Entre
todos los pájaros, el loro y las palomas se habían puesto de
acuerdo para vivir juntos en el mismo árbol. Las palomas salían en
busca de comida, y siempre la encontraban. El loro estaba dolido:
«¿Cómo es que siempre que salís en busca de comida la encontráis?
No puedo entender por qué yo no la encuentro casi nunca».
Al
fin, las palomas le propusieron: «Si quieres, podemos dejarte de
vigilante de nuestro árbol. Eso sí: si se acerca algún otro
pájaro, no debes decirle dónde estamos los demás ni dejarle
entrar. Tienes que cumplir estas instrucciones al pie de la letra,
además, porque sabes que a los que hablan más de la cuenta se les
tuerce la boca».
El
loro no lo tenía claro: «Si siempre me tengo que quedar en el
árbol, nunca encontraré comida». De manera que acordaron que cada
día se quedara a vigilar un pájaro distinto.
La
primera vez que el loro se quedó, le advirtieron de nuevo:
«Recuerda que si algún otro pájaro viene por aquí, no debes
decirle dónde estamos». El loro estaba vigilando con mucha
atención, cuando se presentó el águila: «¿Adónde han ido las
palomas?». El loro no le respondió, y el águila retomó su vuelo.
Otro
día era una paloma la que vigilaba. El águila también compareció:
«¿Dónde están los demás pájaros?». También se marchó sin
encontrar respuesta alguna. Y así fueron pasando los días.
Y
sucedió que al cabo de un tiempo, cuando el loro tuvo que quedarse
de nuevo, las palomas quisieron advertirle otra vez: «Si se acerca
el águila, no le digas dónde estamos». Pero el loro era un fisgón:
«A mí por lo menos me lo podríais decir». Las palomas creyeron
que tenía razón y que era conveniente: «Estaremos en aquel árbol».
Y
como el loro repite siempre aquello que le dicen, se pasó el día
machacando: «Estaremos en aquel árbol, estaremos en aquel árbol».
El águila se presentó e igual que las otras veces espetó: «¿Dónde
están las palomas?». El loro seguía insistiendo: «Estaremos en
aquel árbol, estaremos en aquel árbol...». El águila pudo
encontrar a las palomas. Atrapó a una y se la comió, mientras
las otras huían despavoridas.
Y
desde entonces el loro tiene el pico curvado. Por haber hablado más
de la cuenta.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
No hay comentarios:
Publicar un comentario