333. Cuento popular castellano
Ésta era una madre que tenía un hijo que era
bobo. Decía ella que era bobo. Y ya, pues, le llevaron al servicio. Y cuando
vino del servicio, dice:
-Madre, yo quiero ser panadero.
-Pero hijo, ¿cómo vas a ser panadero si no
sabes el oficio? Dice:
-Sí, madre; sí lo sé; que lo he aprendido en
el servicio.
-Pero, bueno, hijo, si no tenemos dinero.
Dice:
-Pues venda ustez esa marrana que tiene ustez
en el corral.
-Bueno, pues, llévala al mercao y la vendes.
Y pa ir al mercao tenía que ir a otro pueblo
y pasar por un convento de frailes. Y aquellos frailes eran muy ladrones. No pasaba
uno por la carretera que no le engañaran y le quitaran lo que llevara. Y al
marcharse el muchacho, le dijo su madre:
-Pero ten mucho cuidado. No pases por el
convento, que los frailes son muy ladrones.
Salió el muchacho y cuando iba cerca del
convento, salieron a él dos frailes. Y le dijeron que dónde iba con esa burra.
Y dijo él que no era burra, que era marrana. Y dijeron los frailes que no, que
era una burra. Y él decía que no, que era una marrana. Y dicen los frailes
entonces que la tiene que apostar: se lo van a preguntar al primero que venga
por la carretera. Si dice que es burra, ganan ellos, y si dice que es marrana,
pues gana él. Y le tenían que dar, si ganaba él, doble que valiera la marrana;
y los frailes dijeron que si era burra, ellos se quedaban con ella.
Mas el primero que viene por la carretera es
otro fraile. Y le dicen que qué es aquello que lleva aquél al mercao. Y dice el
fraile que una burra. Dijeron los frailes:
-Pues venga la burra.
Y él dijo:
-Pues tengan ustedes la marrana.
Mas se va a casa y dice a su madre que los
frailes le han quitado la marrana. Y le dijo su madre:
-Ya te decía yo que no pasaras por allí, que
eran muy ladrones. Dice:
-Pues no se apure ustez. Me va ustez a traer
un vestido de mujer, una burra y unos aguaderos.
Se vistió de mujer, se puso muy guapa y fue
al convento de los frailes a ver si querían pan. Mas se formó un nublao mu grande
y la panadera lloraba y decía que tenía mucho miedo. Y la dijeron los frailes
que no se apurara, que allí había casa para todos. En esto que ya era de noche.
Como el nublao seguía, pues ella se quedó a dormir allí. Y dice el prior a
todos los frailes que se acuesten, y que onque oigan ruido en su celda, que no
les preocupe, que no se levante nadie.
Mas no hacen más que acostarse todos los
frailes, y él dijo a la panadera que se acostara allí. Mas ella le dijo que se
desnudara él el primero. No hizo más que desnudarse el fraile, y sacó él un
vergajo que tenía escondido entre la ropa y le empezó a dar vergajazos. Y le
dijo que si era burra o si era marrana.
-Ahora -dice-, me tiene que decir si era
burra o marrana.
Y cuantas veces le decía eso, tantos vergajazos
daba al fraile. Y después que le dio una buena paliza, le dijo que le tenía que
dar todo el dinero que tuviera. Y le dio el dinero y quedó, pues, muy tullido
en la cama. Y el muchacho, claro, se fue.
Mas al otro día el muchacho se fue a dar un
paseo por cerca del convento., Y los frailes tenían un prao orilla del
convento. Y estaban dos paseándose. Y él estaba vestido de médico. Y cogía las
hierbas del prao y hacía como si las estuviera examinando. Y los frailes, que
le vieron, como los frailes son tan listos, en seguida se arrimaron a él. Y le
dijeron que qué hacía por allí, que le habían oservao que examinaba mucho las
hierbas.
Y él dijo que sí, que estaba examinando las
hierbas, y que de quién fuera el prao, que no sabía lo que tenía; que tenía un
tesoro; que aquellas hierbas, que valían para curar heridas de palos, de
vergajos, de caídas y de esas cosas. Y entonces le dijeron los frailes:
-¡Ay, señor, pues tenemos nosotros al padre
muy malito! ¡Si ustez quisiera venirle a ver!
Y dice él:
-¡Ah, sí! Con mucho gusto.
Conque fue a verle y le dijo el fraile que
era una caída muy grande que había tenido; que por eso estaba así tullido; que
por eso no se podía menear. Y dijo él que eso no era de caída, que era de zurra
y de vergajo. Y ya dijo el fraile que sí, que era muy listo, que había acertao.
Pero dijo el muchacho que era lo mismo, que él le curaba, que le curaba con
aquellas hierbas de su prao. Pero que tenía que hacer una medicina con ello. Y
a los frailes que estaban allí con él, los mandó unos a un lao y otros a otro.
Y se volvió a quedar solo con el fraile. Y entonces volvió a sacar el vergajo y
le dijo:
-¿Es burra o es marrana?
Y ya el padre le pidió por Dios que ya le
dejara, que ya le daría todo lo que tenían en el convento y seria obedeciente
en todo lo que él mandara. Y entonces le dijo el muchacho que por la noche
tenían que ir a su casa tres frailes con tres carros de trigo, que si no iban,
que ellos verían lo que iba a pasar, que daría fin de todos los frailes que
había en el convento.
Mas llegaron los otros frailes que él había
mandao fuera y vieron que le había quedao todavía peor de palos. Y les dijo el
prior que era el de la marrana; y que le había quedao orden de que tenían que
estar allí en su casa aquella noche con tres carros de trigo; y que se los
tenían que llevar tres de ellos, que si no, no les dejaría en paz nunca.
Y el muchacho, al marcharse a su casa, se
llevó los hábitos del que estaba en la cama. Llegó a su casa y los colgó de la
chimenea. Y en esto que llegaron los frailes con los carros de trigo. Y abrió
las puertas del corral y de la calle y las quedó en par en par.
Y les dijo a los frailes que entraran a darse
un calentón a la lumbre.
Como tenía colgaos allí los hábitos del
fraile, miraron los frailes y vieron aquello colgao allí. Y fue él y se daban
los unos a los otros, para que miraran aquello. Y él estaba observándolos y les
dijo:
-Veis lo que he hecho con ése. Pues eso mismo
voy a hacer con vosotros.
Como estaban todas las puertas en par en par,
los frailes, pues, echaron a correr todos y le quedaron allí los carros con el
trigo y con las mulas. Y dijo a su madre que pa que viera que no era bobo,
había cobrao la marrana muchas veces. De manera que colorín, colorete...
Medina
del Campo, Valladolid. Julia,
señora de unos 55 años. 8
de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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