Había un poblado donde
solamente vivían hombres y mujeres malos. Y su maldad se acrecentaba de tal
modo que la gente del poblado vecino decidió quemarlo: aprovecharon una noche
en que se celebraba una fiesta; y mientras todos los malos estaban concentrados
en el baile, los vecinos pegaron fuego a la otra parte del poblado. La gente
mala se dio cuenta de lo que sucedía y acudió a apagar el fuego que abrasaba
una parte de su poblado; y entonces la gente del poblado vecino quemó la otra
parte, y la gente mala -que había quedado rodeada por la enorme hoguera- murió.
Pero sucedió que cuando
el fuego ya se extinguía saltó de las cenizas el hueso de la rodilla del brujo
del poblado malo. Y fue a parar a otro poblado vecino, donde cada noche
organizaba un gran baile. La gente no se daba cuenta de que, al acudir a la
fiesta, les rociaba los ojos con un líquido especial; y creían ver a un hombre
normal en jugar de ver el hueso de un cadáver[i].
En el poblado de la gente
que había pegado fuego al de los malos, vivía un curandero que se llamaba
Etundji. Era un hombre asqueroso y enfermizo, de manera que nunca lo querían
llevar al baile. Por fin, un día consiguió que sus hermanas se compadecieran de
él y lo llevaran consigo. Por el camino, atrapó a dos luciérnagas; y, antes de
que diera comienzo el baile, se las puso sobre los ojos. El líquido no le
afectó y se dio cuenta de que el que bailaba era el hueso de la rodilla del
otro brujo, y que a través de la danza echaba maldiciones sobre la gente.
De vuelta a casa, contó
lo sucedido. Su gente no creía lo que decía, porque se divertía mucho en los
bailes del poblado vecino. Al fin, les convenció de que hicieran la misma
prueba. Aquella noche, todos los hombres del poblado acudieron al baile con los
ojos protegidos por las luciérnagas.
El hueso roció a todos
con el líquido mágico, pero éste no les hizo ningún efecto y se percataron de
que, efectivamente, aquello era una auténtica trampa provocada por la maldad
del brujo muerto.
Entonces se abalanzaron
sobre él. El hueso pudo escapar; pero, al comprender que había sido
descubierto, no volvió a acercarse por aquel lugar y la gente buena pudo vivir
con tranquilidad.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055
[i] Existe una canción popular ndowe que se refiere a un hueso que baila.
Ninguno de mis informadores la ha asociado a este cuento.
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