231. Cuento popular castellano
Eran dos ganaderos en una población, ¿sabe
ustez?, y se pusieron muy a mal. El uno tenía un pastor que le llamaban el
Verdadero. Y estaba muy contento su amo con él, porque no mentía nunca. Todas
las noches el Verdadero iba a ver a su amo y le decía:
-Buenas noches, señor amo.
-Buenas tardes, mi Verdadero.
-Y ¿las vacas?
-Gordas y flacas.
-¿Beben aguas?
-Turbias y claras.
-¿Comen hierbas?
-Verdes y secas.
-Y ¿el toro Barroso?
-Florido y hermoso.
Y nunca le cogían en mentira. Ya un día,
estando en el café, el amo del Verdadero comenzó a alabar a su criado. Y el
otro ganadero le dijo que sí sería algo fiel; pero que él apostaría que le
cogería en una mentira. Y por fin le dijo el amo del criado que le apostaba la
mitaz de la ganadería si no le decía su Verdadero la verdaz siempre. Y el otro
le dijo que se lo apostaba.
Se marchó a su casa y pensando de qué forma
podría ganar la apuesta, decidió valerse de una hija muy hermosa que tenía. Al
otro día se fue de caza con la hija y llegó donde estaba el Verdadero. Comenzó
a hablar con él y le preguntó que si por allí había conejos. Y el Verdadero le
dijo que sí, donde dejó la hija a la lumbre con el Verdadero, diciéndoles que
volvería más tarde. Y al verla tan blanca y tan hermosa el pastor se prendó de
ella, y después de conversar un rato, la dijo que quería gozar de ella. Y ella
le dijo que si la daba el corazón del toro Barroso, que se entregaba a él. Y el
Verdadero mató el toro y la dio el corazón a la muchacha. Y gozó de ella.
Y aquella noche el Verdadero se fue en casa
del amo. Y por el camino iba diciendo:
-Y ¿qué le voy a decir yo a mi amo? ¿Qué le
voy a decir?
En la casa del amo había mucha gente. El otro
ganadero estaba allí, pues había ido a ver si iba a decir la verdaz el Verdadero.
Entró Juan, y sentándose cerca de la lumbre, puso la gorra en la porra y le
decía al sombrero, como si sería el amo:
-Muy buenas tardes, mi señor amo.
-Buenas noches, mi Verdadero. ¿Y las vacas?
-Gordas y flacas.
-¿Begen aguas?
-Turbias y claras.
-¿Comen hierbas?
-Verdes y secas.
-Y ¿el toro Barroso?
-Florido y hermoso.
Entonces le dice el amo:
-Buenas tardes, mi Verdadero.
-Muy buenas tardes, mi señor amo.
-Bueno, Verdadero, dime la verdaz.
Y ¿las
vacas?
-Glordas y flacas.
-¿Beben aguas?
-Turbias y claras.
-¿Comen hierbas?
-Verdes y secas.
-Y ¿el toro Barroso?
-Mi señor amo, ¡por unas tetas muy blancas y
unos muslos hermosos, he dado el corazón del toro Barroso! Y le ganó la mitaz
de la ganadería al otro.
Navas
de Oro, Segovia. Patricio
González. 8
de abril, 1936. 63
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
Excelente recuerdo mi papá se atrevía a contarnos el cuento aunque decía que era colorado y que omitia lo impropio aunque su respuesta que al toro barroso lo había cambiado por un bizcocho muy sabroso jajajana
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