El
rey de la playai
era muy rico, y tenía además una hija preciosa. Pensó que era tan
bonita que nadie debía tocarla; y que, al hacerse mayor, daría a
luz sin tener que conocer varón alguno. Por esta razón, construyó
una casa encima de una columna, para que nadie pudiera llegar a ella.
Y, a medida que la niña iba creciendo, su única distracción
era asomarse a la ventana para ver algo de lo que pasaba en el
exterior.
El
rey del bosque, en cambio, era muy pobre. Cuando su hijo creció,
decidió ser cazador. Y un buen día, armado con su escopeta, se
alejó tanto que descubrió la playa. Quedó maravillado de que en el
mundo existiera algo tan bello. Se acercó a las casas del poblado y,
de pronto, apareció un pájaro y lo mató de un disparo.
La
hija del rey de la playa, que había observado la escena desde su
ventana, le pidió que se acercara y le dijo: «Me gustan mucho los
pájaros. Si me regalas el que acabas de cazar, te daré todo lo que
me pidas». El muchacho quería subir, y ella le alcanzó una cuerda.
Al llegar a la habitación de la chica, pidió: «Lo único que deseo
es que me enseñes tus piernas». La muchacha así lo hizo y,
después, el chico se marchó.
Muchos
otros días el chico se acercó al poblado de la playa. Y cada vez
que cazaba un pájaro lo llevaba a la muchacha; y ésta, a cambio, le
enseñaba una parte de su cuerpo. Hasta que un día se acostaron
juntos y la chica quedó embarazada.
Cuando
su padre lo supo, esperó a que naciera el hijo. Y entonces reunió a
todo el poblado y a los reyes y jefes de los poblados vecinos, y les
dirigió estas palabras: «Ahora os mostraré a mi nieto, que mi hija
ha parido sin conocer a ningún hombre». Los más ancianos
objetaron: «Desde que estamos en el mundo, nunca se ha visto que una
mujer pudiera dar a luz sin acostarse con un hombre». Y se produjo
una gran discusión. Entonces se levantó el hijo del rey del bosque
y explicó toda su historia.
El
rey de la playa sintió tanta vergüenza que tuvieron que llevarle a
un lejano curandero. Cuando se repuso, llamó al chico y le anunció:
«Estoy tan avergonzado de mi torpeza, que voy a entregarte todas mis
riquezas para que vivas feliz con mi hija. Lo único que os pido es
que me deis algo para que viva hasta que llegue el momento de mi
muerte».
De
esta manera, el pobre pudo vivir como un rico. Y el rico se quedó en
la pobreza.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
Parece
referirse a Ndjambu, pero otras versiones lo identifican con el rey
Maseni. La vacilación obedece a la evolución de las estructuras
del cuento hasta una fijación más definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario