Y sin darle los buenos días ni dejarle hablar una palabra, em­pezó a decirle el gallego:
-Mire ustez, senore abogadu; a eu le querin quitar as terras; a eu le querin quitar os praos; a eu le querin quitar la casiña; y nun hay dereitu para que le quiten a eu ni as terras, ni os praos ni a casiña; que nun hay dereitu.
Y claro, como los abogaos les dan la razón a todos, le dijo:
-Hombre, ésa es la razón.
Y entonces va y dice el gallego.
-¡Adios, senor abogadu! ¡Ya teñu bastante! Con esu ya sé falar en andaluceiru y puedu engañar a todos los veciñus de miña terra.
-Pero, hombre -le dice el abogado-, aguárdese que le diga por qué tiene ustez la razón.
Pero el gallego dice:
-¡Nada! ¡Nada! ¡Nun queru sabere nada! Sé falar en andalu­ceiru y esu me basta para poder engañar a todus los veciñus de meu pueblu.
Y le dejó marchar y se fue el gallego a la taberna y con toda la importancia del mundo, porque se creía ya un extranjero. Y les dice a los otros gallegos:
-¡Bos días, cumpañeirus! ¿Vosotrus sabéis falar en andalu­ceiru?
-Nosotrus sí -dicen. Y, ¿tú?
-¡Eu tamén!
Y empezaron entonces los tres gallegos a falar en andaluceiru:
-¡Ahí los tres!
-¡Pou diñeiru!
-¡Ésa es la razón! ¡Ésa es la razón!
-¡Pou diñeiru! -¡Ahí los tres!
Y la gente que había en la taberna creyeron que estaban locos; pero ellos lo hacían para que les sintieran y dijeran que eran extranjeros.
Hasta que decidieron los gallegos marchar a su tierra a darse importancia. Y venga a andar y venga a andar y venga a andar, y en esto que encuentran a un hombre muerto en mitaz de la carre­tera. Y se quedaron los tres mirándole y decían:
-¡Ay, o pobre! ¡Ay, o pobre! ¿Cómu estará mortu?
Pero ¡ay, amigo!, de pronto se presenta la guardia civil y dicen:
-¿Quién mató a este hombre?
Y por hablar en andaluz y darse tono de extranjeros, saltó el primero y dice:
-¡Ahí los tres!
Y dicen los guardias:
-¿Y por qué le mataron ustedes?
-¡Pou diñeiru! -dice el segundo.
-Pues entonces, vénganse con nosotros a la cárcel -dicen los guardias.
Y dice entonces el último, con rabia y queriendo defenderse, pero sin dejar de hablar en extranjero: -¡Ésa es la razón, carallu!
Y nada; les metieron en la cárcel y les tuvieron una temporada; pero convencidas las autoridades de que eran tontos, les soltaron. Y entonces el más listo, que fue el inventor de la idea de ir a Anda­lucía a aprender a falar en andaluceiru, les dijo:
-Cumpañeirus, está vistu que ni hablandu en idioma extran­jeiru nos hace nadie casu ni figuramos como señorones; así que lo mejor es dedicarse a traballar. Así ganaremos moitu diñeiru y lle­garemus a nostra terra y entonces sí que dirán que somus seño­rones porque estamus ricus.
De modo que se pusieron a trabajar en una cantera y ganaron cincuenta duros cada uno. Y entonces dijo el más listo:
-Buenu; ahora vámonus para nostra terra.
Y venga a andar y venga a andar, y divisaron a lo lejos una gran polvarera. Y cuando aquella polvareda estuvo más cerca, vie­ron que eran gente de a caballo y que traían trabucos. Y por las barbas, los trabucos, y por muchas otras cosas, comprendieron que eran ladrones. Y dijo entonces el más listo:
-Cumpañeirus, correr nun podemus porque nos verían; pero nos vamos a subir a los árboles.
Y uno no pudo subir a causa de los zuecos. Así que se descalzó y entonces ya pudo subir; pero dejó los zuecos al pie del árbol.
Por fin llegan los ladrones y entre ellos había uno que se fijaba en los menores detalles. Y vio los zuecos al pie del árbol y dijo:
-Mi capitán, ¿de quién serán estos zuecos?
Y como los gallegos son más agarraos que una lapa, saltó el de arriba y dice:
-¡Ah, meu senore, esus zuecos son meus! Y dice el capitán:
-¡Ah! Conque estás ahí, ¿eh? ¡Baja; baja! ¡Baja pa acá! ¡A ver! ¿Traes dinero?
Y baja el gallego y dice:
-Ah, meu senore! No, senore; nun traigu diñeiru. Sólo teñu cincuenta duriñus que les he ganao traballandu, traballandu de moitu carallu.
-Bueno, hombre, bueno -le dijo el capitán. ¡Trae, trae; trae pa acá!
Y le quitaron los cincuenta duros. Y dice el gallego entonces:
-¡Ah, meu senore, ahora que me han quitadu las perriñas, nun me matin!
Y dijeron los ladrones:
-No, ome, no; no te matamos.
No obstante, le mataron. Y dijo entonces uno de los ladrones:
-Mi capitán, si éste no llega a hablar, no le cogemos. Y salta entonces otro de los gallegos:
-¡Ah, meu senore, eu callandu se estaba!
-¡Hombre, también tú estás ahí! -dice el capitán. ¡Baja, baja; baja pa acá! ¡A ver el dinero!
Baja y dice:
-¡Ah, meu senore, eu nun teñu diñeiru! ¡Sólo teñu cincuenta duriñus que los he ganao traballandu de moitu carallu!
-Bueno, hombre, bueno. ¡Trae, trae; trae pa acá!
Y le quitaron los cincuenta duros. Y dice el gallego entonces:
-¡Ah, meu senore, ahora que me han quitadu las perriñas, nun me matin!
-No, ome, no -le dijeron los ladrones.
No obstante, le mataron. Y entonces dice uno de los ladrones al capitán:
-Mi capitán, ¡qué sangre más negra tienen estos gallegos!
-¡Ah, senore, es porque comimus moras!
Y salta el último gallego, que estaba un poco más allá: Mira el capitán pa arriba, le ve y dice:
-¡Hombre, baja; baja pa acá!
Y nada; le cogieron y a aquél ya no le preguntaron si traía di­nero. Se le quitaron y le mataron, y así murieron los tres gallegos.

Frama (Potes), Santander. Juan José Orga Díaz. 25 de mayo, 1936. Maestro calzador, 31 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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