Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Las santas reginas


331. Cuento popular castellano

Era una vez una pobre vieja que tenía dos hijos. Y el uno se marchó al servicio, y el otro, que era poco listo, se quedó con su madre. La vieja tenía muchas onzas que las llamaban ella y el tonto, Santas Reginas.
Al poco tiempo antes de venir a casa el que estaba en el servicio, murió la vieja, y el tonto la echó en la caja de enterrarla todas las Santas Reginas, que las tenían metidas, en unas ollas.
Volvió el hermano del servicio, fue a casa y le dice al hermano:
-¿Dónde está mi madre?
-Se ha muerto -dice el tonto.
-Y las Santas Reginas, ¿dónde están? -pregunta el otro. 
-Pues, las Santas Reginas se las he echao a mi madre en la caja, porque ella las quería mucho y a nosotros no nos valían para nada.
Y dice el hermano:
-Tú, ¿qué has hecho? ¡Echar allá las Santas Reginas a mi ma­dre! ¡Pero si eran onzas de oro! Esta noche mismo vamos a"des­enterrar a mi madre. Metemos la caja en un saco y la traemos a casa. Después que hayamos sacao las Santas Reginas, volvemos a llevar a madre a enterrar.
Era por antruido y en una tertulia de mozos y mozas trataban de ir a robar unos jamones. Las mozas decían a los mozos: 
-¡A que no vais!
Y los mozos decían:
-¡A que sí vamos!
Cogen un saco los mozos y se vann a robar los jamones. Entran en la casa de un vecino por una ventana y cogen dos jamones que tenían colgaos en una habitación; les meten en el saco y le tiran a la calle. Después saltaron ellos por la ventana. Pero al saltar ellos, pasaban los dos hermanos con el saco en donde llevaban a su madre muerta para volverla al cementerio. Los de los jamones, pensando que les habían visto, huyeron; y los dos hermanos, pen­sando también que sospechaban los otros lo que llevaban, pues tiraron el saco con su madre.
Los de los jamones volvieron después de un rato a ver si estaba allí el saco con los jamones. Pero entretanto los dos hermanos habían dejao el saco con su madre y se habían cogido el que tenía los jamones. Van los mozos y al ver allí el saco, cargan con él y se marchan al veladero. Y iban diciendo por el camino:
-¡Qué bien curaos están! ¡Cómo pesan!
Entran en la casa donde estaba el veladero, y las mozas, al verles entrar, empiezan a gritar:
-¡Chachas, ya les traen! ¡Ya les traen! ¡Qué buena noche va­mos a pasar!
Pero al ir a abrir el saco para sacar los jamones, se encontra­ron con aquel cadáver de aquella vieja que estaba horroroso. Las mozas, al ver aquello, unas se desmayaban por un sitio, otras se desmayaban por otro, de manera que no quedó ninguna con co­nocimiento. Los mozos, aterraos, decían:
-Pero, ¿qué ha pasao aquí? ¿Quién nos habrá metido aquí esto? Y ahora, ¿qué vamos a hacer con ella?
Y dice uno:
-Pues miraz. ¿Sabéis lo que vamos a hacer? En el cementerio, como hay tanta hierba, pues el señor Cura mete todas las noches el caballo, que como está entero no le puede soltar al pasto. Vamos a poner a la muerta encima del caballo.
Según lo pensaron, así lo hicieron. -Cogen a la muerta y mar­chan con ella para el cementerio y llevan una soga muy grande. Entran en el cementerio, cogen a la mujer a horcajones, y la ponen encima del caballo. La amarraron bien con la soga que llevaban para que, aunque el caballo corriese, no la pudiese tirar.
Por la mañana le dice el señor cura al sacristán:
-Vete al cementerio, saca el caballo y tráele a casa.
El sacristán, que va al cementerio y ve el caballo que estaba esbocao con aquello que le habían puesto encima, parecía que se había vuelto loco. Va en seguida pa en casa del señor cura y le dice:
-¡Señor cura, señor cura, el demonio está encima del caballo! Tiene que ir a bendecirle, porque si no, ¿quién va a coger al caballo?
-Pero, hombre, tú te has vuelto loco -dice el cura.
-No, señor, no; que el demonio está encima del caballo. 
-Bueno, bueno -le dice el cura, que era coja. Vete a la cuadra y traes la yegua para montar en ella y ir al cementerio.
Y me traes también el hisopo y el caldero para bendecirlos. Llegan al cementerio, el cura montao en la yegua. Abren una
puerta del cementerio, y el caballo, que estaba entero y que vio a la yegua, echa a correr detrás de ella. La yegua, al ver lo que el caballo llevaba encima, se espantó con el señor cura montao. ¡La yegua a correr y el caballo a correr! Y el sacristán decía:
-¡Corra, mi amo, que le monta el diablo! ¡Corra, corra, mi amo, que le monta el diablo!

Morgovejo (Riaño), León. Ascaria Prieto de Castro. 21 de mayo, 1936. Obrera, 51 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)

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