Una
mujer vivía con su marido y sus hijos en un lugar muy alejado.
Y como era muy perezosa, no cultivaba ninguna finca. Salía al bosque
y regresaba con lo que podía recoger. Un día encontró una gran
finca en medio del bosque. Ella llenó su cesta y regresó a casa.
Así que durante mucho tiempo toda la familia comió de aquella finca
que la mujer había encontrado.
Pero
sucedió que un día apareció la bruja del bosque, que era la
propietaria de la finca, mientras la mujer estaba llenando la cesta:
«¿Así que eres tú la que me roba todos los días? Prepárate, que
voy a devorarte enseguida». La bruja sacó sus dientes y sus uñas
para comerse a la mujer ladrona, pero ésta le dijo: «Ten
piedad de mí. Si no me matas y dejas que me lleve la comida, mañana
te regalaré a mi hija».
Al
día siguiente, la mujer llegó a la finca con su hija mayor y la
entregó a la bruja. Ésta se encontraba satisfecha por el trato que
había cerrado: «Puedes quedarte con toda la finca, si quieres. Pero
aprende a cultivarla, si no quieres regalar a todos tus hijos». Y se
llevó a la chica a su casa, donde tenía desde tiempo atrás a otra
chica que también le habían regalado. Cuando la mujer regresó a su
casa, al marido le extrañó que la hija mayor no llegara: «¿No
había ido al bosque contigo?». Le respondió: «La he dejado
mientras recogía la comida, y no la he vuelto a ver. Quizás se haya
perdido en el bosque». El marido se acostumbró a comer bien y
en abundancia, pero se entristecía cuando pensaba en su hija mayor.
Y cada vez que preguntaba por ella a su mujer, ésta le respondía de
mala manera.
Pasaba
el tiempo. La mujer tuvo otro hijo: Cuando se hizo mayor, decidió
irse de casa para buscar esposa. Su madre le preparó comida para el
camino y, antes de emprender la marcha, su padre le regaló un
bastón: «Puedes irte, hijo. Y si alguna vez te encuentras en grave
peligro, este bastón te dará ayuda para hacerle frente».
El
muchacho anduvo por el bosque durante mucho tiempo.. Al cabo encontró
la casa de la bruja. Al verle llegar, las dos chicas se metieron en
la casa. El chico se acercó y les dijo: «No tengáis miedo, no soy
un extraño». Las chicas sentían vergüenza, pero cuando él hubo
contado su historia le dijeron: «Eres tú mismo, como hombre, quien
debe elegir a la mujer que quieres». Y eligió a la que era su
propia hermana.
Cuando
la bruja llegó a la casa, preguntó al muchacho por qué razón se
encontraba en ese lugar. Al concluir sus explicaciones, la bruja
inquirió: «Y, de estas muchachas que ves, ¿no hay ninguna que te
guste?». Él repitió la elección y la bruja convino que se quedara
a vivir en la casa.
Pero
como ambas chicas estaban acostumbradas a dormir en la misma cama, no
quisieron separarse; y, durante largo tiempo durmieron los tres
juntos. Hasta que la bruja decidió cambiar la situación y habló
con la chica soltera: «¿No te das cuenta de que tu compañera ya ha
encontrado marido? Debes dejar que se acuesten, solos».
Por
la noche, cuando el chico quiso tocar a su mujer, apareció un
ratoncito que le susurró al oído: «No toques a tu mujer, que es tu
propia hermana». E igualmente, cuando la mujer se acercó a su
marido, el ratoncito insistió: «No toques a este hombre, que
es tu propio hermano». A ambos les quedó una honda preocupación
por este suceso, pero siguieron los consejos del animal. Por la
mañana, el chico indagó sobre la familia de la muchacha. Ésta le
contó lo sucedido: «Yo vivía en tal casa de tal poblado, hasta que
mi madre me cambió por una gran finca de la bruja». Comprendieron
que el ratoncito estaba en lo cierto, y que eran hermanos. El chico
decidió: «Te llevaré de vuelta a casa con nuestros padres»i.
Llegó
el día en que se habían propuesto escapar. Pidieron a la soltera
que fuera al río a pescar. Y, mientras todos estaban fuera,
aprovecharon la ocasión para huir. La compañera soltera se dio
cuenta de que estaban tramando algo, de manera que volvió a la casa
de improviso. Y, al no hallarlos, salió corriendo en su busca.
Lloraba y gritaba mientras los buscaba por el bosque, así que
decidieron aceptarla y prosiguieron la fuga los tres.
Cuando
la bruja volvió a su casa y la encontró vacía, pensó
inmediatamente que querían hacerle una mala jugada. Empezó,
pues, a volar, tan rápidamente que en poco tiempo los tuvo a su
alcance. El chico, al ver que la bruja les atraparía, levantó su
bastón y al instante apareció un gran muro de piedraii
que la bruja no pudo cruzar. Y de esta manera pudieron llegar a su
casa sin mayor problema.
Sus
padres estaban muy contentos y le preguntaron: «¿Cuál de estas dos
chicas que has traído va a ser tu mujer?». El chico les sorprendió:
«Ni ésta ni aquélla. La primera es mi propia hermana, hija
vuestra. La segunda no lo es, pero quiero qué viva aquí como si lo
fuera. Todo esto ha sucedido por vender a vuestra hija a cambio de
comida. ¿Es que tú, madre, no puedes cultivar la finca como todas
las mujeres? Y tú, padre, deberás decidir qué haces con ella,
porque es una mala mujer».
El
padre echó a la mujer de casa. Y desde entonces vivió feliz con sus
tres hijos.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
En
este cuento, el motivo del incesto no es central; sino el rescate de
la hermana, del cual es un episodio. La no consumación del incesto
es primordial para su mutuo reconocimiento.
ii
El
motivo de un muro de piedra capaz de detener a una bruja que vuela,
es poco coherente. No vuelve a aparecer.
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