Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

Ilombe y el hijo de la mujer fantasma .006

Como sucedía que Ndjambu y Ngwalezie eran muy pobres, Ilombe decidió irse del poblado para buscarse la vida.
Caminó durante muchos kilómetros, y por fin llegó a una playa donde se encontraba un muchacho. Éste se acercó a la chica y le pre­guntó: «¿Dónde vas? ¿Qué es lo que buscas?». Ilombe no contes-taba, porque tenía miedo de que no se tratara de un criminal. Pero luego perdió todo temor y le contó que, ya que sus padres eran muy pobres, debía encontrar un marido que cuidara de ella. El chico replicó: «Yo también quisiera casarme y tener una mujer». Así que decidieron unir sus vidas.
Cuando se acercaban a la casa del chico, éste advirtió a Ilombe: «Debes tener en cuenta que mi madre es una mujer fantasma. Por tanto, tenemos que proceder con mucho tiento». Entraron en la casa, y el muchacho indicó a Ilombe que se escondiera debajo de la cama con un pincho. Llegó la madre y se acostó con el chico. Entonces, tal como habían convenido, Ilombe empezó a pinchar a su suegra hasta que ésta, creyendo que la cama estaba llena de parásitos, salió a dormir fuera. Y los dos chicos pudieron dormir juntos.
Así fueron viviendo, y cada noche repetían la misma operación. Ilombe quedó embarazada, y tuvo un niño. Cuando vio que la situa­ción continuaba igual, habló claramente con su marido: «Mira: yo vuelvo al poblado de mis padres, porque si tu madre se da cuenta de que estamos aquí matará a nuestro hijo». El chico estuvo de acuerdo; y ayudó a Ilombe entregándole una calabaza, unos caca-huetes y una hoja mágica para salvarse de cualquier peligro.
El día en que Ilombe emprendió el regreso, la madre del muchacho se dio cuenta de que una mujer con una criatura salía de la casa. Empezó a perseguirlos, y entonces Ilombe recurrió a los regalos de su marido: cortó la calabaza en pedacitos pequeños, y los iba echando detrás de sí. La vieja fantasma los recogía y se los comía, y de esta manera Ilombe ganaba tiempo y adelantaba camino. Cuando terminó la calabaza, fue dejando los caca-huetes; y la suegra también se entrete­nía comiéndoselos.
Pero los cacahuetes también se terminaron. Ilombe ya se encontra­ba cerca del poblado de sus padres, pero la mujer fantasma era muy veloz, y pronto la alcanzaría. Entonces, Ilombe dejó caer la hoja mági­ca. Al instante apareció en aquel lugar un gran río, que Ilombe cruzó sin problemas. La mujer, en cambio, por ser fantasma, tuvo que dete­nerse y dejar escapar a su nuera y a su nieto.
De esta manera Ilombe, con la colaboración de su marido, pudo llegar sin contratiempos al poblado de Ndjambu y Ngwalezie. Y allí vivió feliz con su hijitoi.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i La norma social, entre los ndowe, quiere que los hijos de una mujer no casada permanezcan en la casa de la madre. La situación final, por tanto, es de equilibrio.

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