328. Cuento popular castellano
Ésta era una viuda que tenía tres hijos. De
los tres uno era tonto. Llegó el tiempo de que salieran de con la madre.
Partieron los bienes que ella tenía y hicieron un convenio de mantenerla. Se quedaría
ella en la casa, y cada uno la mantendría durante una temporada.
Sólo tenían tres bueyes, dos muy buenos y uno
muy flaco. Echaron suertes y le tocó al tonto el más flaco. Pero se quedó
tranquilo con su mala suerte, y todos quedaron tranquilos por una temporada.
Los hermanos creían que el tonto no sabría engordar su buey. Pero al poco
tiempo le echó a los prados de los otros y pronto le engordó. Y después lo
vendió.
Al poco tiempo se reunieron los tres
hermanos, y viendo que el tonto había engordado y vendido su buey, le
preguntaron los otros:
-¿Cuánto te ha valido el buey?
-Pues, muchas pesetas.
-¿Y ánde le has engordao?
-En los hierbazales.
-¿Y ánde están esos hierbazales?
-¡Topailos como yo los he topado!
-Bueno, ya que has sabido engordar y vender
el buey, vamos hacer un convenio nuevo.
¿Podrás llevarte a la abuela, para mantenerla tú solo?
-¡Pues me la llevaré! No me hacéis falta para
mantener a mi madre.
El tonto estuvo pensando el asunto para ver
cómo lo arreglaba. Y decidió matar a su madre. Mata a su madre y la lleva a la
iglesia. La puso al pie del confesonario, de rodillas. Entra el sacristán a
tocar a las avemarías y la vio al pie del confesonario y la dice:
-No hay cura para confesar. Váyase usted a
casa.
Y el tonto detrás de la pila del agua bendita
a ver lo que pasaba. Vuelve el sacristán a tocar a misa y la repite por
segunda vez que no hay cura, que se vaya a casa. Y ella quieta. Y vuelve el
sacristán por tercera vez y dándola un pescozón, la dice que se vaya. Y de que
está quieta, va el sacristán y en vez de hacer otra petición, la pega dos
guantás grandes y la tiró entre las laudes. Y sale el tonto de detrás de la
pila de agua bendita y grita:
-¡Ay, que la has matado a mi madre! ¡Ay, que
la has matado a mi madre!
-Calla -dice el sacristán. Te daré lo que
quieras, y la enterramos debajo de las laudes.
Así hacieron, el tonto sacó del sacristán
todo lo que quiso.
Matamala,
Segovia. Teodoro Sanz.
28
de marzo, 1936. Labrador, 40 años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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