Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 31 de enero de 2015

El loro y las palomas .044

Entre todos los pájaros, el loro y las palomas se habían puesto de acuerdo para vivir juntos en el mismo árbol. Las palomas salían en busca de comida, y siempre la encontraban. El loro estaba dolido: «¿Cómo es que siempre que salís en busca de comida la encontráis? No puedo entender por qué yo no la encuentro casi nunca».
Al fin, las palomas le propusieron: «Si quieres, podemos dejarte de vigilante de nuestro árbol. Eso sí: si se acerca algún otro pájaro, no debes decirle dónde estamos los demás ni dejarle entrar. Tienes que cumplir estas instrucciones al pie de la letra, además, porque sabes que a los que hablan más de la cuenta se les tuerce la boca».
El loro no lo tenía claro: «Si siempre me tengo que quedar en el árbol, nunca encontraré comida». De manera que acordaron que cada día se quedara a vigilar un pájaro distinto.
La primera vez que el loro se quedó, le advirtieron de nuevo: «Re­cuerda que si algún otro pájaro viene por aquí, no debes decirle dónde estamos». El loro estaba vigilando con mucha atención, cuando se presentó el águila: «¿Adónde han ido las palomas?». El loro no le respondió, y el águila retomó su vuelo.
Otro día era una paloma la que vigilaba. El águila también compa­reció: «¿Dónde están los demás pájaros?». También se marchó sin encontrar respuesta alguna. Y así fueron pasando los días.
Y sucedió que al cabo de un tiempo, cuando el loro tuvo que quedarse de nuevo, las palomas quisieron advertirle otra vez: «Si se acerca el águila, no le digas dónde estamos». Pero el loro era un fisgón: «A mí por lo menos me lo podríais decir». Las palomas creyeron que tenía razón y que era conveniente: «Estaremos en aquel árbol».
Y como el loro repite siempre aquello que le dicen, se pasó el día machacando: «Estaremos en aquel árbol, estaremos en aquel árbol». El águila se presentó e igual que las otras veces espetó: «¿Dónde están las palomas?». El loro seguía insistiendo: «Estaremos en aquel árbol, esta­remos en aquel árbol...». El águila pudo encontrar a las palomas. Atra­pó a una y se la comió, mientras las otras huían despavoridas.
Y desde entonces el loro tiene el pico curvado. Por haber hablado más de la cuenta.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat


0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055

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