221. Cuento popular castellano
Érase un rey que se casó con una princesa, la
cual, al hacerse madre, no pudo dar a luz el primer infante que tuvieron de
matrimonio. Y como no pudo dar a luz, tuvieron que extraérsele y salió un hijo
nonato.
Y el dicho rey, a los dos años, volvió a
contraer matrimonio. Y la segunda mujer empezó por no tener cariño al hijastro.
Trataba siempre de ver si podía quitarle de su vista. Llegó a tener la edad de
19 años, y le armaron de caballero. Y al armarle de caballero, dijo a su padre
que quería tener y montar un caballo que no fuera nacido, como él, y entre las
muchas yeguas que tenía en sus dehesas, sacrificó varias de ellas, hasta
encontrar una cría que en vez de ser hembra, fue potro. El cual le criaron para
que le montara el hijo del rey.
Después de armado y montao en el potro -que
era lo que deseaba- oyó decir que en el reino próximo al suyo había un rey que
tenía una hija que el que se presentara y expusiera razones que no pudiera
adivinarlas la hechicera que tenía en su casa, se casaría con su hija. Por lo
cual, viendo esa buena colocación, pidió permiso a su padre para ponerse en
camino para hacer una visita a esa princesa por ver si podía ganar su simpatía
y poder casarse con ella.
Su padre le dio el permiso y la dijo a su
esposa que a su andado le diera las joyas que necesitara y el dinero que
pidiera y le echara merienda para el camino para poder hacer el viaje. Partió
de casa en compañía de una perrita, que había criado sin madre, como él se
crió, y que se llamaba China.
Después de cuatro días de camino, le pilló
una noche en unos montes donde tuvo que albergarse en mala forma, al
intemperie. No comía, por el miedo de la merienda que llevaba, por si su
madrastra se la hubiera hecho en malas condiciones. Y por probar, con todo el
cariño que tenía a su perrita, la tiró un pedazo de tortilla. Tan pronto fue a
comerla la perra, como morir envenenada. De aquella perra, picaron cuatro
cuervos. Aquellos cuervos murieron a poco de picar de la perra. Llegó una
comparsa de bandidos que llevaban también un poco de hambre, cogieron los
cuervos, los pelaron, los asaron y se los comieron. El número de los bandidos
eran siete. Y al comer de los cuervos murieron los site bandidos.
Ya no quiso él probar más de la comida y con
toda su necesidad siguió su camino hasta pasar un puente para llegar a la
capital donde se encontraba la princesa que quería ganar como esposa. Al pasar
el puente vio una marica. Cogió su escopeta, obligado del hambre, para hacer
carne para comer. Apuntó sobre ella con mal acierto, que no mató la marica, y
sí mató una liebre que por desgracia se puso frente al tiro. Recogió la liebre,
la abrió y la sacó dos liebrastos que tenía en el vientre. Los desolló y se puso
a buscar leña para poderlos asar y al no encontrar leña, de un libro que
llevaba en el bolsillo, que era el libro de la Venida del Espíritu Santo,
le quemó para hacer ascuas para asar los liebrastos. Y se los comió.
Con esto llegó a palacio y le dijo al rey:
-Vengo a presentarme a su Majestaz, como
otros habrán venido, a exponer mis razones para conseguir la mano de la
princesa. Y el rey le dijo:
-Ahí tiene ustez a esa vieja. Explíquela
ustez las cosas que le hayan ocurrido en su viaje. Si esa señora no le adivina
todo lo que ustez la proponga, será ustez el esposo de mi hija.
Por lo cual expuso sus razones consiguientes
y la dijo a la vieja hechicera:
-Yo no fui nacido
y mi caballo lo mismo. China mató a cuatro.
Cuatro mataron a siete. Llegué al puente. Tiré a lo que vi. Y maté a lo que no
vi. He comido carne que no ha sido ni nacida ni criada. Y con palabras del
Espíritu Santo fue asada.
Y como las hechiceras no pueden oír frases en
esa forma, al mentar al Espíritu Santo desapareció de palacio, y quedó por
campeón y se casó con la princesa.
Aldeosancho,
Segovia. Juan
Pascual Alonso. 22
de abril, 1936. Dulzainero,
55 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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