Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de julio de 2012

El tonto y su madre


328. Cuento popular castellano

Ésta era una viuda que tenía tres hijos. De los tres uno era tonto. Llegó el tiempo de que salieran de con la madre. Partieron los bienes que ella tenía y hicieron un convenio de mantenerla. Se quedaría ella en la casa, y cada uno la mantendría durante una temporada.
Sólo tenían tres bueyes, dos muy buenos y uno muy flaco. Echa­ron suertes y le tocó al tonto el más flaco. Pero se quedó tranquilo con su mala suerte, y todos quedaron tranquilos por una tempo­rada. Los hermanos creían que el tonto no sabría engordar su buey. Pero al poco tiempo le echó a los prados de los otros y pronto le engordó. Y después lo vendió.
Al poco tiempo se reunieron los tres hermanos, y viendo que el tonto había engordado y vendido su buey, le preguntaron los otros:
-¿Cuánto te ha valido el buey?
-Pues, muchas pesetas.
-¿Y ánde le has engordao?
-En los hierbazales.
-¿Y ánde están esos hierbazales?
-¡Topailos como yo los he topado!
-Bueno, ya que has sabido engordar y vender el buey, vamos  hacer un convenio nuevo. ¿Podrás llevarte a la abuela, para man­tenerla tú solo?
-¡Pues me la llevaré! No me hacéis falta para mantener a mi madre.
El tonto estuvo pensando el asunto para ver cómo lo arreglaba. Y decidió matar a su madre. Mata a su madre y la lleva a la igle­sia. La puso al pie del confesonario, de rodillas. Entra el sacristán a tocar a las avemarías y la vio al pie del confesonario y la dice:
-No hay cura para confesar. Váyase usted a casa.
Y el tonto detrás de la pila del agua bendita a ver lo que pa­saba. Vuelve el sacristán a tocar a misa y la repite por segunda vez que no hay cura, que se vaya a casa. Y ella quieta. Y vuelve el sacristán por tercera vez y dándola un pescozón, la dice que se vaya. Y de que está quieta, va el sacristán y en vez de hacer otra petición, la pega dos guantás grandes y la tiró entre las laudes. Y sale el tonto de detrás de la pila de agua bendita y grita:
-¡Ay, que la has matado a mi madre! ¡Ay, que la has matado a mi madre!
-Calla -dice el sacristán. Te daré lo que quieras, y la ente­rramos debajo de las laudes.
Así hacieron, el tonto sacó del sacristán todo lo que quiso.

Matamala, Segovia. Teodoro Sanz.
28 de marzo, 1936. Labrador, 40 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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